Quisiera parar el tiempo II

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De lo que no se daban cuenta era de que Amanda, Emiliano y Lucía Vitoriano estaban en la puerta del despacho con una vista completa de la sala. Todos esperando la aprobación o desaprobación de la Sra. Cecilia.

- Mierda, perdí la apuesta, y ahora, ¡ella me hizo pasar un mal rato en la cocina!

- ¿Qué, Inés te hizo pasar un mal rato? - dijo Amanda riendo. - Oh, ¿entraste con las botas sucias en la cocina? - confirma.

- ¿Tía? - dijo Emiliano.

- La cocina es como un centro de salud, cuanto más limpia mejor, Inés es enfermera, jefa de un departamento, quiero ver entrar a los grandes si se lavan.

- ¿Dónde está Lucía? - miran, la joven ya estaba al lado de su abuela. - No pierde el tiempo, siempre ganará porque es la que mejor discute, ¡la pesada de su hija! - dijo Victoriano.

- Ahora vámonos, mamá ya nos ha metido el dedo. - Amanda volvió a la habitación sonriendo. - ¡Le dije a Inés que no era tan difícil!

- Ha preparado un té excelente, no es de los míos.

- En realidad, lo es, sólo que preparado de una manera diferente. Ah, cuando estaba en la cocina entró un señor, dijo que era un labrador más, le dije que volviera y se limpiara las botas antes de pasar por la cocina.

- Hiciste bien, Inés. Estos peones son muy abusivos, mi padre les deja salirse con la suya y eso no está bien.

- Listo el defensor de las botellas y las pastillas.

- Eres débil y oprimido, ogro.

- Ya os vale, Inés, perdónanos, estos dos últimamente están como perros y gatos. - Dijo Amanda mirando a sus sobrinos.

- Victoriano ha venido a disculparse con Inés por entrar en la cocina ¡con las botas puestas! - Inés se detiene y se queda mirando, le pisó los pies a la dueña, el hombre de ese tamaño simplemente obedeció una orden de la criada de su madre.

- Hola señoras, buenas tardes, madre. - él asiente y la señora le imita. - Señora Inés, buenas tardes. Y disculpe por... - pone cara de risa y Cecilia le regaña.

- Victoriano, modales, cuántas mil veces te he pedido que no entres en casa sin asearte antes; así tienes un hueco en tu despacho fuera. Inés, gracias por llamarle la atención, te lo merecías.

- Bueno, soy yo la que se disculpa, cuando lo vi, mi boca fue más rápida que mis pensamientos, el cuidado de una enfermera a la que le gusta limpiar. - dijo sin gracia.

- Bueno, entonces Inés se queda, tendremos que pedirles que limpien la casa de huéspedes, por ahora, Inés, tienes que recoger tus cosas en el pueblo para quedarte en la finca, allá en el hospital yo me encargo -dijo Amanda, tomó su bolso, besó a su madre y miró a su hermano.

- Voy a contratarte y necesitaré tus documentos. - Inés se levanta y le entrega a Victoriano una carpeta con todos los documentos de los que Amanda le había informado.

Emiliano fue el encargado de enseñarle la finca a Inés, la llevó a ver todo y le presentó a todo el mundo, le dijo que podía ayudar en su clínica cuando él no estuviera de servicio o cuando la señora Cecilia estuviera descansando.

- Si, lo hago, más cuando estoy sin ayudantes para tratar a los animales bípedos de esta granja, y mira, es cada desgarro y cada hueso roto.

- Hace mucho que no estoy en una, prácticamente desde que me licencié. - se puso nostálgica.

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