Capítulo 28

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Pedri González

Despierto al escuchar ruido abajo, seguramente Fer estaba haciendo el desayuno.

Siento las respiraciones lentas de Amaia golpeando mi cuello, veo hacia abajo y ahí estaba ella, durmiendo plácidamente con su cabello castaño suelto desordenado y su boca ligeramente abierta.

Sonrío al recordar lo perfecta que había sido la noche anterior.

Habíamos cerrado la pretemporada ganando un partido y había hecho el amor con la persona que amo.

Al principio no sabía si hacerlo con ella tan pronto era la decisión correcta, no quería que se sintiera presionada y la verdad es que me tomó completamente por sorpresa.

No quería hacer algo que la hiciera sentir incómoda.

Pero si ella estaba lista para entregarse a mí de esa manera mi único deseo era en todo momento hacerla sentir amada y que era hermosa, a como muchas veces se lo repito.

–Eres lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo– digo acariciando su cabello, ella se remueve en mis brazos y se abraza más a mí.

–Tú también, canario– susurra contra mi cuello en donde deja un suave beso.

–¿Estabas despierta?– pregunto viéndola, sus ojos aún están entrecerrados cuando se suelta de mi agarre y queda boca arriba en la cama.

–No, escuché ruido abajo– dice estirándose en la cama, me lanzo a ella para seguirla abrazando, ríe y envuelve sus brazos por mi torso.

–Es Fer, lamento que te haya despertado– ella niega.

–Está bien, de todos modos hay sesión de recuperación hoy– dice acariciando mi cabello.

–Pues que bien, porque no doy más– digo sintiendo la pesadez en mis piernas.

–Tú has insistido.

–Y no me arrepiento– ella ríe y sus mejillas se tornan rojas.

Hay dos toques en la puerta que nos hacen girarnos.

–Parejita...– dice la voz de mi hermano desde el otro lado–. Ya está el desayuno.

–Bajamos en un momento– digo de vuelta, escucho sus pasos alejarse y Amaia se sienta en la cama.

–Umm... ¿tienes un short que me prestes?– pregunta tímidamente intentando cubrir sus piernas con mi camisa, sonrío pero no digo nada para no avergonzarla.

–Creo qué hay uno que te puede quedar– me pongo de pie para buscar en mi armario, encuentro uno que tiene mi antiguo dorsal, el 16–. Prueba este– se lo doy y se lo pone, le queda perfecto.

–Gracias, me queda bien– dice atándose el cabello en una coleta–. Tengo que regresar a mi apartamento, no tengo mi ropa para el entreno.

–Puedo llevarte– me encojo de hombros.

–No, no puedes, con costo nos da tiempo de desayunar y ducharnos, llegarás tarde al entreno. Prefiero llevarme la bronca de Xavi yo– dice ella y niego.

–No te llevarás ninguna bronca, y si es así, nos la dará a ambos– digo acercándome a ella y acariciando su mejilla.

–Eres un cabezota– frunce el ceño.

–O los dos o nada, cariño– digo sonriendo, ella lucha con una sonrisa que al final no puede contener.

Vamos al baño de mi habitación y ella me pide un cepillo de dientes.

Luego de cepillarnos los dientes juntos bajamos a la cocina en donde Fer nos está esperando con el desayuno.

–Muy buenos días a la parejita– dice mi hermano divertido mientras sube y baja las cejas rápidamente.

Fate | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora