Capítulo 77

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Nada mas entrar en casa cierro la puerta detrás de nosotros con el pie y le agarro por la cintura pegándola contra mi cuerpo lo máximo posible mientras que seguimos besándonos sin parar, llevamos besándonos desde que entramos al ascensor. Pero es que estamos demasiado cachondos y con una calentura encima de toda la noche haber estado tonteando entre nosotros y haber estado con caricias y tocamientos tontos, que ya no podíamos esperar más sin besarnos. Y nada más subir al ascensor nos hemos lanzado sobre el otro como si estuviéramos muertos del hambre; si no hemos follado en el ascensor es porque ya que habíamos estado aguantándonos toda la noche podíamos esperar unos minutos más hasta llegar a casa.

La apoyo contra la puerta y con mis manos la aprieto de la cintura y aplasto mis caderas sobre las suyas para que me note y note lo duro que estoy por ella –aunque mis caderas quedan más altas que las suyas porque soy más alto y le llegan por el bajo de su abdomen–. Pero Erika lo nota y suelta un leve gemido apenas audible y enreda sus brazos alrededor de mi cuello acercándome aún más y aplasta nuestros pechos; noto sus tetas como se aplastan contra mi pecho y noto sus duros pezones contra mi pecho. Suelto un suave gruñido, no puedo esperar más por tocarla y hacerla mía.
Aprieta con su mano mi nuca para profundizar aún más el beso mientras que nos besamos con ganas. Estamos ansiosos y excitados con nuestras respiraciones muy agitadas por el nerviosismo, la desesperación y las ganas que sentimos por tocarnos y por follar. El deseo, la necesidad y la tensión sexual es mutua.

Desvío mis manos hacia su culo y lo aprieto con fuerza consiguiendo que de su boca escape un suave gemido que me pone más, todavía aún más de lo que ya estoy. Tengo la polla a punto de explotarme en los pantalones.
He estado aguantando toda la noche con una puta erección guardada y que se agitaba cada vez que la veía levantarse, andar o inclinarse. Por no decir cuando se sentó encima de mis piernas, eso me estaba matando.

Sobo su culo mientras nos besamos con intensidad y la agarro por los muslos subiéndola encima de mis caderas. Ella rodea mis caderas con sus largas y desnudas piernas y se aferra a mi cuello sujetándose mientras que nuestras bocas siguen pegadas como si hubieran sido selladas con pegamento fuerte.
La sujeto por el cuelo mientras sigo tocándolo y después subo mis manos hacia su cintura tocándola con suavidad y subiéndolas hacia su cuello, le agarro del cuello y ella gimotea. Suelto nuestras bocas y muerdo su labio inferior, ella gime y cierra los ojos para después mirarme fijamente y repasarse los labios con su lengua. Me mira con mirada traviesa, con una sonrisa socarrona y cachonda.



—Me tienes loco.
–murmuro en sus labios con una distancia de un par de milímetros.




Abre la boca para decir algo pero no dejo que hable, aplasto mis labios sobre los suyos desesperado por volver a sentir sus carnosos labios sobre los míos y su lengua enredada con la mía otra vez. Me encanta besarla, podría estar horas.

Aparto mis labios de su boca otra vez y beso su mejilla, su mandíbula y bajo hacia su cuello esparciendo besos, lamidas y alguna que otra succión. Ella hunde sus dedos en mi pelo y suelta gemidos suaves.
Vuelvo por el mismo camino hacia su boca pero esta vez no la beso, simplemente la miro a los ojos y ella me mira con esos ojos llenos de deseo y completamente oscuros ahora mismo. Nos miramos fijamente y también miramos hacia nuestros labios, ambos sonreímos y ella pasa su lengua por mis labios, provocándome. Y después sonríe con picardía. Sabe lo que hace, sabe provocarme como nadie.


—Te encanta provocarme.
–murmuro en sus labios.

—Me encanta.
–afirma en una voz bajita y sensual.




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