Desde el tercer día, Lavinho ya los había elegido como titulares por haberlo vencido. Demostraron estar a la altura de sus expectativas y se dedicó a observar de vez en cuando sus entrenamientos.
Notaste que Bachira había estado más apegado a tí después de la noche anterior. Otoya, por su parte, continuaba siendo de pocas palabras y te preocupaba que estuviese molesto.
Al llegar la noche, Bachira cayó profundamente dormido debido al desvelo anterior. Tú habías descansado bien, pero el chico abeja no pudo dejar de acariciarte y mirarte mientras dormías después de aquello que habían hecho. No lo podía apartar de su cabeza y dicho insomnio le cobró factura.
Te metiste en tu cama después de darle un beso en la mejilla mientras él descansaba en posiciones fetal y se chupaba el dedo cuál bebé. Algunos aspectos de su personalidad no habían cambiado, pero eso lo volvía único.
Pronto sentiste la presencia de otro cuerpo metido en tu cama, esperando tu aparición.
—Otoy...—Diste un sobresalto y él puso su dedo índice en tus labios, indicando que guardaras silencio. El susurro de sus labios fué tan suave que apenas lo escuchaste.
—Tú y yo debemos hablar seriamente sobre esto. —señaló mostrando en su mano derecha un preservativo que tomó de tu casillero.
—¿De dónde los...? —Hiciste una pausa, recordando que él estaba cerca cuando abriste tu casillero para sacar tu cepillo de dientes. Ahora sabía que habías metido condones a escondidas, pero aunque le explicaras que no fué tu idea, eso no era lo que realmente le importaba.
—Pero seamos discretos con nuestra "conversación". —sugirió mientras abría el paquete cuidadosamente— No queremos que Bachira se despierte. Él ya tuvo su turno ayer.
De pronto, te quedó claro que Otoya se estaba refiriendo a algo muy distante de una charla seria, sino que te mostraría su indignación por haberle ocultado tan importante información con un pequeño escarmiento que pondría a trabajar tu sigilo.
—Ahh...—fallaste de inmediato al contacto con sus manos frías atrayendote por la cintura.
—Shhhh —susurró con dureza, sus labios rozaron el lóbulo de tu oreja antes de morderlo ligeramente. —No haremos ni un solo sonido—. Su mano libre comenzó a desabrochar los botones de sus pantalones lentamente, revelando más de sus tonificados abdominales y el endurecido miembro tenso contra sus boxers.
Formaste parte del juego y le ayudaste a colocar la protección sobre su erección liberada. Él te besó los labios al no resistir más el deseo de estar en contacto con tu piel. Tus dedos tocando su dureza con timidez y torpeza le parecían intentos enternecedores de tomar la iniciativa que lo volvían loco.
Su facultad para controlarse era envidiable. Por mucho que deseaba hacerte suya en un impulso intenso, encontró el placer en las caricias suaves, los besos tiernos y las penetraciones suaves, prolongadas y profundas.
Aquello era un sexo diferente a lo que habías experimentado. Un reto malicioso. El estilo silencioso de Otoya no restaba lo excitante de su cuerpo caliente haciéndote sudar en una lenta y sublime ola de disfrute y tacto íntimo.
En ocasiones dejaba marcas de chupetes alrededor de tu cuello, hombros y pechos, adueñándose de sus territorios favoritos. Sus respiraciones empezaron a agitarse después de un tiempo, culminando en un orgasmo mutuo que, por tu lado, ahogaste sobre la almohada mientras te mantenía boca abajo con las caderas elevadas para entrar y empujar con mayor facilidad.
Finalmente, te desplomaste en la cama, inhalando y exhalando mientras él salió de tu interior para deshacerse del preservativo lleno de su semilla y se acercó a tu oído para elogiar tu silencioso desempeño en una tarea que aparentaba ser imposible.
—Aprobaste. —dijo en tu oído, provocandote un escalofrío por la espalda— Este fué tu examen de ingreso. Mañana empiezan las clases.
Nuevamente recibiste una de esas advertencias que te hacían pensar si tus novios eran humanos o demonios incubos de la lujuria.
Para tu suerte o desgracia, a la hora del almuerzo del día quinto en Barcha, una mancha de sangre en tu ropa interior fué el aviso de tu ciclo hormonal, así que tuvieron que dejarte descansar de sus caricias nocturnas el resto de los días de entrenamiento.
Otoya le explicó a Bachira cómo funciona la menstruación, pero él entendió "monstruación" y terminó imaginando una criatura sangrienta viviendo dentro de tu cuerpo, lo que le emocionó.
El sexto día estabas más sensible que de costumbre y gracias a ello, tu modo de juego se intensificó. Todas tus estadísticas subieron desde ese día, pero nadie sabía porqué ni cómo, pero así llegaste hasta el día 10.
De sobra estaba decir que con ese desempeño te ganaste el mejor sitio como titular del Barcha, usando el dorsal 10 como la delantero centro en el primer enfrentamiento.
Las puertas para ambos equipos fueron abiertas, dejando entrar a los equipos correspondientes.
Por un lado, el Barcha era liderado por tí, que usabas, como era costumbre, un uniforme provocativo con el mismo diseño que el resto, pero hecho exclusivamente para el deleite del público. Seguías sin acostumbrarte a ello, pero poco te importó en ese momento, pues estabas más ansiosa por ver lo fuertes que se habían vuelto quienes eligieron ir a Alemania.
Observaste la banca del Bastard al escuchar la voz ruidosa de Raichi llamándote. Tu corazón casi se detiene al reconocerlos a todos y al no reconocer a ningún titular.
—¿Isagi y el resto... están en la banca? —Te sorprendió mucho que ninguno alcanzara un puesto, pero Bachira no pareció decepcionarse.
—No te preocupes, lo lograrán. —dijo animado, estirando los brazos— Nosotros nos adelantaremos mientras tanto.
Asentiste al estar de acuerdo con Bachira. Ellos no se darían por vencidos fácilmente. De pronto, algo llamó tu atención, un aura pesada y oscura desde el equipo Alemán. Primero viste a Kaiser, quien al cruzar miradas contigo, sonrió y te guiñó el ojo. Tú quedaste paralizada, dejaste de pensar, Bachira y Otoya notaron tu estado de shock.
Kaiser se regocijaba al pensar que tan sólo su presencia te hacía actuar de esa manera. Dió un paso al frente cuando te vió avanzar a pasos agigantados hacia él y hasta estaba listo para abrazarte.
Se quedó con los brazos abiertos como un cristo crucificado mientras lo pasabas de largo, al igual que a Ness y te arrojabas a los brazos de otra persona que estaba detrás de todos ellos.
Tus ojos eran un mar de lágrimas, tu corazón se aceleró y sólo podías aferrarte fuerte a su pecho. Lo habías extrañado con toda tu alma y verlo de nuevo, tras mucho tiempo de incertidumbre, te llenaba de felicidad.
—¡¡KUNIGAMI!!
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ZIAN [+18]
Fanfiction• Bluelock x tú Eres una gran delantera que ama el fútbol, pero nunca has jugado en un equipo de hombres. Infiltrarse en Blue Lock sin saber de qué se trataba fué tu mayor error. Mientras intentas sobrevivir, aprenderás por las malas el largo camin...