Nuestro amor II

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En familia -  Escrito con


Heriberto y Victoria, pasaron la semana más que perfecta en el chalet, querían quedarse, pero su vida les esperaba. Recogieron sus cosas y emprendieron el camino de vuelta a la capital.

Max y María también estaban de luna de miel, sus hijos estaban hermosos, bronceados por el sol, la playa era perfecta para ellos, las habitaciones estaban felices, pero ellos regresaban a casa, María y Max compraron una casa, pero como aún no estaba lista, se quedarían con Victoria, quien después buscaría una casa más pequeña, pero con las mismas comodidades para recibir a sus hijos y nietos, pero ahora los planes serían otros, porque ella se casaría con Heriberto.

De regreso de Valle Chalco, Heriberto iba tranquilo, pensaba en su vida de ahora en adelante, Victoria dormitaba, él la miraba y agradecía que todo estuviera bien, que ahora tenía a la mujer que amaba, tendría una familia.

V: Cariño, ya vamos. - habló con los ojos cerrados.

H: No falta mucho, mi vida, ¿hay algo que pueda hacer por ti? - la cogió del muslo con suavidad y la acarició.

V: Te quiero a ti, quiero mi cama, quiero amarte. - mantuvo la mirada, pero con una sonrisa maliciosa.

H: Victoria. - sonrió y siguieron su camino.

Como al día siguiente llegarían sus hijos, Victoria quiso comer con todos. En Quintana Roo, una hermosa playa, Maria estaba con Osvaldinho en su regazo y Max jugaba con João en la arena.

Max: Cariño, ¿estás bien?

Maria: Estoy pensando que nuestra casa aun no esta lista y que nos vamos a quedar con mama.

Max: Tranquila Maria, todo va a salir bien. El amor que se tienen ahora superara sus barreras. - Max la abraza cariñosamente y ven a sus hijos jugar en la piscina. Disfrutaron de su último día de playa, luego fueron a comer, pasearon por la orilla, los niños en el cochecito llamaban la atención de todos, preciosos con los ojos claros y bronceados. El viaje fue maravilloso, Max y María bañaron a los pequeños, después de un día perfecto en familia, y luego cenaron a la luz de las velas, muy romántico, Max le dio un regalo a María, un collar con un colgante con los dos niños, ella sonrió y con los ojos llenos de lágrimas de amor, sellaron esa noche con besos y mucho amor.

Eran casi las 6 de la tarde cuando Heriberto dejó a Victoria en su casa, acordaron que regresaría con la cena, pero él tenía otros planes, fue al mercado a comprar cosas especiales, haría la cena para los dos. Cuando entró en su casa, la criada le advirtió que la señora acababa de subir a ducharse, pues en cuanto llegó llamó a Fernanda y luego a Antonieta. Despidió a la criada, diciendo que podía ocuparse de todo. Un rato después ya estaba haciendo la ensalada, había puesto en el horno la carne, efecto un puré de verduras, esperando a su amada, cuando sonó su móvil, sonrió al contestar.

H: Hola, mi vida. - ella estaba tumbada en la cama, solo llevaba una bata negra, solo se pondría algo de ropa cuando el llegara.

V: Hola mi amor, ¿volverás pronto? tengo un poco de hambre.

H: Un poco, dime ¿cómo estás vestida?

V: Estoy en la cama, sólo con la bata, esperando a que vengas.

H: Um, creo que me daré prisa, entonces, mi amor, ¿puedes hacerme un favor antes de que llegue?

V: Claro, ¿qué quieres?

H: Ve a la cocina a ver si hay vino en la nevera, si no ya me lo llevo yo de aquí. - dijo esperando a que ella bajara rápidamente. - Pero no cuelgues, quiero saberlo ahora, ok.

V: Tiene que haber, mi amor, siempre hay. Pero está bien, iré a ver, espera. - Al salir de la habitación, escuché sus palabras de cariño y amor. - Amor, ¿ya falta mucho?

H: No lo haré, ya me estoy acercando. - entró en la cocina, el olor era maravilloso, miró dos copas de vino en la encimera, miró a su alrededor, vio la puerta del jardín de invierno abierta, miró y había una hermosa mesa puesta, flores, copas, todo perfectamente, listo.

V: Heriberto, hola mi amor, tu hiciste todo esto. - ella miro todo amando la sorpresa. - La abrazó y le besó el pelo tiernamente.

H: Para ti, mi reina. Me he tomado la libertad de despedir a tu doncella, estamos solos. - cogió las copas, brindaron y cenaron.

Victória hablaba de los planes que tenía, para la nueva casa, y como sería de ellos dos juntos, de su matrimonio, la cena fue tranquila, muchas palabras de amor dichas, muchas caricias y besos de amor.

Victoria estaba terminando de lavar los platos cuando sintió las manos de Heriberto en su cintura, le olfateó el cuello escuchando un gemido bajo, Heriberto cerró el grifo y la giró hacia él, mirándole a los ojos.

H: Victoria, me estás volviendo loco sola con esa bata, te quiero aquí en esta cocina. - Sin esperar respuesta la colocó frente a la encimera con las manos apoyadas en ella, Victoria ya estaba llena de deseo, le abrió la bata y la dejó caer, estaba desnuda, le pasó la mano por el lateral del cuerpo, llegando a los pechos y los apretó.

V: Ahhhh Heriberto, eso es, necesito más.

Heriberto se apoyó en ella mostrando lo deseoso que estaba, le devolvió el beso, una de sus manos fue a su intimidad, acariciando, la otra continuó en sus pechos, los dos se necesitaban, Victoria levantó el culo arrancando un gruñido de deseo y placer de él, que intensificó los movimientos con su mano. Sabía que Victoria se correría, se quitó los pantalones con las bragas.

H: Victoria abre las piernas para mi, deja que te penetre, quiero sentirte entera.

Victoria abrió más las piernas, apoyándose aún más en la encimera, dándole libre acceso, Heriberto se agachó y la saboreó, que gritó su nombre, se colocó detrás de ella y la llenó tranquilamente, la cocina estaba tomada por sus gemidos.

V: Más Heriberto, más fuerte.

Heriberto era más rápido y fuerte, estaban a punto de explotar, con unas cuantas caricias más ambos se corrieron, aún sin salir de ella Heriberto tocó cada parte del cuerpo de Victoria que estaba embriagada de placer y lujuria, poco a poco salió de ella, la volteó, ella estaba sonrojada y sus ojos brillaban y él sabía que ese brillo era para él, la besó suave y tranquilamente, la tomó en su regazo y se dirigió hacia la recámara.

Heriberto era más rápido y fuerte, estaban a punto de explotar, con unas cuantas caricias más ambos se corrieron, aún sin salir de ella Heriberto tocó cada parte del cuerpo de Victoria que estaba embriagada de placer y lujuria, poco a poco salió d...

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