Los días pasaron en la casona y los preparativos para la boda habían comenzado. Farah tomó la responsabilidad de confeccionar el vestido de novia para Samira, así que casi todos los días ella iba a la casona con Califa y Hade para trabajar en el vestido y decidir como usarían las telas que Zeth le había obsequiado a Samira. La muchacha era muy hábil confeccionando prendas y pronto el diseño estaba decidido, así que se puso manos a la obra y Samira junto a su madre la ayudaban en lo que podían.
A Zeth lo veía muy poco, Amín y sus hombres lo mantenían ocupado fuera de la casona, solo se podía disfrutar de su presencia en las comidas y un rato a la noche después de cenar, donde podían cruzar algunas palabras, todo bajo la atenta vigilancia de Selim. Para su desgracia Zahid les había ofrecido quedarse hasta la boda a Selim, Kadir y su asistente, lo cual el viejo había aceptado de muy buena gana. Pero lo más sorprendente era que si bien Zeth se mostró descontento por aquella invitación, no hizo ni una mueca de queja u oposición, lo que a Samira le resultó extraño.
Los días pasaban y a pesar de que casi siempre se veía rodeada de personas, a Samira le era inevitable sentirse un poco sola. Se sentía muy confundida y contrariada. Le angustiaba no saber con certeza cuales eran sus sentimientos y cuales eran los de su prometido. ¿Y si Zeth tenía razón y terminaban siendo muy desdichados?
Luego de un día muy caluroso, Samira regresaba del mercado junto con Hade y Amira. El sol caía por el horizonte y las sombras de las murallas se proyectaban más largas sobre la cuidad del Oasis.
En el mercado habían oído rumores de que una aeronave había llegado desde la ciudad portuaria del norte, que era la ciudad más cercana del oasis de los Kelubariz. No era extraño que en una ventana de buen tiempo los pilotos de aeronaves aprovechen para llevar correspondencia.
-Oh mira Samira, parece que la aeronave trajo noticias para los Kelubariz, ¿Qué podrá ser? – Exclamó Amira al ver en la puerta de la casona un carruaje detenido.
-También puede ser alguna carta para los corresponsales del consejo. Oí decir al asistente que podría llegar correspondencia para ellos...- mencionó Hade.
- ¡Ay por los dioses! que sea la orden para volver a la ciudad del norte y dejarnos en paz! Jajaja- dijo Amira provocando una risita en las otras dos muchachas.
Las muchachas decidieron entrar por la cocina para dejar sus compras en mano de Hade, donde Califa las recibió apurada.
-Rápido, rápido querida. Llegaron más visitas, lávense las manos y vayan al salón, nosotras con Hade nos ocuparemos de ordenar todo. – Dijo la mujer arrebatando los canastos con productos de las manos de Samira y Amira.
- ¿Visitas? ¿Más corresponsales? ¿Vienen por la boda? - Preguntó Amira.
-Por la boda, de seguro, pero no tienen pinta de ser corresponsales del consejo, ni parecido...- Contestó Califa.
Samira miró a Califa con asombro. ¿Acaso... podrían ser ellas? Se apresuró a salir de la cocina secándose las manos con su vestido cuando de pronto escuchó la voz chillona de su amiga Tamara, quien corrió a su encuentro para abrazarla.
- ¡Samira! No puedo creer que volvamos a vernos. – dijo Tamara lanzándose al encuentro con Samira.
- ¡Oh por los dioses! ¡Melanie! ¡¡¡También viniste!!!- Samira gritó emocionada al reconocer a dos de sus amigas.
-Apenas recibimos la invitación formal, nos vinimos en el primer buque. Por nada del mundo nos lo perderíamos Samirita. - Dijo Melanie uniéndose en el abrazo.
Las tres muchachas de la misma edad se fundieron en un sincero abrazo. Tamara tenía unos hermosos ojos cafés almendrados y cabello rizado apenas cubierto por un velo transparente. Y Melanie tenia un precioso cabello dorado y unos grandes ojos verdes, sus vestimentas eran llenas de colores y ornamentos de metales y joyas.
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Los hijos del Desierto
RomanceEn medio de un nuevo éxodo, la gente busca volver al viejo continente donde las leyes y las costumbres son más fuertes que nunca en una búsqueda desesperada de repoblar el mundo. La poderosa sangre de los bendecidos por el dios Seth debe prevalecer...