Capítulo 38

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Mientras busco un florero- que la última vez habían guardado por aquí para que Pacho no lo rompiera- me doy cuenta que Pedri está en completo silencio.

–¿Qué tienes?– pregunto inclinando mi cabeza hacia arriba para verlo porque estaba de cuclillas buscando en las puertas de abajo de la encimera.

–Yo... umm– él se rasca la nuca y evita mi mirada.

–¿Es por mi padre? No te preocupes por él– por fin veo el florero, lo saco y me pongo de pie de nuevo.

–No, no me preocupa tu padre– puedo sentir su mirada en mi espalda mientras lleno el florero con agua.

–¿Mi madre? Menos, Pepi– niega.

–Tampoco.

–¿Entonces qué pasa? ¿Estás bien?– pregunto viéndolo mientras frunzo mis cejas.

–Es que te ves...– me da un repaso lento y cuando sus ojos vuelven a encontrar los míos se sonroja–... muy hermosa– termina la frase bajando la mirada tímidamente.

–Ay Pepi– suelto una risita mientras dejo los tulipanes en el florero–. Me estabas asustando– me volteo para verlo y sus mejillas aún están rojas.

–Tenía miedo de decirlo frente a tu padre– suelto una carcajada, él ríe.

–Pues muchas gracias, mi amor– tomo sus mejillas y sus ojos bajan a mis labios–. Tú también te ves muy guapo– veo sus labios antes de juntarlos con los míos, nos damos unos cuantos besos cortos y nos separamos.

–Deberíamos volver– dice colocando una mano en mi espalda.

–Creo que sería lo mejor– hago lo mismo que él y juntos caminamos hacia el patio.

–Hombre, pensé que te habías perdido– dice mi padre cuando mira a Pedri cruzar la puerta.

–Lo siento míster, necesitaba usar el baño– miente.

–Dime suegro– casi que le ordena mi padre, Ferran ríe.

–Venga, que sólo faltabais vosotros– dice mi hermana.

–Aparta tu mano de ahí Ferran– susurro divertida en su oído cuando paso por su lado, mi familia no lo ha notado.

–Y decías que los pesados eran tu padre y hermano y tú estás peor– me dice quitando la mano del muslo de mi hermana, que un poco más y estaba dentro de su vestido.

–En la mesa no– le digo y me mira mal, me siento entre Pedri y Ferran, el canario ríe porque me ha escuchado.

Minutos después de que mi padre empezara a hablar con los chicos sobre los entrenos, partidos y la selección, empezamos a cenar, aún entre conversaciones de los temas que salieran.

–¿Y tus padres cómo están?– le pregunta mi padre a Pedri.

–Están muy bien– le da una sonrisa.

–¿No están en Barcelona?– Pedri niega.

–En Tenerife, solo vivo con mi hermano y ellos vienen a visitarnos a veces o cuando tengo partidos importantes.

–¿Hace cuánto no vas a Tenerife?– pregunta ahora mi madre.

–Desde hace dos meses– responde mi novio.

–Me encantaría volver a Canarias– dice mi madre.

–¿Ya han estado en Canarias?– pregunta mi novio con sorpresa.

–Hace muchos años atrás– responde mi padre, los veo interrogante–. Fuimos con Maia– no tenía ni idea.

–En ese caso, si algún día deciden volver a visitar Tenerife, las puertas de nuestra casa siempre estarán abiertas. Mis padres estarán encantados– sonríe.

Fate | Pedri GonzálezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora