Tempestad de Navidad

2 1 0
                                    


SADIE

La tensión en la sala era palpable mientras esperábamos noticias de la conversación en la cocina. La película seguía en pausa, pero ninguna de nosotras tenía la mente en las travesuras de Kevin McCallister. Vanessa estaba sentada en el borde del sofá, mirando hacia la puerta de la cocina con una mezcla de preocupación y curiosidad. Lucy estaba a mi lado, su mano entrelazada con la mía, transmitiendo apoyo silencioso.

Desde nuestra posición, podíamos escuchar fragmentos de la conversación entre Emilia y su madre. Las voces subían de tono, y no pasó mucho tiempo antes de que los gritos resonaran claramente a través de la casa.

—No puedes estar en esta situación, Emilia. He encontrado una familia que está dispuesta a adoptar al bebé —dijo la madre de Emilia, su tono autoritario y frío.

—¡No! Este es mi bebé y no voy a entregarlo a nadie —replicó Emilia, su voz quebrada pero llena de determinación.

Vanessa se levantó de golpe, sus ojos ardiendo con una furia protectora. No podía quedarse al margen mientras su mejor amiga enfrentaba sola esta batalla.

—¡Esto tiene que parar! —dijo, avanzando hacia la cocina con determinación. Lucy y yo nos miramos y, sin decir una palabra, la seguimos de cerca.

Entramos en la cocina justo cuando Emilia, con lágrimas corriendo por sus mejillas, miraba a su madre con una mezcla de miedo y desafío.

—No puedes hacer esto —gritó Emilia, su voz llena de desesperación.

Vanessa se colocó entre Emilia y su madre, su postura firme y protectora.

—Señora, con todo respeto, aquí no se trata de lo que usted quiera. Emilia es adulta y esta es su decisión —dijo Vanessa con voz firme—. Además, estamos aquí para apoyarla en lo que necesite. No vamos a dejar que se lleve a cabo algo que ella no quiere.

La madre de Emilia se volvió hacia Vanessa con una mirada de desafío.

—No entiendes la gravedad de esta situación. Emilia no está preparada para ser madre —dijo, su tono lleno de desdén.

—Eso no es algo que usted pueda decidir, tiene 22 años casi 23—intervine, sintiendo una oleada de coraje—. Emilia tiene el derecho de tomar sus propias decisiones.

— Mamá, no puedo creer que pienses que entregar a mi bebé es la mejor opción. Este es mi hijo y lo criaré yo —murmuró Emilia mirando al suelo.

La madre de Emilia, viendo la determinación en los ojos de su hija, finalmente bajó la mirada, derrotada.

—Está bien. Si esto es lo que realmente quieres, no voy a detenerte —dijo con voz cansada, aunque su tono indicaba que aún no estaba convencida— solo quería que mi hija no pase lo mismo que yo.

Con esas palabras, se giró y salió de la casa, dejando tras de sí una estela de tensión que poco a poco comenzó a disiparse.

Nos quedamos en silencio por un momento, procesando lo que acababa de suceder. Luego, Vanessa rompió el silencio.

—Vamos a superar esto juntas —dijo, con una sonrisa alentadora—. Estoy aquí para ti, Emilia. Pase lo que pase.

Emilia asintió, secándose las lágrimas y sonriendo débilmente.

—Gracias. No sé qué haría sin ti —dijo Emilia, mientras Vanessa la rodeaba con sus brazos, brindándole el apoyo que tanto necesitaba en ese momento.

Yo salí tras la madre de Emilia, sintiendo la necesidad de hablar con ella. Aunque no estaba de acuerdo con su actitud, entendía que todo venía de una preocupación profunda por su hija.

Nuestro SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora