LOS SECRETOS DE AVALÓN - G!P

C: 116 - ALTAS COLUMNAS DE MÁRMOL BLANCO

En algún lugar del mundo
y plano terrenal-

—El primero en caer y sentir un duro y sordo golpe, fue Apollo, quien al sentirse aún pesado y aturdido, se quedó en el suelo, sin poder moverse o si quiera abrir los ojos, lo único que sabía, era que quería descansar por días en ese gélido piso en el que se encontraba.

Y sabía que era un piso porque con sus dedos podía tocarlo, piso fino, liso y limpio. No sabía el por qué, creyó que se quedaría bajo tierra y arderia en llamas como sucedió con Eros, pero no, al parecer, seguía vivo y hasta no abrir sus ojos, no se daría cuenta de que estaba en un lugar desconocido, pero muy silencioso para él.

Y del otro lado, en un lugar similar al de Apollo, pero sin ser el mismo, se encontraba Atlanta, quien al sentir como caía y se golpeaba justo como sucedió con su hermano, jadeo de dolor, quedándose un rato en el suelo, esperando a que el mareo que había sentido, se terminará.

Ella jamás se acostumbró a cuando debían hacer apariciones, y si no quería vomitarse a sí misma en esos momentos, sabía que debía seguir inmóvil hasta que se le pasará el malestar-

Atlanta: Eso dolió. -susurró sonriendo al darse cuenta de que tuvo razón con su visión y con su teoría-

-con ella adentro de la tierra, la última visión que vio donde morían todos sus amigos y conocidos, había fallado.

O eso esperaba creer.

Aún así, tuvo esperanzas y pensó en que había logrado cambiar el destino de todos, y se sintió tan agradecida con Regulus Black por darle ese increíble consejo de ser ella quien mandara en las visiones y no ellas.

Y al recordar que, si ella seguía viva, también su presumido hermano mellizo, rió divertida, acostada en medio del lugar, el cual también se sentía extremadamente frío, silencioso y vacío-

Atlanta: Rodolfo, por Merlín. -le susurró divertida- ¡Seguimos vivos! -expresó emocionada-

-pero al no escuchar una respuesta de Apollo, giró rápidamente su cabeza hacia donde se suponía que tenía a su hermano-

Atlanta: ¿Rodolfo? -preguntó confundida, abriendo sus ojos con nervios y confusión-

-solo para darse cuenta de que nadie estaba con ella-

Atlanta: Oh no. -se preocupó, parándose de inmediato-

-al principio se sintió mareada por tan repentino movimiento, tuvo que quedarse quieta para evitar algún vomito o desmayo por su propia parte, y cuando se sintió normal otra vez, se dio cuenta entonces de dónde estaba.

Y más terror no pudo sentir en ese momento.

Atlanta se encontraba en una noche invernal, en medio de un templo griego, sola y a oscuras.

El templo se erguía majestuosamente en la noche nevada, sus columnas blancas como fantasmas entre la niebla. La nieve caía suavemente, cubriendo el suelo y las escalinatas de mármol con un manto de blanco puro.

Las columnas dóricas, con sus capiteles simples pero elegantes, se alzaban hacia el cielo como gigantes congelados en el tiempo. La nieve se acumulaba en los pliegues de los capiteles, creando un efecto de delicada fragilidad.

El frontón triangular, con sus relieves de dioses y héroes, parecía una obra de arte congelada en la nieve. La nieve cubría las facciones de los dioses, dándoles un aspecto misterioso y lejano.

El templo parecía estar envuelto en un velo de silencio, como si la nieve hubiera absorbido todos los sonidos del mundo. Solo se escuchaba el suave crujir de la nieve bajo los pies de Atlanta, como si el propio templo estuviera susurrandole sus secretos antiguos a la joven rubia.