Capítulo 11

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06:00 de la mañana.
Sigo despierta, sentada en el colchón en medio de la oscuridad y con la vista clavada en algún punto imaginario de la habitación.
No puedo dormir, he estado dando vueltas en la cama durante toda la noche intentando pegar ojo, intentando poder dormir y apagar mi mente, pero no ha dado resultados.
Desde que llegué a noche a casa, solo he dormido dos horas, si es que acaso ha llegado a eso.
Mi cabeza ha estado haciendo ruido, recordando situaciones de mi pasado y la escena y palabras que tuve con Charl anoche.

Suspiro hondo y tras unos segundos, me levanto de la cama y camino hacia el baño para lavarme los dientes y darme una ducha de agua templada.
Saco del armario ropa interior limpia, una sudadera y unos leggins negros y al estar ya vestida, me hago una coleta y me coloco las deportivas.
Agarro los auriculares, mi móvil y una botella de agua, y sin desayunar si quiera, salgo de casa para salir a trotar.
No suelo hacer esto con frecuencia.
De hecho, la última vez que lo hice fue hace unos meses. Pero hoy me apetece, además no puedo dormir y no me apetece estar viendo el móvil o la televisión, y el gimnasio está cerrado a estas horas.

Sigo el recorrido que suelo hacer cuando salgo a correr, con la música invadiendo mis oídos sin importarme nada de mi alrededor, mientras que intento apagar mi mente y centrarme solo en la canción que está sonando ahora.
Apenas hay gente en la calle, ni si quiera hay ruido a estas horas. Solamente se ven a algunas pocas personas y algún que otro coche, pero muy pocos.
Éstas horas hasta las ocho de la mañana suelen ser las mejores horas para salir a correr, a penas hay gente y puedes estar a tu rollo.

Después de estar media hora trotando sin parar, decido parar para tomar agua y estirar un poco.
A lo lejos veo un banco en medio de dos grandes árboles y camino hacia el para sentarme por unos minutos para descansar, llevo bastante tiempo trotando sin parar ni un solo segundo.
Al hacerlo, en frente mía, aparece una bonita vista del amanecer donde los colores naranjizos empiezan a fundirse y me quedo observándolo, ni si quiera sé el tiempo que pasa estando así pero cuando vuelvo a la realidad, me coloco de pie y sigo en marcha siguiendo mi camino, mientras que mi única acompañante es la música.

Mi estómago de repente ruge y mi apetito se abre, tengo un poco de hambre. No he desayunado y llevo ya casi una hora y media fuera de casa.
Aunque para decir verdad, tampoco me apetecía comer nada, solo me apetecía salir a despejarme y deshacerme de los pensamientos que no me han dejado tranquila durante toda la noche.

Sigo mi camino, trotando de camino a casa e ignorando el rugido de mi estómago.
A lo lejos a unos cuantos metros de donde estoy veo una cafetería, la misma cafetería a la que fui con Miles hace unas semanas atrás y que muy de vez en cuando solemos venir.
Miro en el bolsillo de la sudadera que llevo puesta esperando encontrar algo de dinero –a veces suelo guardar dinero en los bolsillos cuando no llevo monedero y siempre se me olvida sacarlos después– pero solo encuentro dos dólares.
Bueno, espero que con esto me llegue al menos para un café.

Agarro el dinero y camino hacia dirección de la cafetería cruzando la calle cuando no pasa ningún coche y llego a la acera de enfrente y en seguida a la cafetería. Abro la puerta y al momento de hacerlo, el olor a café recién hecho invade mis fosas nasales abriéndome el apetito aún más que antes.
Camino hacia la pequeña cola de personas que hay esperando su pedido y me coloco detrás de las tres personas que están. Al menos hay poca gente.
Me cruzo de brazos mientras que espero mi turno, las personas van recibiendo sus pedidos y marchándose, hasta que por fin, llega mi turno.

La mujer de cincuenta y pocos años que está al otro lado de la barra parece reconocerme de inmediato nada más verme, me sonríe amable y le sonrío de vuelta. Pido un café con leche para llevar y a los pocos minutos me entrega el vaso.
Pero cuando voy a pagar, veo que me faltan dos dólares. Frunzo el ceño.

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