Capítulo 2

3.5K 163 22
                                    

Raban agarra el saco con fuerza mientras que doy golpes y descargo toda la ira que llevo dentro.
Me grita que de golpes más firmes y duros mientras que también hago los esquivamientos.
Solamente estoy centrada en el saco de boxeo, nada más existe a mi alrededor en éste preciso momento.
Dejo un golpe en seco, me agacho, vuelvo a reincorporarme y doy dos golpes fuertes seguidos. Uno arriba y otro más abajo, y por último, varios seguidos a la misma vez y algunas patadas firmes.
Doy el último golpe fuerte y Raban detiene el saco de boxeo, sonríe glorioso y cierra su puño para que lo choque con el mío y llevo mi puño cerrado hacia el suyo chocando ambos. Me felicita por el entrenamiento de hoy y después se dirige hacia uma persona que se le ha acercado para preguntarle algo y me despido de él con un: "hasta mañana".

Estoy sudada, cansada y sedienta.
He estado durante una hora haciendo kick boxing y dos horas antes estaba entrenando en las máquinas como suelo hacer de normal.

Practico kick boxing desde hace cerca de dos años.
Es algo que hace que todo lo negativo y toda la rabia e ira que llevo dentro, salga de mi cuerpo.
Me relaja y hace que mis pensamientos se despejen, si algo sé desde hace años, es que el deporte es el mejor método para dejar tu mente en blanco y sentirte mejor contigo mismo.

Me siento en el banquillo que hay justo a unos metros de distancia del ring y me quito los guantes de boxeo dejándolos encima del banquillo donde estoy sentada, y después me deshago de las vendas que cubren mis nudillos dejando éstas a un lado de los guantes. Vuelvo a agarrar la botella de agua para beber de nuevo, estoy sedienta.

Escucho pasos llegar hacia donde me encuentro y mi mirada sube curiosa y lentamente hacia la persona que se ha colocado enfrente mío.

—No se te da nada mal.
–comenta mirándome a mí y después haciendo un movimiento con la cabeza apuntando hacia el ring.

Un chico de cabello castaño claro, de piel ligeramente bronceada, de ojos marrones chocolate y de mandíbula afilada, me mira fijamente de forma chulesca pero simpática con una ligera sonrisa de labios apretados.
No sé quién es, nunca le he visto por el gimnasio y no sé qué hace aquí ni el por qué ha venido para hablarme.

—Gracias.
–respondo.

—¿Llevas practicándolo mucho tiempo?
–pregunta curioso dando un paso hacia mi, queriendo iniciar una conversación.

—Cerca de dos años. ¿Tú también lo haces?
–respondo mientras me levanto y me coloco de pie, agarrando los guantes y las vendas que dejé sobre el banquillo.

—Si, desde hace cuatro años. Iba de camino al vestuario pero te vi desde lejos y me quedé viendo tu entrenamiento, y vaya, no lo haces nada mal para llevar solo dos años –dice sonriendo– Por cierto, ¿cómo te llamas?

—No le digo mi nombre a desconocidos.

Él ríe y ladeada la cabeza, mirándome confuso pero con gesto divertido, sin creerse lo que le he respondido. Se cruza de brazos mientras sigue manteniendo su mirada sobre mí y alza una ceja.

—Bueno, chica misteriosa, yo soy Joschka –dice entre risas– ¿sueles entrenar todos los días?

—Encantada –respondo en una ligera sonrisa de dos segundos– Siempre que puedo vengo, suelo venir entre semana. ¿Y tú?
–respondo comenzando a caminar hacia el vestuario, con él andando a mi lado había la misma dirección.

Abro la taquilla y agarro mi bolsa de deporte mientras que guardo mis pertenencias en ella: los guantes de boxeo, las vendas, la botella de agua y algunas cosas que estaban fuera de la bolsa y estaban  desperdigadas por la taquilla.

ONITSEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora