Capítulo 5

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Otro día más y otra larga mañana en el trabajo.
Sonriendo forzadamente de buena mañana a los clientes que entran al bar-cafetería donde trabajo, soportando y aguantando actitudes de clientes a los que no me importaría en absoluto soltarles algún guantazo, si no fuera porque vivo de esto y necesito el trabajo.
Miro hacia el reloj rojo que está colgado en la pared del local enfrente de donde me encuentro, faltan diez minutos para que mi turno de hoy termine y pueda largarme a casa. Veo cómo las manecillas parecen moverse a cámara lenta, como si no quisieran que el tiempo pase y estos interminables diez minutos por fin pasen.

Estoy tan asumida en mis pensamientos y en las manecillas del reloj, que de repente escucho a alguien menear mi brazo.
Miro hacia mi lado con el ceño fruncido y veo a Helena mirándome fijamente algo confundida.

—¿Qué pasa?
–pregunto.

—Tienes que ir a la mesa cinco, ha llegado otra persona.

Asiento con la cabeza y perezosamente agarro el block de notas y camino hacia la mesa cinco, donde aparece una señora que sé me hace algo familiar.
Una melena castaña que cae por encima de sus hombros con canas apenas notables, unos labios rojos carmín y unos ojos azules como el mar me miran fijamente estando seria.

Me suena de algo...

—¿Qué va a pedir?
–pregunto mientras sigo pensado de qué me suena su rostro.

—Un café latte, por favor.

Asiento con la cabeza y lo apunto en el block, cuando de reojo veo a un niño de siete u ocho años correr desde el baño hacia la mesa de la mujer a la que estoy atendiendo y se sienta en la silla desocupada de enfrente.

—¿Tú que vas a querer tomar?
–pregunta la señora al niño.

El niño de cabello castaño claro y ojos verdosos mira a la señora y después dirige su mirada hacia mi, y entonces lo recuerdo, es la señora y el niño que estaban el otro día con el chico desconocido del bar.

Miro de reojo por al rededor del bar buscando al chico desconocido, hace tres dias les vi en aquella cafetería a los tres juntos y se me hace raro no verle a él junto a ellos.
Deshago el pensamiento y pongo atención cuando el niño pide un batido de chocolate, a lo que la señora parece no estar muy de acuerdo pero termina asintiendo.

Tras tener el pedido, me retiro y camino hacia dónde está Helena detrás de la barra y le entrego el papelito. A los minutos ambas cosas están sobre la barra y agarro ambos caminando hacia la mesa de nuevo, dejando el pedido y marchándome de nuevo.

Miro hacia la pared: 18:00.
Mi turno ha acabado por hoy.

Suspiro y camino hacia la pequeña sala donde guardamos nuestras pertenencias y agarro mi mochila, dejando mi delantal azul marino en la taquilla y cierro ésta después.
Dejo la mochila colgada sobre mi hombro y me despedido de Helen y Louis y salgo de la cafetería, caminando hacia mi coche el cual hoy he tenido que aparcar dos calles más atrás porque no había aparcamiento cerca.

Hoy me he levantado con la pata torcida, casi todo me ha salido mal en la mañana.

Para empezar, me he levantado tarde y he llegado tarde al trabajo porque la alarma no me ha sonado. Se me ha caído el café en la ropa del trabajo y he tenido que cambiarme de ropa, me he manchado dos veces el párpado y debajo del ojo cuando intentaba pasarme la máscara de pestañas ya que he estornudado y me he tenido que quitar dos veces el maquillaje y volver a empezar de cero, aunque para mi suerte, solamente llevaba máscara y corrector de ojeras.
Después, no encontraba aparcamiento y he tenido que aparcar dos calles atrás de donde se encuentra situado mi trabajo. Se me han roto tres tazas a las que espero que mi jefa no vea y no me de la bronca y para el colmo le he tirado el café a un señor en su camisa cara y aunque lo ha tomado como un paso torpe y sin importancia, me he sentido bastante mal e inútil en ese momento.

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