CV: Hilos

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Los hijos del desierto estaban reunidos cerca de los corrales de los camellos. Con la presencia de los corresponsales del consejo de ancianos en la casa de los Kelubariz, no podían usar como acostumbraban la casona como sede de operaciones.

Desde la llegada de los desertores, habían empezado a reunirse más discretamente a pedido de Zeth, lejos de Selim. Amín había sugerido que sea allí para poner de excusas el cuidado de los camellos que era a lo que se dedicaban los hijos del desierto en temporada de verano.

Zahid había resumido y comunicado lo que Menhit les había contado sobre los carroñeros. El líder Kahem había logrado unificar a varios grupos de carroñeros dispersos luego de la firma de los tratados de paz, lo que explicaba las constantes comunicaciones entre los asentamientos que habían reportado los centinelas nómades de Rohan. Kahem les había prometido que tendrían tierra si lo ayudaban a vengar a su hermano Ashem quien había sido asesinado por Zeth en la ultima batalla de Milard. Según Menhit, los carroñeros no le creían al principio, ya que era imposible que logren establecerse como unidad fundando un nuevo oasis sin una fuente de agua segura. Pero Kahem aseguraba tener aliados poderosos, que obrarían para que aquello suceda. A través de esos aliados de Kahem es que lograron ciertos acuerdos con las guardias oficiales de las ciudades del Este y de Milard, para tener vía libre en los saqueos o hacer pequeños asaltos para abastecerse, prometiéndoles no apresarlos a cambio de que traten de evitar muertes. Viendo que las promesas de Kahem se cumplían, los carroñeros se agruparon bajo su mando y se organizaban ahora, en diferentes asentamientos que mantenían comunicación constante entre ellos.

El ataque que había sufrido la pequeña caravana cuando regresaban de buscar medicinas, era una emboscada cuidadosamente planificada, que para los carroñeros les había salido mal. El ataque en el mercado fue improvisado, y tuvieron que adelantar los planes de seguir a Zeth Kelubariz y sus hombres para asesinarlos desierto dentro. Pero no contaban con el enfrentamiento y la resistencia que ofreció Zeth al intentar perderlos.

Kahem estaba furioso, pero pensó que la noticia de la muerte de Zeth no tardaría en hacerse conocer, ya que uno de sus mejores arqueros afirmó antes de morir que había herido al comandante con tres flechas envenenadas. Pero la noticia no se daba a conocer y cuando supo que habían visto rondar de este a sur a un jinete sumamente experimentado perderse entre las tormentas y atravesarlas como un fantasma, estalló en rabia. Pero algo lo hizo retroceder en sus planes de atacar. 

El grupo de desertores que habían llegado a La Perla, estaban convencidos que Zeth es la reencarnación del dios de los desiertos por todas las hazañas y los últimos acontecimientos. Menhit dice que hay toda una coalición de carroñeros que al ver a Zeth a travesar el desierto en pleno verano, se convencieron de los mismo, pero solo ellos fueron lo suficientemente valientes para desertar.

Zeth no pudo evitar sentir que las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar de una manera peligrosa. Todo indicaba que algo estaba sucediendo en la sombra, incluso el brote de la fiebre y el forzarlos a ir al Este ya no le parecía una casualidad. Las voces en su cabeza comenzaron a murmurar, sugiriendo que no solo estaba siendo observado, sino también manipulado.

Amin lo miraba mientras escuchaba las palabras de Zahid, reconociendo en el inexpresivo rostro de su amigo que su cabeza estaba trabajando a gran velocidad, pero no decía nada aún.

—Si se están organizando, quiere decir que están rompiendo el tratado de paz. — dijo Seb. —Si la emboscada en el este fue planeada, entonces no hay duda que el objetivo era asesinar a nuestro comandante, lo que nos da vía libre de tomar venganza— dijo Seb apretando los puños y los dientes.

Algunos de los hombres allí presentes apoyaron su opinión.

—No.— Cortó Zeth con su grave voz el murmullo y la excitación que las palabras de Seb habían agitado antes. —Es justamente lo que están intentando provocar. Que seamos nosotros quienes tomemos las armas en contra de ellos...—

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora