Capítulo 7

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Al final la noche ha estado bien, lo he pasado bastante bien.
Después de mi encuentro extraño con Kian no he vuelto a hablar con él durante las próximas horas que hemos estado aquí, aunque han habido miradas intensas y pequeñas sonrisas ladeadas y arrogantes de su parte. Y aunque he estado intentando ignorarle, algunas veces mi mirada sin quererlo, le ha buscado entre la gente y hemos chocado miradas.
No ha pasado nada más allá que eso con él, cosa que agradezco. Todavía estoy dándole vueltas a él por qué sabe mi nombre.

Son las cuatro de la madrugada, se nos ha alargado bastante la noche. No tenía pensado irse de allí tan tarde, pero al final ha resultado que sí.
Busco las llaves en el bolsillo de mi chaqueta y al tenerlas, las introduzco en la cerradura de la puerta.
La cabeza me duele, parece ser que el poco alcohol que he tomado me ha hecho algo de efecto.

Cierro la puerta tras de mí y camino por el recibidor hasta llegar al comedor, donde dejo las llaves encima de la mesa pequeña central y me quito las botas dejándolas desperdigadas por el salón.
Miro hacia el suelo cuando noto una sombra frente a mi, la cual no soy yo, y miro hacia arriba cuando un cuerpo por el oscuro pasillo de las habitaciones aparece. Un grito escapa de mi garganta y de repente la luz del comedor se enciende, dejando ver el rostro de mi hermano mientras que ríe y está con un cigarro en sus labios.
Apoyo una mano en mi pecho y suspiro, un suspiro de alivio. Frunzo el ceño y le miro seria.

—Me has asustado. ¿Qué haces aquí?
–hablo con tono seco.

Él me mira fijamente mientras que camina por mi lado y se deja caer en el sofá, prendiendo la televisión.

—Echaba de menos a mi hermanita.

—Déjate de tonterías. Estoy harta de que aparezcas y desparezcas cuando te de la gana, esto no es un motel.

—No te enfades, ya sabes que soy una bala perdida
–ríe– Relájate.

—Estoy cansada Brad, siempre te vas y no dices ni dónde ni cuánto tiempo estarás fuera. Tengo que pagar las facturas, ¡tengo que pagar todo con sólo mi nómina! Tienes veinticinco años, céntrate, amuebla tu cabeza de chorlito de una maldita vez.

Estoy enfadada, muy enfadada en estos momentos.
Y cada vez me duele más la cabeza.

No puede ser que venga y se vaya cuando le da la gana, sin si quiera avisarme. Lo mismo está aquí una semana y al día siguiente se va sin decirle nada a nadie y no vuelve hasta que pasan varios meses y o hasta que a él no le de la gana.
Y así no son las cosas.
Tuve que pedirle a mi jefa otro turno para la noche los findes de semana para poder cobrar más y pagar la casa y todo lo que eso conlleva, desde que Katia se fue a vivir con su novio y él se va cuando quiere, todo ha quedado a encargo mío, y no puedo seguir pagando yo todo.

—¿Por qué estás gritando tanto...?

La voz de mi hermana suena por el pasillo y veo su cabello castaño aparecer por el. Me mira a mi y luego mira a Brad y cuando le ve, corre hacia él para abrazarle y fundirse en un abrazo.

—¿Cuándo has llegado? No te he escuchado llegar. ¡Que alegría que estés aquí!

—Hace media hora. ¿Ves? –dice Brad mirándome– esto si es un buen recibimiento de una hermana, no gritarme y echarme en cara todo.

Frunzo el ceño y me cruzo de brazos.
No puede ser verdad.

—Tienes mucha cara. Después de irte tres meses a saber donde, vienes aquí como si nada hubiera pasado. Dejándome deudas de tus mierdas de adicciones, personas a las que le debías dinero se presentaron en casa a punto de navaja para que les pagara lo que tú les debías. ¿Y todavía esperas a que te reciba bien? Huyes y me dejas a mí todo.

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