Capítulo 81

265 17 7
                                    

Suspiro hondo y me siento en la orilla de la cama quedándome ahí quieta con la mirada clavada en mi maleta y con la mente llena de miles de pensamientos.
Hace menos de diez minutos estábamos teniendo sexo, y podría decirse que incluso el mejor sexo que hemos tenido hasta ahora, un sexo increíble y salvaje como a ambos nos gusta, envueltos por la adrenalina de la discusión que habíamos tenido antes de ello. Y de repente, todo ha cambiado en cuestión de segundos, todo ha acabado de golpe. Yo he puesto fin a esto, a lo que sea que había entre nosotros.

Ni si quiera lo había pensado bien cuando mi boca ya había hablado por mi. Pero estaba saturada, harta de sus estupidos celos y harta de ver que esos celos cada vez van a peor. Y una cosa diferente es que me ponga verlo un poco celoso y otra cosa es ver que sus celos se apoderen de él de una manera rozando lo tóxico; estaba empezando a agobiarme. Y no quiero pasar por esa mierda de nuevo ni de broma.

Aunque no voy a mentir, me jode que todo esto haya acabado de esta manera. No esperaba acabar así con él y mucho menos ponerle fin así de rápido. De hecho, pensaba que después del polvo que habíamos tenido todo estaría solucionado. A veces con un buen polvo de reconciliación las cosas se solucionan –siempre y cuando no sea algo de mayor importancia–. Pero no, esta vez no ha sido así, la cosa ha ido a peor. Las cosas siempre van a peor cuando ya van mal encaminadas.

Y ahora me tengo que ir de aquí, me tengo que marchar de su casa. Y aunque una parte de mí quiere hacerlo porque ya llevo mucho tiempo aquí y no me parece justo quedarme más tiempo –al fin y al cabo solo iba a quedarme unos días y no quiero abusar de su confianza por más tiempo–, otra parte de mí no quiere irse.
He pasado buenos días aquí, Kian me ha cuidado genial estos días y he estado muy cómoda con él aquí. Y además, también influye el hecho de que tampoco es que tenga ningún lugar a donde ir. Pero la decisión ya está tomada y tengo que marcharme.

Suspiro hondo.
Me aparto los mechones de cabello hacia atrás con la mano, resoplo y miro hacia mi maleta la cual está frente de mi. Me levanto de la cama con desgana, agarro la maleta y la arrastro hacia la cama para subirla, abrirla y meter mis últimas pertenencias: guardo dos pares de zapatos que quedaban por guardar, un par de prendas y algunas cosas mías que habían en el baño. Y al tener ya todo listo, me cambio de ropa, me coloco unas zapatillas y agarro mi mochila colgándomela de un hombro, ya lista para marcharme de aquí.
Miro hacia mi alrededor dando una última mirada a la habitación de Kian, observando la habitación donde he dormido estas semanas, donde han habido tantos momentos de pasión y calentura, la cama donde hemos dormido abrazados y pegados –a pesar de yo odiar el contacto físico–, donde hemos reído y donde también hemos discutido. Hemos hecho de todo aquí. En esa cama enorme además de eso, he dormido como una reina por lo cómoda y grande que es, y voy a echarla de menos por eso mismo.

Vuelvo a suspirar y salgo finalmente de la habitación. Camino por el pasillo hacia la entrada de la casa mientras que arrastro la maleta despacio. Al llegar a la entrada y antes de agarrar el pomo de la puerta para marcharme, miro hacia atrás en dirección hacia el comedor donde Kian esta sentado en el sofá –la casa está abierta y conectada, así que desde aquí se puede ver el comedor–.
Veo que tiene la mirada perdida en algún punto imaginario mientras que a su vez fuma y mueve la pierna derecha de una forma nerviosa. Y como si hubiera notado mi mirada sobre él, gira su cabeza hacia mi dirección y me mira; primero a mí y después a mi maleta, y frunce el ceño.
Su mirada sube a la mía y nos miramos por un par de segundos fijamente antes de que él la desvíe hacia otro punto mientras que expulsa el humo por la boca. Ignorándome, como si no le importara lo más mínimo que me fuera.

No va a despedirse ni yo tampoco voy a hacerlo. Ambos estamos aún con el enfado a flor de piel y somos demasiado orgullosos para acercarnos y despedirnos. Sin embargo, hay alguien que si viene a despedirse: Anubis.
Y parece que algo se huele, porque viene moviendo la cola pero no tan enérgicamente como lo hace siempre cuando me ve. Además tiene las orejas ligeramente agachadas y una carita que muestra tristeza.
Me agacho hacia él quedando a cuclillas enfrente suyo: le acaricio la cabecita y su espalda, Anubis lame mi mejilla en forma de besos y yo río y le hablo, aunque sé que seguramente no me entiende;



Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Mar 26 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

ONITSEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora