La cena fue una velada llena de buenos ánimos, la familia de Zahid no fueron a la casa grande porque la tormenta continuaba cada vez más feroz por lo que decidieron cenar con los niños en su hogar y acostarlos temprano.
En la sobremesa no se habló de otra cosa que de las lluvias. Las lluvias en el seco viejo continente eran símbolo de buen augurio, era una verdadera bendición por parte de los dioses en aquellas tierras donde el agua no era tan abundante. Por supuesto que el Oasis de los Kelubariz tenían una ubicación privilegiada por las vertientes de las altas montañas que custodiaban su pequeña ciudad. En el invierno, en aquellas altas cumbres casi inalcanzables, a veces hasta nevaba, algo totalmente inusual en aquellas tierras de sol y calor eterno.
Samira escuchaba con atención las historias que aportaban el Sr Kadir, Selim, Califa que entraba y salía al comedor y la señora Anisa. Todos se veían muy felices y animados, tanto que hasta le pareció que Selim no era el viejo odioso de los días anteriores.
Zeth por su parte se mostraba relajado y callado, tal vez algo distante, pues esto de los festejos no era su especialidad, como solía decir su hermano Zahid, por lo que se dedicó a lo que acababa de descubrir como su nuevo pasatiempo y era observar a Samira sin que ella se diera cuenta de que el la observaba. Era sencillo mientras se distraía con otras conversaciones, y tan pronto sus miradas se cruzaban sus mejillas se encendían. Zeth no quería incomodarla, no quería que ella se sintiera agobiada por lo que trataba de mostrarse distante e indiferente.
Llegó la hora de ir a dormir y la tormenta rugía con furia afuera, el viento silbaba y golpeaba las puertas y ventanas, y cada tanto los resplandores iluminaban todo el interior.
Samira no podía pegar un ojo, las tormentas la ponían muy nerviosa. Daba vueltas en su cama, como la historia que Farah le había contado sobre Catherynah en su cabeza. Por su parte, ella sentía que Zeth la miraba distinto, sus recuerdos de aquella tarde con el, la hacían estremecerse y sentir mariposas en su estomago. Pero tenía tanto miedo de que eso solo sea una ilusión en su cabeza, tenía tanto miedo que el corazón de su prometido sea inalcanzable para ella. ¿Qué debía hacer? Deseaba mucho que sus amigas estuvieran allí para aconsejarla, ¡ella se sentía tan inexperta!
De pronto una ráfaga de viento muy fuerte golpeó la ventana más cercana a su cama, el seguro se zafó y esta se abrió de par en par haciendo saltar del susto a Samira. El viento y la lluvia golpearon su pálido rostro y se abrían paso mojando las sabanas y a ella también.
- ¡Rayos! ¡Rayos! - Se apresuró a pararse sobre las almohadas luego de que se tranquilizara un poco del sobresalto.
Intentó cerrar la ventana, pero era casi inútil, no encontraba forma de trabar las persianas, el viejo seguro había volado por los aires y no lo encontraba. Bajo de la cama para buscar con que sujetar la ventana, pero esta se volvió a abrir y esta vez el golpe fue tan fuerte que los vidrios estallaron regándose por toda la cama y el suelo.
- ¡Ay no! ¿Y ahora que hago? - Se preguntaba Samira nerviosa sin saber que hacer.
Sin pensarlo mucho se puso una bata encima y salió de su cuarto en busca de ayuda, se detuvo frente a la puerta de Zeth que era la más cercana y golpeó dos veces, pero nadie contestó.
Por un momento pensó en si mejor iba a buscar a Hade, para no molestar a Zeth tal vez había logrado conciliar el sueño, con lo que le cuesta dormir y... un trueno fuertísimo retumbó en los largos pasillos y de los nervios sin pensar volvió a golpear fuerte la puerta de su prometido la cual esta vez se abrió sola. Gracias a los dioses Zeth siempre olvidaba poner seguro a su puerta. Movida mas por el susto que por su propia voluntad, entró en la habitación. Zeth estaba acostado boca arriba con una almohada tapando su cara y las sabanas hasta medio torso, tenía puesto una camisa muy fina color blanco.
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Los hijos del Desierto
RomanceEn medio de un nuevo éxodo, la gente busca volver al viejo continente donde las leyes y las costumbres son más fuertes que nunca en una búsqueda desesperada de repoblar el mundo. La poderosa sangre de los bendecidos por el dios Seth debe prevalecer...