Todo

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Lucy

El silencio que siguió fue breve, pero se sintió eterno. Sadie respiró hondo y tomó mi mano con más fuerza, y sentí una mezcla de alivio y miedo. Alivio porque no me soltaba, miedo porque no sabía cómo iba a reaccionar.

—Lucy... eso es increíble —dijo, sonando entusiasta, aunque noté cómo su voz se quebraba un poco. La conocía demasiado bien—Es exactamente lo que siempre has querido.

Me quedé en silencio por un segundo, mis pensamientos desordenados, intentando encontrar las palabras. Sabía que ella me apoyaba, siempre lo hacía, pero una parte de mí temía que esto cambiara algo entre nosotras.

—Sí, pero... —dudé un momento, mordiéndome el labio—. No sé qué va a pasar. Y... no quiero que esto nos separe.

La miré a los ojos, buscando una señal de que todo iba a estar bien. No me había dado cuenta hasta ahora lo asustada que estaba de que este sueño mío pudiera alejarnos. Su mirada, sin embargo, estaba llena de determinación.

Sadie se inclinó un poco hacia mí, con esa sonrisa suya que siempre encontraba la manera de tranquilizarme.

—Vamos a estar bien —me dijo, con una seguridad que hizo que mi pecho se sintiera un poco más ligero—. Sea lo que sea que pase, lo haremos funcionar.

El alivio me invadió por completo. Me sentí un poco tonta por haber dudado de nosotras. Siempre habíamos superado cualquier obstáculo, desde los pequeños desacuerdos hasta las situaciones más complicadas.

—¿De verdad lo crees? —le pregunté, mi voz apenas un susurro, aunque ya sabía la respuesta. Quería oírla decirlo una vez más.

Asintió con firmeza, sin dudar ni un segundo.

—Lo sé. Somos nosotras. Siempre hemos encontrado la manera, y esta vez no va a ser diferente.

Sonreí, sintiendo cómo el peso de mi preocupación empezaba a disiparse. ¿Cómo había podido pensar que esto nos destruiría? Sadie era mi ancla, y de alguna manera, siempre lograba hacerme sentir que todo estaría bien.

—Sobrevivimos a mi madre, ¿Londres? puff será cosas de novatos — bromea riendo.

—Te amo —dije, apretando su mano con más fuerza, como si esa simple frase pudiera expresar todo lo que sentía en ese momento.

—Yo también te amo. Y Londres no va a cambiar eso —respondió, convencida, como si no quedara la menor duda—lo único que va a cambiar Londres es que tendrá a la mejor chica del mundo.

En ese momento, el mesero llegó con nuestras hamburguesas, nos miramos, y como siempre, esa conexión entre nosotras hizo que nos riéramos al mismo tiempo, aliviadas de que la conversación pesada hubiera terminado justo cuando llegó la comida.

—Bueno, primero... comamos —dijo Sadie, levantando su hamburguesa y dándole un gran mordisco, sin perder el buen humor. No pude evitar seguirle el juego, como siempre lo hacía.

Esto era lo que más amaba de nosotras que incluso en los momentos difíciles, sabíamos cómo aligerar la carga, cómo encontrar la manera de hacer que todo volviera a sentirse bien, como siempre.

Ella es mi sol, la luz que llegó para iluminar mi vida. No importa cuántas tormentas hayan pasado, siempre terminamos regresando a este momento, a nosotras. A veces pienso que todo lo que he vivido antes no fue más que un preludio, un camino para llegar hasta ella.

Sadie levantó la vista y me encontró mirándola. Esa sonrisa pícara apareció en su rostro, como si siempre supiera lo que estaba pensando.

—¿Qué pasa? —preguntó con una ceja levantada, dándole otro mordisco a su hamburguesa.

Nuestro SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora