97.- Ninja filofobico

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—No. —respondió el chico de mechas verdes al apartar su mirada de tí como si estuviese decepcionado. —Al menos... no tanto como los demás. —aclaró para luego sostener tu mano— No es tu culpa, yo soy quien no se puede tomar en serio las relaciones.

—Oh, ¿por eso le diste tu número a esas chicas en el boliche? —confesaste sin reclamo en tu tono.

—¿Qué? ¿Viste eso? ¡Para que lo sepas, no salí con ninguna de ellas! Era la euforia del momento porque ahora somos famosos y... —Otoya se dió cuenta de que estaba explicando demasiado las cosas, pero le costaba trabajo ser directo. —Simplemente no quiero enamorarme de nuevo. —confesó en voz baja, acariciando tu mano suavemente— Perdóname, Zian.

—No, tienes razón. —admitiste presionando su mano antes de que se apartara— He sido descuidada como novia. Ni siquiera conozco bien a la mitad de ustedes y sigo creando ilusiones que talvez no podré sostener en el futuro y tengo miedo cuando algo sale mal. —Un nudo se formó instantáneamente en tu garganta, complicando tu respiración y finalmente rompiendo en llanto— Es mi culpa por creer que podía con esto...

—Oye, no llores, por favor. — El chico te atrajo a su pecho tan pronto como vió la primera lágrima caer de tu mejilla y la secó con un pañuelo que tomó de forma audaz— Ya te dije que no es tu culpa. Lo último que quiero es hacerte sentir así. —El remordimiento lo invadió, sabiendo que necesitaba arreglar las cosas, tendió su mano a la altura de tu estómago, esperando que la tomaras— Ven conmigo, te regalaré mi cena.

—A los dos nos dan lo mismo... —seguiste llorando entre quejas.

—Bueno, entonces tendrás doble ración. —insistió con tal de calmarte.

Ambos estaban en el comedor media hora después. Estabas terminando el segundo platillo mientras Otoya te miraba sentado al frente.

—Creo que sólo tenías hambre. —bromeó al notar que no habías hablado desde que empezaste a comer.

—¡Uhm! ¿Quieres? —Ofreciste al notar que ya casi terminabas todo.

—Nah, disfrútalo. Estoy bien. —mintió sutilmente. Ya se las arreglaría más tarde para robarle la comida a otro usando su sigilo.

—Mmm... Puede que sea grosero preguntarte esto, pero, ¿porqué te da miedo enamorarte?

—...Porque me engañaron. —Reveló con pena, haciendo una pausa para proseguir— No me habría dolido si no me hubiera enamorado. Por eso decidí no comprometerme nunca más. —decir aquello era difícil para él, porque también era la causa de su comportamiento desinteresado y desleal. Los misterios de su indiferencia estaban siendo revelados— Darle tu confianza a alguien es como entregarle un arma... creyendo que no te disparará.

Su frase removió gran parte de tus pensamientos. No habías analizado una situación así hasta ese instante. De ser como él aseguraba, tú ya habías entregado un armamento completo sin saber si había un traidor en tus tropas.

—Significa que en cualquier momento puedo morir. —murmuraste pasando saliva y replanteando tu camino por Bluelock.

—¡No lo decía por tí! Ahh, soy un idiota... —lamentó el chico, hundiendo su cabeza entre las palmas de sus manos.

—Está bien, ya lo comprendo. —Aseguraste mientras llevabas los platos sucios al sitio correspondiente. —Yo soy la razón de que este poliamor exista y no tengo que sentirme abrumada. Eso significa que tú tampoco debes sentirte obligado a enamorarte. Si tú me aceptas como soy, distraída e ingenua, yo te acepto como eres, relajado y sin compromisos.

—¿Te caíste del cielo? ¿O porqué de repente pareces un ángel?

—Oh, no empieces con eso. No caeré en tus piropos genéricos. —Huiste de ahí sintiendo pena por su repentino elogio.

—¡No! ¡Es en serio! ¡Zian!

—Esfuérzate un poco para la próxima, chico ninja. —afirmaste mientras se abría la puerta de salida del comedor. Te quedaste un segundo mirándolo y sonreíste con alivio e hiciste una ligera reverencia al haber podido hablar con él y conocerlo mejor— Gracias por la cena.

Otoya no podía creer lo que pasó después de que te fuiste. Su corazón se aceleró después de mucho tiempo de calma. Le resultaba imposible explicar aquella emoción, pero era nueva, cálida, dulce y reconfortante.

—Puede que me haya equivocado antes y esta sea la primera vez que me enamoro.

Más tarde, después de hurtar la cena de uno de los Españoles, regresó al dormitorio, donde Bachira y tú habían juntado sus camas para dormir juntos. Naturalmente, esa imagen le habría encendido de celos en el pasado.

—¡¿Cómo se atreven a hacer eso... —gruñó Otoya, caminando molesto hacia su lugar, evitando verlos a la cara— ...sin invitarme?! — A toda prisa, arrastró su cama para juntar las tres, dejándote asombrada por su reacción.

—¡WIII! ¡OTOYA SE UNIÓ A LA PIJAMADA! —Bachira saltó sobre las camas como liebre en el campo. Otoya le siguió la corriente, brincando e imitando jutsus y poses dignas de un cosplayer.

Finalmente, te encogiste de hombros y mandaste la madurez al carajo para hacer lo mismo.

Hasta que rompieron una de las camas y los sancionaron por hacer demasiado ruido.

Durante 10 días, tendrían que entrenar para demostrar que merecían un lugar como titulares del Barcha, pero aunque recién habían pasado dos días, Lavinho  no tenía presencia como maestro y cada vez que lo veías estaba haciendo cosas raras frente y fuera de cámara.

—¡Aah! Conque tú también consumes de la buena~ —dijo Lavinho a Bachira mientras este hablaba de su mounstro.

—No, él es así por naturaleza. —aclaró Otoya.

—¿Eh? ¿De qué hablan? —preguntó el chico abeja quien se distraía fácilmente.

—Ya sabes, ya sabes, "azúcar blanca". —musitó Lavinho para que no lo escucharan los micrófonos.

—¡Oh, sí! ¡Me encanta el azúcar! —exclamó la abeja en voz alta, haciendo que Lavinho fingiera demencia. —¡Sobre todo la miel!

—No tiene remedio. —aseguró Otoya.

—No lo corrompan, es un alma inocente. —Te acercaste a ellos con un balón en la mano y se lo lanzaste a Lavinho para después llevarte las manos a las caderas. —Lo reto a un duelo 1 vs 3. Si le ganamos, nos enseña fútbol.

—Jajajaja, la niña tiene "cojones", ¿eh? —rió el maestro, ocultando un rastro de fastidio por tu insolente egocentrismo— ¿Y qué pasa si pierden?

—Uh... Seguimos igual.

—Oh, no, no, no. Eso no sería justo. Mi esfuerzo merece una recompensa también~

—Claro, ¿qué quiere?

—Haaa... Algo insignificante. Ven aquí. —te señaló con su dedo, atrayendote para decírtelo al oído. Tu cuerpo se congeló ahí mismo y arrugaste la frente con preocupación. —Ay, no me digas que te vas a retractar, ¿tanto miedo te da perder?~

—Tsk... —rechinaste los dientes y tu cara se puso roja, pero diste un gran suspiro para tranquilizarte. —Hecho. Nosotros le ganaremos de cualquier manera.

—¡YUJUU! ¡GRANDIOSO! ¡Vamos a jugar, que se puso picante! —celebró el bailarín, con una danza brasileña al ritmo de su locura.

—Ziany, ¿estás bien?

—¿Qué te propuso el degenerado ese?

—Hmm.... Más nos vale ganar. —dijiste apenada.

—¡Anda, dinos! No puede ser tan malo. —insistió Bachira.

—Bueno... Si perdemos, nos tendremos que hacer un tatuaje en el trasero...

—¡Sííí! —exclamaron los dos al mismo tiempo.

—De su cara.

—¡¡¡Noooo!!!

ZIAN [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora