Capítulo 3

2.3K 152 35
                                    

Finalmente después de haber terminado de cenar a los chicos se les ha ocurrido venir al bar de Henry donde antes solíamos venir a pasar la noche cuando no nos apetecía ir a ninguna discoteca, solamente cuando nos apetecía pasar la noche entre amigos y divertirnos, mientras todos bebían hasta no poder más. Es un lugar donde aparte de alcohol, cómo es obvio, hay karaoke y una pequeña pista de baile, y cada noche esto se convierte en un show cuando las personas que están borrachas salen a cantar o bailar en medio de todos.
No es un lugar especialmente grande ni tampoco pequeño, pero es acogedor y sin necesitar de muchas personas te lo pasas realmente bien.

Camino hacia la barra de bebidas donde me siento en uno de los taburetes de cuero rojo sintético, no me apetece seguir de pie donde la zona del billar y tampoco tengo ganas de jugar, prefiero estar sentada tomando algo, aunque no creo que tarde en marcharme. Han pasado dos horas largas desde que estamos aquí y pronto serán las tres de la madrugada.
Le pido a Jeremiah que me sirva una copa de algo que no lleve demasiado alcohol, y tras atender a un chico que estaba a mi lado esperando su bebida, prepara la mía y a los dos minutos me la sirve dejándola enfrente mío. Le sonrío en modo de agradecimiento y él hace lo mismo y prosigue para atender a otras personas.

Miro hacia atrás, hacia el mogollón de personas y entre ellas veo a Miles caminar hacia mi dirección, y al llegar, me saluda y se sienta en el taburete vacío mientras que pide una copa y espera a que se la sirvan.
Ambos nos giramos hacia atrás cuando escuchamos un grito provenir de la parte del karaoke, donde están cantando tres chicos y están dando berridos. Entre ellos está uno de nuestros amigos, Ronald.
Los tres están demasiado borrachos y apenas se entiende bien lo que están cantando.

—Están pasadísimos.
–habla Miles mientras que ríe y da otro trago.

Asiento con la cabeza y ambos reímos.

Están demasiado borrachos y están cantando realmente mal.
Si tuviera ahora unos tapones para los oídos, sin duda me los colocaría. Son chillidos y berridos constantes, lo peor no solo es eso, es que llevan tres canciones seguidas y es la misma maldita canción en bucle.

Llevo la copa hacia mi boca para dar un trago y escucho a Miles hablar de nuevo y mi atención recae en él.

—¿Tienes prisa por ir a casa?
–pregunta, ahora mirándome fijamente a los ojos.

—No, pero quiero irme en un rato.

—Vale. En unos diez o quince minutos nos vamos. Voy con los chicos a la zona de billar –dice mientras se levanta del taburete y me mira de nuevo– ¿vienes?

—Estoy bien aquí.

Miles asiente con la cabeza y sin decirme nada más, se da la vuelta y camina hacia el billar donde están los demás, le veo desaparecer entre la gente y pierdo su pista.

Sinceramente, no me apetece demasiado seguir aquí.
Hoy he madrugado bastante y el entrenamiento me ha dejado bastante cansada, más de lo habitual.
Además, es bastante tarde y quiero irme a casa, hemos estado bastantes horas fuera y estoy agotada.

Cotilleando a las personas que están a mi alrededor y por el bar en general, veo a lo lejos como pasan por en medio un grupo de tres chicos, quienes caminan hacia fuera del bar mientras que hablan de algo y salen de éste.

—Sabía que volveríamos a vernos. Y ha pasado en menos de veinticuatro horas.
–escucho una voz masculina y siento a alguien justo a mi lado.

Frunzo el ceño y miro hacia la persona que se ha puesto a mi lado, y al hacerlo, aparece el mismo chico que ésta mañana; Joschka.
Me sonríe y se sienta en el taburete vacío donde antes estaba Miles, con su mirada oscura fija en mi.

ONITSEDDonde viven las historias. Descúbrelo ahora