Can I Have This Dance

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LUCY

Las semanas pasan volando, los días sin su compañía son eternos, pero los días con ella son efímeros. No quiero que el tiempo avance, congelarme a su lado sería uno de los mayores beneficios para poder estar juntas.

—Buenos días —despierto con la voz de mi rubia, que reparte besos por todo mi rostro— qué lindos ojos —enrollo mis brazos en su cuello para atraerla a mí y tirarla a la cama.

—Hola, rubia —me subo encima de ella poniendo mis piernas a cada lado suyo, no tarda en poner sus manos en mis piernas acariciando cierta zona llena de peligro y luego, sus manos se mueven hacia mi espalda metiéndolas por debajo de su camiseta.

A pesar de estar en Guayaquil, los aires hacen un gran trabajo enfriando el cuarto, por eso agradezco el calor que me ofrece con sus manos. Siento cómo hace el recorrido del dragón en mi espalda, un camino que mi novia se sabe de memoria.

—¿Qué nos depara el día de hoy? —le pregunto curiosa.

—No sé, ¿qué quieres hacer?

—Primero cocinar para desayunar, el resto son problemas para nosotras del futuro —ella sonríe y asiente.

Sus labios rozan los míos mientras las yemas de mis dedos acarician su marcada mandíbula. Sus dedos aún suben y bajan por mi espalda, buscando más que simples caricias.

Una de sus manos sube hasta mi nuca para acortar la poca distancia entre nosotras y así apoderarse de mis labios. Nuestras bocas se mueven en sintonía mientras nuestras lenguas tienen una pequeña pelea que decido separar a pesar de las pocas ganas que tenía de hacerlo.

—Vamos, levanta, tienes que ir a la universidad, báñate te espero afuera —le digo separándome, viendo sus labios hinchados junto a una sonrisa encantadora.

—No tengo hambre —se acerca nuevamente a mí, yo niego y le doy toques suaves en sus mejillas, para luego besar su frente e ir a la cocina de su casa.

Comienzo que sacar todo para preparar el desayuno.Estaba concentrada en la cocina, moviéndome con gracia entre los ingredientes mientras preparaba el desayuno. El aroma del café recién hecho llenaba la pequeña cocina, mezclándose con el delicioso olor de los panqueques que se cocinaban en la sartén.

Sadie entró en la cocina con el cabello mojado después de su ducha matutina. Sus ojos aún estaban un poco soñolientos, pero una sonrisa se formó en su rostro al verme ocupada en la cocina.

—Buenos días, cocinera —dijo Sadie, acercándose a mí por detrás y rodeándome con sus brazos.

—Buenos días, rubia. ¿Cómo estuvo tu ducha? —pregunté, disfrutando del cálido abrazo de Sadie.

—Refrescante—respondió Sadie, dejando un suave beso en mi cuello.

Riéndome suavemente, disfruté de la sensación de los labios de Sadie sobre mi piel.

—¿Quieres ayudarme con el desayuno? Los panqueques casi están listos —sugerí, señalando la sartén con una sonrisa.

—Claro, ¿qué puedo hacer? —preguntó Sadie, entusiasmada por contribuir.

—Podrías poner la mesa —le sugerí, y Sadie asintió antes de dirigirse hacia el armario donde tenían todas las cosas de la mesa.

Mientras Sadie organizaba la mesa, terminé de cocinar los panqueques y los coloqué en un plato grande. Luego preparé un par de tazas de café y las coloqué junto a los panqueques en la mesa.

—Les diré a mis padres que me dejen sola más seguido —se burla mientras mete un pedazo de panqueque en su boca. Le doy un beso en la mejilla y me siento frente a ella.

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