Capítulo 49

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Cuando llego, estaciono detrás del Cupra negro que usa Fer, no veo el Mini verde así que o Pedri no está o el coche está en el parking.

Me bajo del coche tomando mi móvil y me dirijo a tocar el timbre.

–¿Hola?– pregunta un chico de lentes cuando abre la puerta.

Era bastante guapo.

Volteo mi cara para asegurarme de que ese es el Cupra de Fer y que no me he equivocado de casa.

Obviamente eso es imposible, porque he estado aquí demasiadas veces.

–Hola– respondo igual de confundida que él.

–¿Puedo ayudarte en algo?

–Umm, sí, ¿está Pedri?– pregunto.

–Disculpa, ¿quién eres?– pregunta con una sonrisa confundida.

Antes de decirle mi nombre se escucha la voz de Fer desde dentro.

–¡Adri! ¿Quién es?– pregunta el mayor.

–Eh, una chica– el tal Adri voltea para hablarle a Fer.

–¿De casualidad usa un vestido naranja?– escucho la voz de mi novio.

–Sí– Adri me mira brevemente y voltea a ver hacia atrás de nuevo.

–Es Amaia, idiota– escucho pasos y la puerta se abre por completo y aparece mi novio con una enorme sonrisa.

–Joder, lo siento mucho Amaia– se disculpa Adri.

–No te preocupes– suelto una risita mientras Pedri me abraza fuertemente–. Por un momento pensé que me había equivocado de casa.

–Maia, él es mi primo Adrián– nos presenta en el pasillo luego de haberme hecho pasar y cerrar la puerta detrás de mí–. Adri, esta es mi novia, Amaia.

–Mucho gusto, Adrián– le tiendo mi mano, él la toma y me la estrecha.

–He escuchado mucho de ti, Amaia. Pepi no deja de hablar sobre ti– mi novio se sonroja.

–Pedro, ¿hay vistas?– escucho la voz de una mujer y me quedo helada en mi lugar.

Adrián se pierde por el pasillo soltando una risita.

–No me digas que...– niego repetidas veces negándome a aceptar lo que pienso.

–Mis padres están aquí– lo veo con horror y él acaricia mi mejilla.

–Te mato, Pedro González– lo fulmino con la mirada–. ¿Cómo no me has dicho nada?

–No lo sabía yo tampoco, Fer lo tenía escondido.

–Maldito seas, Fernando González– digo entre dientes–. Luego me ocupo de eso.

–No tienes nada de lo que preocuparte– me asegura–. Y no mates a Fer– suelta una risita.

–Pero mira como estoy– me señalo.

–No veo nada malo– me da un repaso.

–Tengo una maldita mancha de helado de chocolate en el vestido– señalo la mancha café casi en el centro del vestido.

–Es diminuta– suelta una risita–. Ni se ve, Maia. Además a mis padres no les importará, créeme.

–¿Qué buena impresión voy a...?– me silencia con un beso.

–Ya te aman, vas a estar bien– enlaza sus dedos con los míos y me guía a la sala–. Mami, papi, esta es Amaia, mi novia– me presenta.

Su madre que estaba cocinando algo se voltea, al igual que su padre que estaba sentado en el comedor.

Fate | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora