15 Aves Marias

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SADIE

¡Buenos días, mundo cruel! Me despierto sin el amor de mi vida a mi lado. Hoy es domingo, mi única excusa para escaparme por la ventana si es necesario. Pero mi querida madre solo tiene en mente que vaya a misa. Rezo quince avemarías a la virgen y sonrío para la foto después de la misa. Por suerte, la madre de mi mejor amiga es igual o peor que la mía, así que está sentada a mi lado.

—¿Entiendes lo que están diciendo? —pregunta bostezando mi amiga. Yo niego.

—¿Cuántas posibilidades hay de que nos vayamos después de esto? —está a punto de responder cuando sentimos las miradas fulminantes de nuestras madres.

—Tengo ganas de vomitar —susurra mi amiga.

—Eso te pasa por traer al engendro de Satanás a la iglesia —bromeo, y ella pisa mi pie, conteniendo la risa.

—No te digas así —susurra.

—Yo no hablo de mí —insisto, y ella vuelve a pisar mi pie.

—Por favor, comportaos, o cambiaos de lugar —amenaza mi madre con la mirada.

—Voy al baño —dice mi mejor amiga, saliendo corriendo.

—Yo voy a buscar una hoja de la misa —le digo a mi madre antes de ir detrás de Emilia, ganándome otra mirada de ambas.

Voy al baño y, como supuse, encuentro a Emilia con la cabeza en el inodoro. Le agarro el cabello y cierro la puerta por si alguien quiere entrar.

—Mierda, mi desayuno —se queja mientras se pone de pie.

—Shhh, estamos en la iglesia —bromeo, riendo.

—Dios, si eres tan santo, quítame las náuseas —se lamenta ella, y se acerca al lavabo para enjuagarse la boca—. Me quiero ir.

Después de que termina de enjuagarse los dientes, se seca con una toalla y limpia su rostro frustrada. Le doy un chicle de menta, y me agradece sonriendo.

—Voy a llamar a Vanessa, con suerte ya se despertó —dudo.

—Tengo que volver adentro, una de las dos se tiene que quedar en el sacrificio —dice Emilia mientras sigue con el teléfono en la oreja.

Salimos del baño, compro una botella de agua en el quiosco y se la doy.

—Gracias —me sonríe apagando su celular.

—¿Si viene a verte? —asiento.

—Llega en 10 minutos. Ella es un amor, es un ángel —dice Emilia sonriendo tontamente.

—Cierra la boca que la baba se te sale —bromeo, y ella pone una expresión seria.

—¡Calla, tonta! Tú también pareces idiota cuando piensas en Lucy.

—¡Eh! Quieta con mi novia —susurro, viendo a un grupo de monjas que pasa a nuestro lado—. Ve, te están buscando, amiga.

—Ja, ja, graciosita —asiente, y yo también, mientras nos sentamos cerca en las mesas de la cafetería.

Minutos después, como acto de magia, llega Vanessa y se estaciona cerca. Pero la sorpresa llega cuando veo a mi novia, vistiendo la camiseta que llevaba ayer, y le queda mucho mejor que a mí, como siempre.

—Buenos días —dice mirándome y sonriendo.

—Señorita Maddox —le devuelvo la sonrisa, mientras mis ganas de besarla aumentan, pero me detiene otro grupo de monjas que pasa a mi lado, así que solo nos tomamos de los dedos índices por unos segundos.

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