LXXVII: Conocerlo todo

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El sol estaba ya en lo alto y el calor comenzaba a sentirse con intensidad. Zeynep le pidió a Samira que disponga la mesa para el almuerzo mientras ella terminaba de preparar los platos, cuando Burjan entró a la cocina dejando la puerta abierta que daba al patio.

-Uff, vengo por un poco de agua... - Dijo el doctor.

- ¿Les falta mucho querido? Ya vamos a servir la comida. – le preguntó su esposa.

-No, de echo, Zeth esta dando los últimos ajustes a la rueda derecha y estará listo. –

Samira miró por la puerta mientras ponía el mantel sobre la mesa. Desde allí podía ver a lo lejos a Zeth trabajar. Tenía el ceño fruncido, y el shemag que llevaba recogía sus cabellos y caía hacía un costado sobre su perfil izquierdo, parecía muy concentrado en su tarea. Samira recordó algunas veces que lo vio así de concentrado en la casona, lo atractivo que le resultaba observarlo trabajar, o cuando montaba abriendo el paso de la pequeña caravana en medio del desierto, su porte esbelto y estoico siempre se destacaba a los ojos de ella. Tal vez era por todo lo que había hablado con Hurre, o por el recuerdo grabado aun en sus labios de su beso, que Samira no podía apartar sus ojos de su marido. Pero el parecía absorto de todo el mundo, haciendo girar la rueda del carro y comprobando que todo estuviera en orden.

- ¡Hey! Hamzeh, ven a comer muchacho... - Llamó Burjan desde la puerta.

Samira se quedó viendo como Zeth se acercaba al pozo de agua y usando el agua de un balde que había allí mismo se enjuagó las manos, la cara y el cuello, para luego secarse un poco con una toalla. Y cuando Zeth llego a la cocina y sus ojos grises la miraron fijamente, Samira sintió lo mismo que sintió aquel primer día que lo vio cara a cara en aquella cena en la casona. Algo en su estomago se removió y como si sus pulmones se vaciaran de repente tuvo que tomar mucho aire y dejarlo salir en un suspiro involuntario.

 Algo en su estomago se removió y como si sus pulmones se vaciaran de repente tuvo que tomar mucho aire y dejarlo salir en un suspiro involuntario

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El se veía serio, pero el brillo de sus ojos era el mismo de la mañana y solo rompió contacto visual con ella cuando la señora Zeynep le habló.

-Toma Zeth, este es tuyo. – Le extendió un cuenco con el cual Zeth se sentó a la mesa.

Samira sintió el aroma corporal de Zeth y sintió como aquel "gracias" que Zeth pronunció con su grave voz, vibró dentro de ella y un escalofrío la recorrió desde los pies a la cabeza. "Por los dioses. ¿Qué me está pasando?" se preguntaba en sus pensamientos. Esto nunca le había pasado antes con nadie.

-Está haciendo mucho calor hoy, si estamos con suerte en dos días se celebrará la fiesta de la lluvia pronto...- comentó Burjan.

- ¿La fiesta de la lluvia? – preguntó Samira con curiosidad.

- ¿Nunca celebraste una fiesta de la lluvia? - preguntó Zeynep algo extrañada.

- Tenía entendido que los oasis del centro también tienen sus fiestas de lluvia. ¿No ha llovido aún en lo que va del año por allá Zeth? – Preguntó Burjan.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora