18.- Premio de consolación

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El equipo V y Z pasaron a la segunda fase. Ego les asignó un entrenamiento intensivo especial antes de seguir el proyecto.

Después de terminar una ardua rutina de ejercicio, te dirigiste al comedor para conseguir una botella de agua de la máquina expendedora.

—Qué cosas, ahora no puedo ni tomar agua sin acordarme del osito polar dormilón. —bromeaste antes de beber para saciar tu sed.

—¿Ese es mi apodo? —interrogó el susodicho, como invocado de la nada— En ese caso, te llamaré pequeña almohada.

—¡¿Nagi?! ¿Qué haces aquí?

—Ah, también vengo por agua.

—Ya veo... —te hiciste a un lado de un salto — ¿y porqué yo soy "pequeña almohada"?

—Porque eres la más bajita de todos. Y lo de almohada es... no es importante. —despreció agarrando su botella para darse vuelta e irse.

—Se nota que progresaste, lo hiciste tú solo. —elogiaste su acto independiente de abrir y beber agua sin ayuda.

—Fué gracias a tí. —confesó. —Si quiero hacerte mi esposa, debo esforzarme, ¿no es así? —al escuchar aquello, tu cuerpo se paralizó y tus piernas temblaban— Me fastidia el sólo pensar en eso de las relaciones, pero es una molestia que valdría la pena.

—Con razón eres amigo de Reo, están igual de locos. —respondiste evadiendo el contacto visual, pues te habías avergonzado de imaginarte casada con Nagi— Yo no vine aquí para ser la esposa de nadie. —Ahora intenta creerlo tú misma.

—Hablando de Reo. Deberías ir a verlo.

—¿Eh? ¿Porqué?

Unos minutos más tarde, tomabas una profunda respiración previa al entrar en la zona del equipo V.

—Ashh... cuando le dije a Nagi que le hacía falta una novia, se lo tomó muy en serio. —lamentó el pelimorado, balbuceando por los pasillos rumbo a las duchas— Pero no me refería a Zian.

—¿Reo? —lo llamaste haciendo un discreto ademán para no llamar la atención de otros— ¿Estás bien? —sus ojos parecian cansados, como si hubisese dormido poco. La derrota le había bajado el ánimo.

—Sí, yo... reflexionaba, ya sabes, perdimos y eso. —contestó afligido, con la conciencia intranquila por saber que te importaba su estado emocional— Escucha, sé que te dije algo inapropiado, no estuvo bien apostar por tus sentimientos. Me dejé llevar por la ambición. Si me porto así, entonces... no merezco una novia como tú.

El arrepentimiento sincero de Reo lo hacía ver como un chico adorable, incluso te causaba lástima, ¿acaso la primera impresión fué una fachada para quedar bien? El ser humano que tenías en frente hasta era más atractivo.

—Dijiste que querías ser mi primer beso, ¿verdad?

—Ah, lo dije muy alto, ¿no? —se sonrojó llevándose una mano sobre la boca.

—Fué gracioso. Es que ningún chico se había interesado por mi talento antes de venir a Bluelock. Y tú lo aprecias. Estudiaste todos mis movimientos para bloquearme, jamás me había divertido tanto, fué un verdadero reto. Muchas gracias, Reo.

Como el chico desvío sus ojos al techo un momento, usaste la oportunidad para ponerte de puntillas frente a él y robarle fugazmente un beso que lo hizo palidecer.

—¿Por...porqué... fué... eso?

—Un premio de consolación. —contestaste armada de valor, cambiando la tristeza de Reo por una esperanzadora y boba sonrisa infantil— Hay cosas que no se compran con dinero. Si quieres que sea tu novia, madura, niño mimado. —retaste compartiendo la misma sonrisa.

Zian... no sabes cuánto me encantas. —soñaba despierto viajando en sus pensamientos— Estas ganas que tengo de estar contigo no han hecho más que aumentar. La próxima vez que nos encontremos, te venceré y haré que quieras quedarte a mi lado.

—Aunque un par de millones en mi cuenta bancaria no estarían nada mal. —agregaste a propósito para devolverlo a la realidad.

—¿Qué?

—Ja, ja, ja, ja, es broma.

—Oh, qué mal, estaba a punto de considerarlo.

—¡¿De verdad?! —te sorprendiste cayendo en tu propia trampa.

—No.

—Aaayy, ¡Reo!

—¡Ja, ja, ja, ja!, tú empezaste.

Hacer amistades en Bluelock se estaba convirtiendo en un pasatiempo para tí. Al final de la primera fase, lograste la admiración y el cariño de varios delanteros. Jóvenes de tu edad con quiénes podías aprovechar al máximo tus habilidades y mostrar tu pasión.

Sobreviviste a la primera tormenta. Por ahora.

Tras varios días de espera en Japón, el centrocampista prodigio, Itoshi Sae, dedicaba su tiempo a obtener datos e información sobre el proyecto Bluelock, con la intención de ver el resultado que tendría. Sin embargo, también pasó tiempo encerrado en el hotel debido al escándalo que circulaba en redes sociales y le era difícil concentrarse en otra cosa.

—Estoy más interesado en las piernas de una chica que en ese estúpido proyecto. —se regañó tanto así mismo que una vena saltaba en su frente— ¿Porqué me importa? Ni siquiera las modelos de España que tanto querían mi número lograron llamar mi atención. ¿Qué tiene de especial? —Hizo una pausa para relacionar de nuevo ese momento, esta vez con el fútbol— Ya entiendo. Esa reacción que tuvo cuando me acerqué, si no me hubiera percatado, lo más seguro es que mi humillación no tendría reparo. Ella realmente intentó patearme a conciencia. Si la fuerza de ese movimiento tocara un balón de fútbol... No. Si hubiésemos estado en un partido real, predecir y detener esa reacción me habría costado esfuerzo físico y mental. El valor de esa chica sería inmenso si se dedicara a ese deporte, pero no la encontré en ningún equipo femenil del que se haya tenido registro. ¿Debería volver a ese hospital? No tengo otra manera de resolver mis dudas, hablar con ella es necesario, aunque no me haya perdonado.

Golpes a la puerta de la habitación lo sacaron de sus pensamientos. Permitió el acceso de inmediato al notar que era su manager, quien entró apresurado y cargando una carpeta azul con algún documento importante dentro que le tendió en las manos.

—Sae, no me lo vas a creer, ¿adivina quién está en Bluelock?

—No adivino. Dime quién. —se quejó el pelirrojo desde su natural amargura.

—Tú hermano. Mira, aquí está su nombre y fotografía. —señaló en la lista para que Sae lo ubicara, pero los ojos del genio se quedaron inmersos al principio de los nombres.

—Arey Zian... —pronunció en un susurro, arrugando la carpeta en una indefinida acción de molestia— ¿Qué hace ese nombre en esta lista? ¿Porqué no me lo dijiste?

—Acabo de recibir los datos, ¡no lo había visto, lo juro! —justificó el hombre.

De pronto, algo encajó en su cabeza.

Que el reloj en aquella sucursal era un regalo que comprabas para Arey, que estaba hospitalizado por alguna razón. Por lo tanto, el nombre que le parecía extraño para una chica, no era tuyo. Se había equivocado.

—Mierda... —expresó con asco y vergüenza, hundiendo la cara entre las hojas.— Le mandé flores a un chico.

ZIAN [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora