C: 8 - LAS MUJERES MANDAN

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Mansión Avalón-

-Yule había pasado, pero la helada que había gracias a las fechas no. Los mellizos habían dormido juntos, en la misma cama, todo gracias a Atlanta, quien nuevamente seguía sin poder dormir cuando esa rama que tanto odiaba azotaba la ventana de su habitación.

Así que, para saber si Apollo en serio le cumpliría su deseo de Yule, le pidió dormir con él esa noche; Apollo, quien solo reprimió un gruñido en su interior, diciéndose a sí mismo que era el hermano mayor y ya debía actuar como tal, asintió, haciéndole espacio a su hermana. Eso , no le prestaría su almohada y su sábana, no, eso ella debía llevarlo por cuenta propia si quería dormir con él.

Pero a la mañana siguiente, justo cuando la familia Avalón terminó de desayunar, una mujer entró con mucha confianza por aquellas puertas altas de madera; con una sonrisa enorme, un abrigo de lana que le llegaba hasta los tobillos y una bufanda peluda por el cuello, Astrea hacia aparición en aquella mansión.

Los adultos se alarmaron al escuchar la puerta abrirse y el sonido del viento que entraba, pero cuando vieron a la mujer, se relajaron, uno más que otro-

Astrea: ¡Así que desayuron sin mi! -expresó divertida- No importa, le robe a un viejo su café antes de venir.

-Los mellizos sonrieron divertidos, mientras que los adultos hicieron una mueca al escuchar eso-

Astrea: Eros, soy tu madre, ¿me vas a dejar con los baúles aun en las manos o tengo que ser yo quien también los lleve hasta mi habitación? -lo miró-

Eros: Ehh, sí, yo... Apollo, ve por las cosas de tu abuela y subelas a su habitación.

Apollo: no me...

Astrea: Oh sí, nada más tienes hijos y ya puedes hacer que hagan tus responsabilidades, eh. -sonrió- Apollo, siéntate, cariño. Y tu, holgazán, ven por los baúles de tu madre.

Eros: Bien. -suspiró rendido-

Astrea: Y más vale que las subas con precaución porque traigo mi perfume de las Viejas Brujas en uno de ellos, eh.

Eros: Claro, mamá. -sonrió tímido agarrando los baúles-

-Cuando Eros desapareció frente a todos, Astrea sonrió-

Astrea: Bien, niños, ahora que se fue su padre. Vamonos a comprar cosas, yo invito, vayan a cambiarse.

Cassandra: Creo que debes pedirme permiso para eso, suegra. -la miró-

Astrea: Sí, te pediremos perdón cuando volvamos. Ahora vamonos, niños.

Atlanta: Nosotros...

Cassandra: Bien, irán. -la miró cansada- Pero tendrán que ir presentables, Astrea. No dejaré que esos dos vayan a las calles como vagos.

Astrea: Siempre tan fina, Cassandra.  -rodó los ojos-

Cassandra: Siempre tan inoportuna, Astrea.

 LOS SECRETOS DE AVALÓN  -  G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora