Felices Fiestas - 2

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SADIE

Nos quedamos un momento afuera, bajo la sombra de la casa y el sonido lejano de la música que se filtraba desde adentro. Sentía los nervios en la garganta, y Lucy lo notó enseguida.

—Oye —me dijo suavemente—, tal vez sea mejor que por ahora digamos que solo somos amigas. Solo para ver cómo está el ambiente.

La miré, algo sorprendida. Negué con la cabeza, en parte porque no estaba segura de querer ocultarlo, pero también sabía que tenía razón.

—¿Segura? —pregunté, mordiéndome el labio. Ella me dio una sonrisa serena, de esas que siempre me tranquilizaban. Y acaricio mi mejilla.

—Primero veamos cómo está todo, ¿sí? Si está bien, lo decimos. Pero por ahora, vamos poco a poco.

—Siento que retrocedemos — ella rie.

—No , simplemente estamos descubriendo como avanzar.

Solté un suspiro, mirando la puerta, y luego volví la vista hacia Lucy. No quería darle demasiadas vueltas, pero necesitaba respirar hondo para entrar.

Finalmente, asentí, y ella me dio un último apretón en la mano. Así, juntas, cruzamos la puerta.

Tan pronto como entramos, todas las conversaciones cesaron por un segundo, y todas las miradas se dirigieron hacia nosotras. Mi tío, que estaba al fondo, se levantó enseguida con una gran sonrisa y se acercó para abrazarme.

—¡Sadie, cuánto tiempo! Te extrañamos en Navidad —dijo mi tío, dándome un abrazo que casi me deja sin aire. Me sentí bien, como si todo estuviera en su lugar al volver a verlo.

—¿Y qué, no había quien te siga los chistes malos? —bromeé, haciéndolo reír. Su mirada se dirigió a Lucy, curioso.

—¿Ella es Lucy? —preguntó, y yo asentí, sonriendo mientras mi chica se acercaba para estrecharle la mano.

—Un gusto conocerlo. Su casa es hermosa, señor —dijo Lucy con esa calidez que siempre logra desarmar a cualquiera.

—Gracias, Lucy. Por favor, siéntanse como en casa. Tienen tiempo, así que vayan afuera; Alonso está con el resto en el patio trasero —nos indicó con una sonrisa, señalando la puerta que daba al jardín.

Le devolví una sonrisa y miré a Lucy, dándole un pequeño empujón para que me siguiera. Caminamos juntas hacia el patio trasero, donde se escuchaban risas y voces familiares.

Salimos al patio trasero, donde se respiraba la brisa húmeda de Guayaquil y el sonido de conversaciones familiares flotaba en el aire. Mi primo Alonso estaba allí, junto a tres familiares más, primos suyos por parte de madre, que charlaban mientras tomaban algo fresco y comían bocadillos.

—¡Al fin llegaste, Sadie! —dijo Alonso, levantándose para darme un abrazo. Su alegría al verme me hizo sonreír; habíamos pasado tanto tiempo juntos en otros momentos de mi vida, que estar de vuelta se sentía como un pequeño regreso a casa.

Lucy sonrió también, observando todo con curiosidad mientras nos acercábamos al grupo. Alonso le dirigió una mirada amistosa, y aproveché el momento para hacer las presentaciones.

—Ella es Lucy —dije, con una sonrisa.

Lucy se acercó a Alonso y, con una sonrisa cálida, le estrechó la mano. Pero Alonso, en lugar de simplemente darle la mano, la jaló para darle un abrazo amistoso.

—Mucho gusto, Alonso. Sadie siempre habla de ustedes —dijo ella, bromeando un poco para romper el hielo.

Alonso rió y asintió, soltándola.

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