Capítulo 20

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Golpeo las manoplas que lleva puestas Raban con fuerza, centrándome en los impactos de los golpes. En estos momentos solamente existen las manoplas y yo, nada más hay alrededor.
Hago esquivamientos mientras que doy golpes a la misma vez y Raban grita que de comer más fuerza y me anima.
Doy un golpe, me agacho, esquivo el movimiento de Raban y vuelvo a dar tres golpes fuertes seguidos. Esquivo de nuevo su movimiento, doy una patada a las manoplas mientras que me pongo en acción y doy otros golpes más. Doy los últimos golpes y esquivamientos, y me detengo.
Me coloco las manos en las rodillas y respiro profundo, relajándome. Ha sido un entrenamiento bastante duro y continuo el de hoy.
Raban sonríe ampliamente satisfecho por el entrenamiento y se quita las manoplas para después acercarse a mi con el puño cerrado para que ambos los choquemos. Estiro mi brazo hacia él y su puño choca contra el guante de boxeo que llevo puesto.
Él se va hacia fuera del ring y me quedo sola en éste.
Me incorporo y muerdo el broche del guante con la boca para abrirlo y quitármelo, y después me quito el otro con la mano libre. Al tener ambas manos libres, salgo del ring y camino hacia el banquillo sentándome en el y agarro la botella de agua que dejé antes en un lado de la pata del banco, y doy un trago para refrescarme.

Estoy sudada y sedienta.
Necesito llegar a casa para darme una ducha fresca de por lo menos una hora para relajarme y despejarme. Estoy cansada, llevo en el gimnasio desde las nueve de la mañana y son casi las dos de la tarde. Llevo literalmente toda la mañana entrenando, en el ring, en los sacos de boxeo y en las máquinas.


—¿Te vas a ir?
–pregunta Raban caminando hacia mi dirección.


—Sí. Llevo toda la mañana aquí, estoy muerta.



Raban ríe.
Hemos estado entrenando por casi dos horas sin parar, solamente para beber agua y poder refrescarme y continuar.



—Yo me iré dentro de un rato. Creo que está lloviendo, así que, ten cuidado. ¿Has venido en coche?


Frunzo el ceño.

¿Lloviendo? Cuando vine ésta mañana hacia un sol radiante.


—No. Vine trotando, me apetecía despejarme y no coger el coche.



Hablo mientras que me quito las vendas negras que cubren mis nudillos.

Los ojos de mi amigo están clavados en mi, observando los movimientos que hago y mirándome de vez en cuando a los ojos. Está parado en frente de mi, mirándome.


—Pues deberías irte ya antes de que llueva fuerte. O si no, espérate a que pase. No creo que tarde en caer.




Joder, que presión.

No tenía ni idea de qué hoy iba a llover, si tal vez hubiera visto en la tele en tiempo que haría hoy hubiese decidido venir en coche.
Aunque realmente esta mañana había un sol radiante y me apetecía ir al gimnasio trotando, me dolía algo la cabeza y pensé en llegar al gimnasio trotando así me despejaba.

No tengo coche y no tengo a nadie que me lleve.
Miles hoy trabajaba y los demás chicos están o trabajando o durmiendo.

Hoy simplemente no es mi día.



—No tranquilo, me voy ya. Nos vemos.


—Ten cuidado.




Asiento con la cabeza y él me sonríe. Le devuelvo la sonrisa en una sonrisa de pocos segundos y me doy la vuelta caminando hacia los vestuarios, abro la puerta de mi taquilla y saco mi bolsa de deporte guardando los guantes y las vendas en el. Me cuelgo el asa en el hombro y salgo de éste caminando por el pasillo del gimnasio, me despido de Raban, Joschka –quien está entrenando en las máquinas y se despide de mí con la mano– y de algunas personas más.
Abro la puerta del gimnasio y el aire helado cala mis huesos. Miro hacia el cielo y veo que todo está lleno de nubes enormes grisáceas y oscuras, y algunos pequeños relámpagos decoran el cielo.

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