Capítulo 17

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Sábado noche.
El pub está a rebosar de gente, más que cualquier otro día. Los sábados es donde suele venir más gente y el trabajo es peor que los jueves o viernes.
Estoy de trabajo hasta las cejas y aunque esté acompaña de Monica, mi compañera de trabajo, ambas no damos a basto para poner a cada segundo copas. Parece que cuando vas a poner una copa te la quitas de en medio y puedes suspirar, pero no, de repente se quita una y aparecen otras cinco de golpe.

Solamente llevo tres horas aquí pero se me han hecho eternas y largas. Tan solo me quedan dos horas de turno, pero el tiempo pasa tan lento que parece que nunca va a llegar mi hora para marcharme e irme a casa.
Estoy acostumbrada a esto, ya son varios años en los que llevo trabajando de noche en el pub, pero sin embargo me cansa como el primer día que empecé.

La parte buena de este trabajo es que conoces gente, te diviertes y escuchas música, lo que te anima a seguir trabajando. Pero como en cada cosa buena, siempre hay algo de malo dentro: soportar a los borrachos, tener que soportar comentarios fuera de lugar y exigencias de la gente.

Agarro la botella de vodka y cinco chupitos, dejando los vasos en fila y llenando todos ellos a la misma vez.

Muchas manos aparecen de golpe agarrando los chupitos y después desapareciendo. Guardo la botella de vodka y me quedo sentada ahora en el taburete, descansando ahora que parece que la gente se ha calmado un poco.


—Hey, ¿cómo te va?


Escucho la voz de Miles gritar por encima de la música y le veo apoyado en la barra de bebidas con su mirada puesta en mi y una copa a la mitad en su mano.


—Sin más.
–digo encogiéndome de hombro.


—Bueno, piensa que ya te queda poco.
–ríe.


Miles se lleva la copa a su boca dando un trago.

Me muerdo el labio inferior aguantándome las ganas de coger una copa y llenarla hasta arriba de alcohol.
No puedo hacerlo porque estoy en el trabajo y tengo que estar con mis cinco sentidos puestos, pero si no fuera así, agarraría la primera botella de alcohol que viese y me la tomaría de un solo trago.
Prometí no volver a tomar alcohol en un tiempo, pero trabajar envuelta en botellas de alcohol y en gente pidiéndote que sirvas copas, no ayuda.


—¿Un trago?
–dice moviendo su copa y riendo.


—Ja-ja, muy gracioso, Miles.
–comento rodando los ojos.



Nuevas personas aparecen y me levanto del taburete para servirles. Al terminar, suspiro hondo y agarro la balleta para limpiar la barra y ordenar algunas de las botellas que están mal puestas por ésta.


—Voy con los chicos, nos vemos luego.


Asiento con la cabeza cuando escucho a Miles hablarme y le veo de reojo desparecer entre la multitud de gente.

Sigo a lo mío, sirviendo copas y tarareando la canción que está sonando ahora mismo en mi mente.

Miro el reloj que adorna mi muñeca: tan solo son las tres y cuarto. Se me está haciendo eterna la noche.


—Uno de Vodka.



Alzo la mirada hacia la persona que me ha pedido una copa, cuando veo a un chico rubio cuya cara se me hace muy familiar.

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