Capítulo 72

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Cuando llegamos al patio trasero en donde estaba toda la plantilla reparo en la decoración.

En una pared de la enorme terraza había un arco hecho de globos rosa y celestes, una mesa con un pastel blanco y cupcakes rosas y celestes.

–Ale, Leo ¿por qué no vamos a saludar a los abuelos?– pregunta Alice a sus hijos, ambos asienten, Pedri y yo los dejamos en el suelo.

–¿Te sigue doliendo que soy el favorito de Edo?– pregunta Pedri pasando un brazo por mis hombros mientras caminamos hacia los chicos.

–Me ama más a mí, ya verás– él suelta una risita.

–¿Qué haces, Pablo?– pregunta mi novio cuando nos cruzamos con el nombrado de camino a la mesa en donde se encontraban los chicos.

–¡Joder imbécil!– exclama dándose la vuelta, asustado.

–¿La nutricionista te aprueba tanto chocolate?– le pregunto soltando una risita al verlo bañar de más una fresa en la fuente de chocolate.

–Las fresas están aquí, ella no, así que no tiene porque enterarse– se mete una fresa completa a la boca.

–Te las vas a acabar todas– le dice el canario.

–Venga, toma una y ya me entenderás– el canario duda unos segundos antes de tomar la fresa de las manos del sevillano.

–A la nutricionista le encantará esto– les saco una foto con mi móvil.

–Eh, eso no, solo a Pablo, él ha sido el culpable...– se interrumpe cuando se lleva la fresa a la boca–. Madre mía, está buenísima.

–Gracias canario, ya lo sabía– bromeo y Pablo abre un poco la boca en sorpresa–. Que asco gaviota, no quería ver el proceso de masticación de tu boca.

–¿Qué has dicho?– pregunta Pedri tragando con un poco de dificultad la fresa, luego tose.

–Nada– sonrío como angelito.

–Controla tus hormonas, Maia– me advierte Pablo, metiendo otra fresa a su boca.

–Habla el adolescente de 18 años que está cachondo 24/7 y dice que quiere que le hagan un chupetón– Pedri suelta una risita.

–No veo en donde está el problema– alza una ceja.

–Olvídalo, gaviota– ruedo los ojos y sonríe triunfal.

–Aquí el mayor de la relación pareces ser tú– le dice a su mejor amigo.

–Lo sé, imposible que sea mayor por unos meses– le doy un golpe en el brazo al canario–. Cuidado que me tiras este manjar– protege a la fresa con su vida.

–Me recuerdan a la escena de Ratatouille cuando Remy le da a probar sus combinaciones de comida a Emile– digo cuando mi novio cierra los ojos con una expresión de placer en su cara, el sevillano hace lo mismo.

–Es que están muy buenas.

–No digas "como yo"– me advierte Pablo–. Me arruinas la comida.

–No iba a decir nada– digo levantando mis manos en señal de rendición con una mueca divertida en mi cara–. ¿Nunca tuvieron una fresa con chocolate en su vida?– en un descuido le saco la fresa de la mano a Pedri.

–Oye, esa era mía.

–Era, ahora es mía.

–Respondiendo a tu pregunta, sí, pero como el chocolate no va incluido en la dieta pues no se puede.

–¿Y desde cuándo sigues las reglas?– le pregunto al sevillano.

–Buena esa– Pedri suelta una risita.

Fate | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora