Capítulo 31

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–Estoy acojonada– le digo a Xavi mientras veo a los chicos calentar en el campo.

–Yo ni te digo– responde y ambos reímos.

El primer juego de La Liga estaba a unos minutos de empezar.

Todos estábamos nerviosos, Rayo es un rival un poco fuerte que tiene el Barça y los chicos están conscientes de eso.

–No falta nada para que empiece– digo mientras limpio mis manos en mis jeans cuando veo que los chicos ya iban de vuelta a los vestuarios.

–Todos confían en nosotros, vamos a estar bien– dice Xavi escuchando las gradas gritar y cantar en apoyo al equipo.

–Iré a ver a los chicos– coloco una mano en el hombro de Xavi.

–Ve, te necesitan– él me da una sonrisa de boca cerrada, estaba muy nervioso.

Camino a los vestuarios y cuando entro veo a los 11 elegidos por Xavi prepararse, mientras los demás los animan y van saliendo poco a poco.

–Mis niños, no importa cuál sea el resultado de hoy, todos vamos a estar ahí apoyándolos, sepan que estamos empezando una Liga, hay muchas expectativas pero no se olviden de disfrutar– les doy una sonrisa y uno a uno me van abrazando.

–Te vemos afuera, Maia– dice Ferran dándome un abrazo y saliendo.

–¿Cómo estás, canario?– pregunto sentándome a su lado, se estaba poniendo las calcetas, el único que juega con calcetas bajas.

–Nervioso– dice luchando para que la espinillera se quedara en su lugar.

–Amor– tomo su mano para que deje de intentarlo–. Déjame ayudarte– de mi bolsa delantera de los jeans saco un tape adhesivo para espinilleras, me arrodillo frente a él.

–Lo siento, estoy nervioso– suspira mientras me ve, le doy una pequeña sonrisa mientras le doy una vuelta al tape y la corto.

–Lo harás genial, solo no dejes que te dominen los nervios– digo haciendo lo mismo con su otra espinillera–. ¿Están bien así?– pregunto moviéndola un poco.

–Está perfecta– se sube las calcetas y me pongo de pie, él hace lo mismo y me envuelve en un fuerte abrazo.

–Estarás bien, mi amor– dejo un beso en su cuello y él suspira en mi hombro, deja un beso en mi mejilla.

–No quiero interrumpir pero, ¿puedes atarme los cordones Maia?– pregunta Pablo acercándose a nosotros.

–¿Voy a tener que hacer esto siempre Martín?– pregunto, él sube su pie al banquito y empiezo a atarle los cordones.

–Es que no sé como atarlos– dice viendo mis manos en concentración, como intentando memorizar mis movimientos–. Y no me llames Martín, no me gusta.

–Listo, Martín– digo revolviéndole el cabello, el se queja–. Vamos que ya casi todos están en el túnel.

–Espera...– Pedri me toma suavemente de la muñeca, Pablo sale dándonos una pequeña sonrisa.

–¿Qué pasa Pe...?– me quedo a media pregunta porque el canario me toma de las mejillas y junta sus labios suavemente con los míos.

Tardo un poco en responder porque la que iniciaba la mayoría de besos así era yo, Pedri era más de pedirme permiso. Finalmente mis brazos envuelven su torso y le sigo el beso, que es lento.

Cuando nos separamos roza su nariz con la mía de una manera que hace que se me derrita el corazón.

–¿Y eso?– pregunto separándome un poco para verlo, aún abrazándolo.

Fate | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora