Capítulo 52

424 37 12
                                    

Agarro mi copa después de dejar el billete sobre la barra y me doy le vuelta para volver donde antes estaba junto a los demás. Doy un trago a mi copa mientras que voy de camino y voy observando el ambiente que hay, cuando a lo lejos, veo a Erica encarándose a un tipo, el cuál le saca más de dos cabezas de altura. Pero está plantándole cara sin miedo alguno, gritándole seguramente, mientras que menea sus manos cuando habla y en actitud brusca.

Frunzo el ceño y dudo en si acercarme o no.
Podría romperle la cabeza ahora mismo a ese tipo, pero no sé qué ha pasado para que le esté encarando de esa manera. Y además, ella sabe cuidarse sola y no aceptaría que le defendiera. Ella por si misma sabe defenderse

Igualmente, voy acercándome donde ella está con cautela quedando cerca pero un poco alejados de ellos, para escuchar y ver qué está pasando y si hace falta, meterme y defenderla.
Si ese tío la toca, voy hacia él sin miramientos y sin importarme si Erica se enfada conmigo por defenderla. Pero le reviento a ese tipo.





—Que ni se te ocurra volver a tocarme sin mí consentimiento o te juro que te aplasto la cabeza contra el suelo –dice apuntándole con el dedo índice–. Si te digo no es no y si no lo entiendes, igual reventándote la cara sí llegues a entenderlo.




—¿Tú y cuántas más? –ríe–. No me das ningún miedo, nena. Por ir con cuatro tatuajes no impones una mierda.




—Yo sola. No me hace falte nadie más para darte una paliza.






El tipo se ríe a carcajadas.
Después se acerca a ella y le agarra del brazo fuertemente, echándola hacia atrás.

Me pongo en alerta por si tengo que ir y darle una paliza, pero primero me quedo mirando observando lo que pasa.





—Sueñas en grande, muñeca. Inténtalo y acabas pisoteada en el asfalto.





—Suéltame, hijo de puta. Y ni sé te ocurra amenazarme otra vez.




—¿O qué? Lo que deberías de hacer es agacharte y chuparme la polla, que seguro que para eso es lo único que sirves.







Erica frunce el ceño y puedo ver cómo se va transformando y como la ira empieza a invadir su cuerpo. Tensa la mandíbula y da un fuerte golpetazo en el brazo del tipo soltándose de su agarre, y después, golpea su rostro dando en su nariz en un fuerte golpe que hasta a mí me ha dolido. El tipo se tambalea hacia atrás y se toca la nariz, mira la sangre que tiñe su mano y frunce el ceño acercándose ferozmente hacia Erica, pero ella se echa hacia atrás.






—Hija de puta. Ahora me vas a conocer de verdad, demasiado amable he sido contigo. Solo te he tocado el culo y mira cómo te has puesto. Eres de esas que no se les puede decir nada porque ya lloran. Te vas a arrepentir.




—Yo llorar igual no, pero reventarte la cara sí. Vete de aquí y déjame tranquila o te las verás conmigo. Y eso –dice apuntando hacia su rostro– no es nada comparado con lo que puedo hacerte.
–dice plantándole cara.





—Uy si, temblando estoy –ríe otra vez a carcajadas siniestras–. Te mereces lo que te ha pasado por ir provocando y por bailar de esa manera a la gente. Es normal que ganes que te toquen, das a entender cosas que no son. Eres como esas zorras que calientan y luego no hacen nada. Eres una calienta pollas y una zorra.







ONITSEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora