Hade se había levantado temprano como siempre. La noche había sido ventosa y ahora el polvo suspendido en el aire del patio parecía una ligera niebla. El viento norte no era usual en esa época del año. Se dirigía a los establos, pues Califa como siempre había preparado un suculento desayuno y antes de servirles a los señores le pidió que le lleve un poco a Murat, que cuando Zeth no estaba, llegaba más temprano a los establos.
Cuando llegó a la puerta de los establos de la casona Murat la miró con ojos llenos de preocupación y asustado.
—Buenos día Murat... ¿Pasa algo? — Pregunta la muchacha.
—Hade... No está... Tahor, no lo encuentro en ningún lado. — dijo el muchachito sacándose el shemagh que siempre usaba con un poco de tela colgando del lado izquierdo como Zeth y estrujando la tela con frustración.
—¿Cómo? — preguntó Hade frunciendo el ceño.
—Tahor, el caballo gris... No está en el establo, ni suelto por los terrenos y tampoco a los alrededores... Me eh recorrido todo...— dijo Murat con desesperación.
—¿Estás seguro? — preguntó Hade comenzando a preocuparse.
—Claro que estoy seguro, un caballo no se esconde bajo una roca o detrás de un arbusto Hade... No está. Ayer lo dejé aquí en su lugar, listo para dormir... Tampoco faltan monturas...— dijo Murat.
—Tranquilo. Ven conmigo, toma al menos el café que preparó Califa para ti, le avisaremos al señor Zahid... El sabrá que hacer...— le dijo Hade.
—Va a matarme, el señor Zahid se va a enojar mucho conmigo... Se supone que los caballos de la casona son mi responsabilidad cuando no está el señor Zeth. — Murat estrujaba la tela de su shemagh con más nervios mientras Hade lo llevaba hasta la cocina.
—¿Qué ocurre? ¿Por qué esa carita mi niño? — preguntó Califa al verlos entrar.
—Perdí un caballo, Califa. — le explicó Murat con angustia y ojitos aguados.
—¿Cómo? Un caballo no se pierde fácilmente mi niño...— Califa lo miró confundida.
—Es lo mismo que yo pienso, pero al parecer lo perdí... Anoche lo dejé en el establo y hoy no está por ningún sitio. Deberé ir a preguntar a la guardia de las murallas si lo han visto, o revisar los corrales de los camellos. — Murat se quejaba como un pequeño adulto con ojos de niño aún. —El señor Zahid me va a regañar feo. —
Califa miró Hade y esta asintió.
—Será mejor que vaya a darle aviso. No te preocupes Murat, lo encontraremos. — Justo cuando iba saliendo de la cocina, la señora Anisa entro saludando a todos con amorosa sonrisa.
Pronto la pusieron al corriente de la situación y ella se encargó de calmar un poco la preocupación de Murat.
—Tu hiciste tu trabajo Murat. Nadie puede culparte de que ese caballo se escapó. Este invierno Zeth estuvo un poco ocupado con otras cosas y tal vez las tranqueras estaban viejas, se pudo escapar solo. —
—Tahor es dócil, no me haría una cosa así...— dijo Murat pensativo.
Anisa lo miró con melancolía y una sonrisa amorosa se formó en sus labios, aquella forma de hablar de los animales como si fueran todos amigos suyos le recordaba mucho a su hijo menor cuando era niño. Zeth sin duda le había enseñado a Murat a cuidar de ellos con el mismo respeto que el les tenía.
Al poco tiempo llegó Zahid seguido por Hade a la cocina. Murat se puso de pie casi de inmediato cuando lo vio.
—¿Estas seguro que no esta por los alrededores? — preguntó Zahid al verlo, sin siquiera saludar. Pues Zahid era mucho más distante y poco apegado con Murat.
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Los hijos del Desierto
RomansaEn medio de un nuevo éxodo, la gente busca volver al viejo continente donde las leyes y las costumbres son más fuertes que nunca en una búsqueda desesperada de repoblar el mundo. La poderosa sangre de los bendecidos por el dios Seth debe prevalecer...