Zeth se preguntaba a si mismo qué era todo aquello que había pasado antes de entrar a casa. Se sentía frustrado, avergonzado, no sabía definirlo bien y aquella confusión lo molestaba consigo mismo. Pues Samira no era cualquier chica, no era cualquier mujer, era hija de uno de los mejores amigos de su honorable padre, hija de una prima lejana de su madre, a quienes les había prometido que la respetaría y mantendría cerca de su familia ¡No podía permitirse dudar o jugar con ella! Se había sentido tan preocupado, había imaginado los peores escenarios cuando dijeron que encontraron su caballo asustado. Y luego cuando la vio herida, cuando su hermoso rostro se teñía de dolor, su pecho se encogía no dejándolo respirar. Todas esas sensaciones, toda esa desesperación e impaciencia, hacía mucho que no la sentía, hacía mucho que creía que había arrancado esos sentimientos de él.
De repente escuchó la voz de Josh desde el salón diciendo que el no estaba aliviado, porque sabía que Samira se encontraba bien, con tanta soltura, con tanta arrogancia que encendió la furia de Zeth de nuevo. Ese bastardo la había puesto en peligro, sin importarle nada, sin siquiera sentirse culpable. Por su arrogancia, Samira estaba lastimada. Aquel tren de sentimientos lo estaba asfixiando, y con los puños apretados se disponía a entrar al salón para enfrentar a ese imbécil de Josh.
- ¡Ay mi niño! Aquí estás... Ven, ven conmigo. Toma un poco de té. No tienes buena cara. – La amorosa mano de Califa lo tomó de brazo y apaciguó un poco a la fiera que estaba a punto de atacar dentro de Zeth. –Fue una suerte que llegaran a tiempo. Los dioses te bendicen una y otra vez mi muchacho. - Le dijo Califa empujándolo a pasar al salón. – Vamos a alejar la preocupación y los malos pensamientos que todo esto nos produjo. –
Al entrar al salón se encontró con las miradas de Amín, Farah, Josh, Zahid y sus esposas e hijos y por supuesto, Selim y Kadir. De alguna manera tuvo que tragarse la furia y poner su cara más inexpresiva posible. Y le dirigió una especial mirada a Rania quien le retiró la vista y se posicionó cerca de una ventana en silencio. No estaba de humor para comentarios de nadie.
- ¿Samira esta bien? ¿Necesita algo más? - Preguntó Farah con preocupación a Zeth.
-Si, ella esta bien, no te preocupes. Afortunadamente fue solo golpe. Por ahora debe bajar la inflamación para que pueda pisar de nuevo. ¿Tu ya bebiste suficiente agua? Estoy seguro que mientras los buscabas no cuidaste de ti...- Dijo Zeth a Farah con su cara seria mientras se dejaba caer en uno de los sillones lo más alejado posible de Josh.
-Estoy en ello amigo. Igualmente, Murat también cuidó mucho de mí. Es un niño muy astuto, lo instruiste muy bien. – Dijo Farah con mirada amorosa.
-Ese muchachito admira mucho a mi hermano. Estoy seguro que en unos años más lo convencerá para que lo lleve en sus viajes. – Dijo Zahid. – Tu caballo ya esta descansando Zeth. Los niños llevaron tus cosas a tu habitación. –
-Gracias. –Dijo Zeth con seriedad.
-¡Tío Zeth! Aún tienes puesto el cinturón y tu cantimplora, con todas esas cosas. ¿Quieres que también lo lleve a tu habitación? - Dijo la pequeña Fatma mientras se arrodillaba a su lado y le acariciaba el rostro con dulzura.
-No hace falta, luego yo lo llevaré...- Le contestó Zeth.
-No pesa nada esta vez, está vacía. Siempre guardas un poco de agua para regresar...- Dijo la pequeña inspeccionando a su tío de cerca.
-Tía Samira tenía sed. – Zeth acarició la cabeza de su sobrina. Esa niña era muy observadora.
-Toma muchacho, bébetelo todo ahora que esta caliente aún. – Califa le alcanzó una taza de té.
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Los hijos del Desierto
RomanceEn medio de un nuevo éxodo, la gente busca volver al viejo continente donde las leyes y las costumbres son más fuertes que nunca en una búsqueda desesperada de repoblar el mundo. La poderosa sangre de los bendecidos por el dios Seth debe prevalecer...