Las islas - parte 3

4 0 0
                                    

Lucy

El sol comenzaba a colarse a través de las cortinas, iluminando la habitación con un suave brillo dorado. Al abrir los ojos, vi a Sadie sentada en el borde de la cama, mirándome con esa mezcla de ternura y travesura que siempre me derretía.

—Buenos días, hermosa —dijo con una sonrisa que iluminaba su rostro.

Me acurruqué más en las sábanas, disfrutando del calor de su cuerpo junto al mío.

—¿Sera que me voy a duchar? —preguntó, jugueteando con sus dedos en la colcha.

—No, quédate aquí —murmuré, enredando mis piernas con las suyas, todo lo que necesitaba era su compañía.

Sadie inclinó la cabeza, besando mis labios. Y sonrie como el gato del país de Alicia en el país de maravillas.

—¿Sabes por qué los pájaros no usan Facebook? Porque ya tienen Twitter —dijo, riendo a carcajadas mientras aplaudía.

No pude evitar sonreír, la risa de Sadie era contagiosa.

—Eres ridícula —exclamé, intentando mantener una expresión seria, pero fallando miserablemente.

—¡Ridícula, pero graciosa! —respondió, haciendo un gesto exagerado con las manos.

El aire en la habitación se llenó de risas, y por un momento, me olvidé de que hoy tendríamos que almorzar con mis padres.

—Lu, relájate —me dijo, su tono cambiando a uno más serio.

La risa se desvaneció lentamente mientras pensaba en lo que eso significaba.

—Tranquila, no dejare que nadie se pierda tus chistes—dije, fingiendo horror, pero riendo de inmediato.

Ambas nos reímos de nuevo.

Sadie se acomodó un poco más cerca, sus dedos rozando los míos mientras ambas nos quedábamos en silencio por un momento.

—¿Crees que Louis vaya? —me preguntó, su tono ahora más serio.

Me encogí de hombros, dejando salir un suspiro.

—No lo sé. Mi hermano guarda más resentimiento... Él estuvo seis años solo con ellos. No puedo imaginar lo que fue eso. Yo era muy pequeña, pero cuando él tenía diez, ya tenía un horario lleno de actividades y obligaciones raras.

Sadie me miró, asintiendo lentamente. Sabía que este tema era difícil para mí, para todos en realidad. Louis había cargado con la peor parte de todo. Para cuando yo tuve edad suficiente para entender lo que pasaba, ya había aprendido a escapar de su control, pero Louis no había tenido esa suerte. Había sido moldeado, casi como un proyecto de perfección que mis padres intentaban imponer.

—Siempre me pareció increíble que él haya salido tan... humano, a pesar de todo —dijo Sadie con suavidad.

—Sí, creo que eso lo hizo más fuerte, pero también más cerrado. No sé si pueda dejarlos entrar de nuevo —dije, bajando la mirada.

Sadie me tomó de la mano, apretándola con fuerza.

—No tienen que entrar completamente. Solo lo suficiente para que él también pueda sanar. Nadie debería cargar con tanto dolor para siempre.

La escuché, dejando que sus palabras se asentaran en mi mente. Sabía que tenía razón. Era difícil, pero si yo estaba dispuesta a darles una oportunidad, tal vez Louis también podría. Pero el tiempo lo diría.

—Bueno, sea como sea, estaré contigo, y si las cosas se ponen raras, prometo que haré que mis chistes sean aún peores —Sadie sonrió, y no pude evitar reír nuevamente.

Nuestro SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora