Capítulo 35

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–Amaia...– escucho que dicen mi nombre, abro lentamente los ojos.

–¿Qué pasa?– pregunto despertándome por completo, Fer suspira aliviado.

–Pensé que habías seguido la luz al final del túnel y te había perdido– dice divertido, le doy un golpecito en el brazo–. Me quedé hablando solo y ni te movías. Me he acojonado.

–Lo siento, me quedé dormida– siento mi garganta picar–. ¿Cuánto tiempo te quedaste hablando solo?– pregunto soltando una risita.

–Todo el tiempo que te quedaste dormida, 20 minutos– yo río.

–No puede ser, lo siento– es su turno de reír.

–Tú tranquila– dice dándome una pequeña sonrisa–. Te he preparado caldo de pollo– señala un tazón humeante sobre la mesa de café.

–Gracias, cuñis– me siento y le doy un corto abrazo.

–No tienes que dármelas, ahora come para que te sientas mejor– asiento y tomo la cuchara.

Segundos después empieza a sonar su móvil.

El casi que corre a la cocina y luego lo escucho hablar.

–Es tu novio– me dice, me quedo a medio camino de la primera cucharada del caldo–. Que si Pepi, tranquilízate que no voy a matarla– hay una pausa mientras escucha a Pedri hablar del otro lado de la línea–. Tú ve a entrenar, está en buenas manos, la cuidaré con mi vida, te lo prometo.

Se quedan hablando unos minutos más hasta que cuelga.

–Mira que el caldo no es mi comida favorita en el mundo, pero te ha quedado genial y me lo estoy repensando– tomo la quinta cucharada, Fer ríe tomando asiento en la parte en L del sofá.

Cuando termino de comer rompe el silencio que se ha instalado mientras él escribía en su móvil.

–¿Ha pasado algo con Pedri?– pregunta, dejo la cuchara en el tazón vacío y lo miro.

–No me ha hecho nada si eso es lo que preguntas.

–Menos mal, que lo cuelgo de las pelotas– responde y le doy una sonrisa triste–. Pero hay algo mal.

–Me he desquitado con él– suspiro por fin dejándolo salir–. Me he agobiado porque le he dicho que estaba bien, no quería que te molestara, sin embargo pasó de mí y te llamó.

–Maia, Pedri es así– empieza dándome una pequeña sonrisa–. No lo justifico, pero él solo quiere que estés bien, no lo hace con ninguna mala intención, simplemente él es así y no puede evitarlo. Es agobiante a veces, pero se preocupa demasiado. Se come mucho la cabeza con cosas pequeñas.

–Y por eso me siento mal ahora...– digo y pauso para cubrirme la nariz con el dorso de la mano para estornudar.

–Salud– dice tres veces seguidas por cada estornudo–. No te preocupes por eso ahora, luego cuando venga puedes hablarlo con él si te sientes mejor– él se pone de pie–. Traeré tu pastilla.

–Gracias, Fer– tomo la pastilla–. Por la pastilla y por lo de Pedri.

–No te preocupes cuñis, que conmigo puedes hablar de lo que quieras cuando quieras– dice sonriendo–. ¿Por qué no vas a tomar una siesta en la habitación de mi hermano?– pregunta, dudo antes de asentir.

–Está bien– él se pone de pie y lo sigo escaleras arriba, entra a la habitación y regula el aire acondicionado para que esté en lo mínimo.

–Cualquier cosa que necesites solo grita y subo– asiento tumbándome en la cama de Pedri, sus sábanas están impregnadas de su olor.

Fate | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora