Hubiera dado todo porque mis ilusiones se cumplieran, porque mi mamá lo recuerde esta vez. Yo no puedo juzgarla; ella me ha criado en medida de sus posibilidades, pero no son los posibles regalos los que me importaban, sino, que por un día aunque sea, tuviera un poquito de su atención.
Ni modo, no se puede. Es lo que me tocó y de nada me sirve llorar sobre la leche derramada.
—¿Estás triste porque Andrés no pudo venir, verdad? —la voz de César, en un tono alto y grave me saca de mis pensamientos, a él le toca hablarme cerca al oído debido a la música del club.
—No, no se trata de eso. Tenía trabajo, pero me prometió que si salía temprano me encontraría en casa —tampoco quiero explicar las verdaderas razones, me siento lo suficientemente tonta ya sin decirlo en voz alta—. ¿Y tú? Te ves más decaído que yo.
Sonríe con pesar, sin poder verme de frente.
—Voltea a tu izquierda.
Hago lo que me pide, y con un poco de esfuerzo, reconozco a Rich en una esquina. Está besándose apasionadamente con una mujer. Él es bastante selectivo con la gente con la que comparte tiempo, estas escenas no suceden muy seguido. Sin embargo, ya no sé qué es peor, que César tuviera que aguantar verlo así cada fin de semana, o reconocer que cuando pasa es porque encontró algo especial en la chica.
—Lo lamento.
—Está bien. Ya debería haberme acostumbrado —bebe un trago largo de su cerveza, su botella ya está casi vacía.
Me duele verlo así.
—C, tú podrías estar con el chico que quisieras. Me consta que tienes hasta para escoger, ¿por qué no abrirle tu corazón a otra persona?
—Porque no es tan fácil, Lucifer —se roba mi cerveza, pegándole un largo trago—. El cuerpo lo puede tocar cualquiera, pero el corazón... El corazón no entiende de placeres, ni de gustos físicos. Él es casi tan selectivo como el bobo del que estoy enamorado.
—Debe de haber una forma. Ese amor no te puede durar toda la vida.
—Lo quiero desde siempre, Lu. Es una maldita enfermedad de la que no me he podido deshacer —su tono tiene agonía, como si hablara de la peor de las torturas; tal vez eso era amar sin ser correspondido, una completa tortura.
César se da cuenta de lo nostálgico que se está poniendo, sonríe como si nada antes de terminarse el trago que me ha robado. Su brazo, fuerte al igual que siempre, me rodea los hombros, atrayéndome ligeramente hacia él para juntar nuestras cabezas.
—Basta de hablar de eso, ¿de acuerdo? Es preferible hablar de tu vida amorosa que de la mía.
—¿Y Jake Keating?
—No somos nada serio, ya te dije —de pronto parece que la tristeza se ha desvanecido—. Aunque si él se aparece por aquí, no prometo mantenerme alejado. Ese chico es un poco extraño, pero no es mala persona.
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El Único Eclipse (HDP #1)
RomanceLa vida de Lucia Fernández no ha sido fácil; desde que nació, estuvo llena de desatenciones, de personas pasajeras entrando y saliendo de su entorno cercano, y de un Daniel Beckett que no se ha detenido con sus constantes insinuaciones y abusos haci...