XLVII: Rivales

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Los siguientes días fueron de mucho movimiento en la casona. Farah estuvo avanzado considerablemente con la ayuda de Latifa, Anisa y Hade en el vestido y Samira y sus amigas con los preparativos de decoración.

A pesar de que se veían muy poco con Zeth, Samira estaba más animada con la compañía de sus amiga y Josh que no se les despegaba ni en un paso. Samira había tratado de que se integre con Zeth o con Samir, pero no hubo caso, Josh era reacio a unirse a las actividades de los demás, poniendo excusas casi ridículas.

Por su lado Zeth, se mantenía ocupado lejos de la casona. Josh cada vez le caía peor, con sus actitudes pedantes, y aires de superioridad, mirando por encima de su hombro y haciendo comentarios despectivos a las actividades que todos desempeñaban, sobre todos a los hijos del desierto. Por supuesto que el no iba a insistir a llevarlo consigo, ya que así agradecía no tener que soportarlo la mayor parte del tiempo, pero había algo que en su interior le ardía como fuego cada vez que regresaba y veía lo cercano que se mostraba con Samira y la familiaridad con que la trataba. No, no eran celos, o al menos no lo iba a admitir aún.

Amín le había advertido de que debía tratar de ser mas amigable con los amigos de Samira, ya que por cortesía sería lo mejor y eso lo dejaría a el más tranquilo. Pero Zeth creía que lo mejor era mantenerse lejos, primero porque no iba a admitir a Amin de que eran celos lo que sentía y segundo, no iba a soportar mucho al rubio con sus desplantes. Zeth no era una persona especialmente sociable y paciente con esa clase de personas. Y si bien Samira parecía más desinhibida con la compañía de sus amigas, muchas veces la veía reír o actuar de manera forzada solo para encajar con la forma de ser de ellas, algo que le resultaba sumamente extraño y lo confundía un poco, ¿Cómo era realmente Samira entonces?

Desde que los amigos de Samira habían llegado sus conversaciones en el balcón fueron casi inexistentes, porque a veces Zeth oía que Samira pasaba tiempo antes de dormir con ellas en su cuarto y el respetaba sus espacios. Aún así, si el despertaba de noche, se había hecho casi una costumbre ir a cerciorarse que ella este descansando. La observaba a través del cristal de su puerta que daba al balcón y luego se sentaba a disfrutar el aire fresco de las noches. Sobre todo si en el día no la había visto. contemplarla aunque sea un momento le daba cierta paz que el no podía explicarse ni para si mismo.

Amín propuso días atrás hacer un paseo por las montañas bajo la insistencia de Samir. Zeth había aceptado, pero no sabía si era muy buena idea. Pues al parecer las amigas de Samira no sabían montar muy bien y Josh no parecía muy experimentado tampoco, pero aun así fanfarroneaba con que era buen jinete y que tenía la impresión que los caballos de viejo continente eran mucho más dóciles que los de nuevo continente. Por supuesto que Zeth y Amín solo reían, pues era la primera vez que oían decir eso. Ellos que vivían rodeados de caballos desde que eran bebes, sabían que eso no era cierto y que, si bien los caballos tienen su carácter y mañas, todo dependía si el jinete sabía llevarlo.

Pero finalmente aquel día había llegado. Murat y Zeth estuvieron desde temprano ensillando los caballos y preparando lo que iban a llevar. Zeth había invitado a Murat a ir con ellos también ya que él y Samir se llevaban muy bien y sería de ayuda en manejar al grupo.

Luego llegaron Amín y Farah, también listos para ir con ellos. Esperaron un buen rato mientras terminaban de ajustar monturas y riendas, cuando Samira quien traía un bolso repleto de bocadillos, se les unió.

- ¡Vaya! Si que piensas en todo mi querida Samira. Haces un buen equipo con mi amigo aquí. Creo que también tiene todo listo. - Dijo Amín codeando a Zeth para que deje de ajustar las riendas y voltee a verla.

Los ojos grises de Zeth se clavaron en la figura de Samira y la recorrió con detenimiento. Llevaba puesto unos pantalones livianos y anchos con una túnica de lienzo en tonos azules. Se había atado el pelo con un grueso velo al tono y sus ojos azules delineados con colirio resaltaban brillantes arriba de sus mejillas levemente rosadas. Zeth se obligó a pestañear y se dio cuenta que el bolso que llevaba cruzado estaba muy cargado. De repente, sus pocas ganas de salir de paseo con el grupo se reforzaron al verla fresca y casual.

Los hijos del DesiertoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora