Capítulo 3: Peleas

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En algún momento, unos fuertes brazos me toman con firmeza

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En algún momento, unos fuertes brazos me toman con firmeza. Por alguna extraña razón, me siento segura, ya que el agarre era delicado aunque estable. No me caería, no saldría más lastimada.

El olor masculino es agradable. Se trata de un aroma delicioso y casi adictivo, me provoca el deseo de seguir en los brazos del mismo hombre; si hubiera la posibilidad de estar en mis cinco sentidos y no totalmente desorientada como estoy ahora, probablemente no tendría estos pensamientos absurdos. O tal vez sí.

El ruido de las sirenas se me hace imposible de ignorar, no son como las de una ambulancia, más bien, son iguales a las de una patrulla.

Estoy con un policía.

Trato de levantarme, agitada.

—Tranquila —dice con voz grave, no suena dulce o suave en lo absoluto, pero de todas formas me calma por un segundo—. Quédate quieta.

De algún modo, percibo su lejanía. Descubro que no me equivoco cuando escucho gritos a unos metros. Sé que se trata del tipo al que enfrenté hace un minuto, antes de que todo se volviera negro, confuso.

Aterrada, hago un esfuerzo para conseguir abrir los ojos, esta vez más tiempo, esforzándome por diferenciar las figuras, los colores. Lo primero que veo, es un policía a unos centímetros de mi rostro, mirando mi frente de manera tan evidente que tengo el impulso que hace que tome la equivocada decisión de tocarla.

—¡Ethan, date prisa! —grita con tal fuerza que una de las venas de su cuello se marcan, sé que no es la misma persona que me trajo aquí, no tienen parecida la voz—. No te muevas, ¿Okay?

Una sombra a mi izquierda capta mi atención. Se trata de su compañero, quién rodea el coche con un pequeño botiquín en la mano. Él también lleva puesto un uniforme de policía, pero en mi opinión, le queda muchísimo mejor que al otro.

Creo que acabo de ver un ángel.

Su cabello es oscuro, negro. Sus facciones son dignas de una creación maravillosa, parecen dibujadas cuidadosamente, como si hubiera habido varios borradores antes de alcanzar esta perfección. El que no traiga barba me permite apreciar su rostro sin restricciones; él es digno de admirar.

Y dicen que Dios no tiene favoritos.

No quiero incomodarlo con mi mirada, ni siquiera sé si logro disimular lo atractivo que me parece. Es el hombre más guapo que he visto, incluso su tamaño es perfecto. Sus brazos son largos, delgados; el uniforme se ajusta a sus músculos. Es alto, definitivamente más alto que yo, debe llevarme varios centímetros. 

El Único Eclipse (HDP #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora