SADIE
Me estaba terminando de arreglar. Hoy era el concierto de Lucy, así que no la había visto en todo el día. Fui a la universidad por la mañana y cuando regresé, mi abuela ya me estaba esperando para ir.
—Hay que ser puntuales, Sadie. ¿Qué pensará esa chica de nosotros? —el concierto es a las 7:30 de la noche, son las 6 y mi abuela ya quiere ir.
—Abuela, tranquila, que no tendremos que barrer el escenario —le digo, a lo que ella niega.
—Arréglate ese cabello, mijita, se te ve muy bien —me dice sonriendo. Mi abuela siempre llevaba su cabello corto, teñido a la perfección de color negro. Según ella, era la manera más fácil de ocultar las canas. Aunque no caminaba bien, siempre se maquillaba y peinaba lo más perfectamente posible.
—Yo creo que me lo ataré en una coleta, ya me da pereza arreglármelo —le digo. Ella niega.
—No, mijita, péinate, maquíllate un poquito, ponte base —yo niego.
—No tengo tanto tiempo, además, sabes que no me gusta el maquillaje —beso su frente y ella solo me sonríe dulcemente y se aleja de mi habitación.
—¿No tenías algo más horrible? —dice mi madre mirándome con desagrado. Yo sigo arreglando mi cabello sin decir nada.
—No molestes a la niña, Paula, ella se ve hermosa como está —dice mi abuela. Mi madre solo niega indignada y sale de mi habitación.
Luego de un rato más de discusiones entre mi madre y mi abuela para que me apure, ya había terminado de vestirme. Me veía muy bien. Probablemente, si dejara que todos los comentarios que hace mi madre me afectaran, tendría que herir mi ego. Pero sé que si a mi madre no le gusta cómo me visto, lo estoy haciendo bien.
***
Estábamos llegando al teatro con mi abuela. Llevarla en silla de ruedas en el malecón era muy incómodo. No había tantas rampas como debería y no había personas amables que me ayudaran a subirla. Nuevamente agradezco cargar 70 kg en el gym.
Llegamos a la entrada, donde un gorila de 2 metros y medio nos detiene.
—Entradas —dice mientras mira al frente. Saco mi celular y busco el pdf que me envió mi novia, tratando de que no se vea nada raro en nuestra conversación. Encuentro el documento y lo extiendo hacia el señor, quien asiente.
—Déjeme llamar a alguien para que la ayude con la silla.
—Muchas gracias, jovencito —dice mi abuela mientras le extiende unas monedas al chico que nos ayudó a llegar a los asientos, que como era de esperarse, eran en primera fila.
Veo a la manager de mi novia que viene en dirección hacia mí y ruego porque no mencione nada sobre la conversación que escuchó. Pero solo viene y me mira de arriba abajo.
—Tú, ven —me dice seriamente.
—Eh? —le digo confundida.
—Sígueme —dice tomando mi chaqueta.
—Disculpe, pero no puedo dejar a mi abuelita —ella chasquea los dedos y una chica de unos 18 años la mira cabizbaja.
—Quedate con la señora, pregúntale si desea algo de beber —la chica asiente y se sienta donde estaba.
—Ve, mijita, yo conversaré con la señorita —me sonríe mi abuela. Pero abuelita, ¿cómo te atreves a venderme con el diablo?
Mientras avanzamos por el pasillo trasero del escenario, la señora va revisando su celular.
—Escucha, necesito que hagas fotos nuevas. Las anteriores quedaron decentes y Lucy al parecer no confía en nadie más. ¿Tienes el número del chico que tomó las fotos de la anterior presentación? —yo asiento—. Bien, dile que si necesita empleo me llame. Pero mientras tanto, ¿estás dispuesta a hacer un par de fotos?
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Nuestro Secreto
RomanceEn un viaje por obligación, Sadie, atrapada en un mundo de expectativas parentales, y Lucy, luchando por perseguir sus sueños en solitario, se cruzan en un hotel de Cuenca. A medida que su conexión se intensifica, se enfrentan al dilema de separarse...