Capítulo 31

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Abro los ojos de golpe cuando escucho un fuerte ruido. Pestañeo varias veces y miro hacia mi alrededor, cuando me doy cuenta de que estoy dentro de un coche sentada en el asiento de copiloto.
Ni si quiera recuerdo en qué momento vine aquí.
Frunzo el ceño cuando me doy cuenta de que estoy yo sola en el coche, sentada y con el cinturón puesto.

Unas voces suenan de repente desde fuera del coche, miro por la ventanilla intentando ver de quién es esa voz, cuando por el espejo retrovisor exterior, veo la silueta de un hombre de espaldas hablando con otro tipo.

Me quito el cinturón y abro la puerta, intentando mantenerme bien de pie y camino hacia ellos.






—Eh, ¿quién eres? ¿Dónde estoy?







El chico que está espaldas a mi se da la vuelta nada más escucharme, y al girarse, me doy cuenta de que se trata de Kian. Y entonces, recuerdo que el coche en el que estaba, era el de él y que iba a llevarme a casa.

El otro chico frunce el ceño y me observa de arriba a abajo, tiene el pelo rapado y cara de pocos amigos.





—¿Qué haces aquí fuera? Ve al coche, ahora voy.




—Quiero ir a mi casa.




—Voy a llevarte ahora, ve dentro.




—No me da la gana. ¿Quien es éste? Venga, vámonos.








Kian me mira serio y mira hacia el chico que está frente a él, da unos pasos alejándose de mí y continúa la charla con ese tipo.

Me quedo en el mismo sitio parada, cruzada de brazos.
Escucho como le dice algo que no logro entender y después le dice que ya concretarán día y hora, se despide de él camina hacia mi.
Me agarra del brazo suavemente mientras que me obliga a caminar hacia el coche y ando intentando estar firme sin que los pies se me hagan un lío.





—¿Por qué estamos aquí?
–pregunto confusa mirando alrededor del barrio en el que estamos.




—Tenía que entregar una cosa. Estabas dormida, así que, aproveché que podía acercarme un momento.





—Vendes droga –digo afirmándolo– Mira yo no quiero tener que ver con tu mundo ni acercarme a personas que vendan o consuman, así que, mantente alejado de mi.





—¿Qué te importa qué venda o qué haga?
–habla con el ceño fruncido.





—He estado en ese mundo, Kian. Y me costó mucho salir, tanto de las drogas cómo de vender. No quiero que me vean contigo cuando hagas eso, ni que piensen que he vuelto a esa mierda, de ninguna de ambas dos maneras.








Ni si quiera estoy pensando en qué digo.
Solamente mi lengua habla y habla, aunque de forma mezclada y sin pronunciar demasiado bien.

Miro hacia Kian, quien tiene una mano por encima del volante y la otra sobre el cambio de marchas.
Me observa quieto y serio, cómo si estuviera analizando y pensando en algo, o en lo que le acabo de soltar.
Estoy segura de que él no sabía ni que vendía ni que consumía esa mierda, de ahí su cara de sorpresa y confusión.

Retiro la mirada de sus ojos oscuros, los cuáles me observan fijamente.
Cierro los ojos moviendo la cabeza hacia delante, suspiro hondo y vuelvo a abrirlos. El coche ya está en marcha y Kian no ha vuelto a decir nada más al respecto. Cosa que agradezco.
Vuelvo a cerrar los ojos, me pesan.






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