6.- No eres raro

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Apretaste los puños dejando que Barou se fuera por donde llegó antes de que le dijeras todo lo que pensabas. Tener problemas con él causaría tu exposición y posible eliminación. No había más opción que soportarlo.

—Sabía que estarías aquí, Ziany.

—¡Bachi! —Giraste tu cuerpo con asombro al escuchar su voz— ¿no estabas en las duchas?

—Quise venir a buscarte para... ¡bañarnos juntos! —propuso lanzándote una toalla de baño.

—¿Qué? pero tú sabes que... —Te sonrojaste y enmudeciste de los nervios.

—Sí, pero si te bañas a solas todo el tiempo, alguien más sospechará, vamos, te juro que no veré nada. —extendió su mano hacia tí a modo de invitación.

—Ahh... e... está... b...bien. —Sentiste que el corazón se te iba del cuerpo, tomaste su mano y él la apretó suavemente para llevarte consigo.

Los baños se encontraban vacíos para ese momento, por lo que tuvieron todo el lugar para ustedes. Tu compañero ni siquiera te dió el avisó cuando ya estaba despojándose de toda su ropa sin importarle que estuvieses ahí.

—¿Cómo puede tener un cuerpo tan atlético y a la vez ser tan dócil? ¿Quién es éste hermoso ser humano? —pensabas sin despegar tus ojos de su silueta, que se desvanecía a cada minuto bajo el vapor del agua caliente —Es cierto, Bachira se baña mirando a otro lado, pero, ¡¿porqué yo no puedo dejar de mirarlo?! Jamás ví a un chico desnudo tan cerca, ni siquiera a mi hermano. ¿Tan inocente he sido todo este tiempo? ¿Porqué tiene que ser tan lindo? Y encima, guardó mi secreto a pesar de descubrirme casi de inmediato.

—Ziany, ¿está bien si te hago otra pregunta? —rompió el silencio una vez que enjabonaba su cabello.

—¡Ah! Está bien, adelante. —aceptaste ya que te sentías culpable por haberlo mirado descaradamente.

—Ese fútbol que juegas... es porque siempre estuviste sola, ¿no es así? —Justo en el blanco. El impacto que te paralizó fué la respuesta para él y un nudo se te formó en la garganta. Eras un libro abierto ante sus ojos intrusos y con una justa razón, pero su intención no era ofenderte, era sincerarse. —Yo también he jugado solo desde la infancia.

—¿Cómo dices? ¿A pesar de ser un chico? Pero... ¿porqué? —No te cabía en la cabeza que una persona tan genial hubiese sufrido el rechazo de otros.

—Dicen que soy raro. Que no juego en equipo. Talvez es cierto, el mounstro dentro de mí es el único que juega  como yo quiero y por hacer lo que me dice termino siendo abandonado. ¿Lo ves? Ser una chica no es la unica barrera que impide jugar al fútbol como uno quiere, así que, adelante, puedes decirlo, soy un rarito.

—Bachi... —Tu blando corazón quería abrazarlo, eran tan parecidos que parecía irreal, pero no querías verlo triste, tú podías llorar por horas y no te importaría pero su sonrisa era motivo para mantenerte fuerte— ¡pues yo te gano porque puedo jugar con 10 mounstros a la vez! Lo que miras son a jugadores increíbles capaz de realizar pases solemnes e indicarte hacia dónde moverte para anotar, ¿no es así? —expresaste con alegría, deslizando tus dedos en tu cabello mientras el agua caía sobre tí— Quizás yo no veo mounstros al jugar, pero entiendo lo que quieres decir. No, Bachi, para mí no eres ningún raro. En todo caso, la rara soy yo por tener que imaginarme un equipo entero y así poder disfrutar del fútbol. — De nuevo, tu voz parecía quebrarse, los malos recuerdos luchaban por atormentar tu mente— Sé perfectamente cómo se siente que nadie quiera... jugar contigo... —Y lo lograron.

—Ziany... ¿estás llorando?

—No, es el agua de la regadera. —bajaste la cabeza y Bachira no dudó en acercarse más a tí y asomarse con curiosidad a ver tu rostro.

—¡Pero tus ojos se ven irritados!

—¡Me cayó Shampoo! —te cubriste la cara para que ya no te viera y él sonrió, cerró la llave de la regadera y aunque no podía verte, escuchó un leve sollozo, motivo suficiente para envolverte con sus brazos.

—Te prometo... que mientras estés conmigo, jamás volverás a jugar sola, Ziany. —susurró cerca de tu oído para después ser correspondido por tí, que te aferraste a su cuerpo con un par de lágrimas rodando por tus mejillas.

Estoy abrazando a un chico desnudo, puedo sentir su cuerpo cálido y apoyarme en su pecho. Sé que le he contado sobre mi dolor, pero no dejaré que esto sea en vano, porque mis lágrimas ya no son de tristeza, sino de esperanza.

—Gracias, Bachi...

—¿Sabes qué me dijo el mounstro cuando te ví por primera vez?

—¿Uh?

—Dijo... "Ese no es un chico, ten cuidado".

—¿Cuidado? ¿Qué podría hacerte yo?

—...harías que yo me convierta en el mounstro.

ZIAN [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora