Las islas - parte 1

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Estábamos haciendo nuestras maletas, esperando que, mágicamente, todo se solucionara y no tuviera que ir. No podía imaginarme qué tan importante sería ese evento para que, después de un año, volvieran a romper la poca paz que habíamos conseguido.

—¿Por qué quieres acompañarme? ¿Estás segura de que no prefieres quedarte aquí en casa, relajada con Mapi? —pregunté, mirando a Sadie mientras guardaba su computadora.

—Solo sé que no te voy a dejar sola con esos locos. Además, te dije que no me separaría de ti, y siempre cumplo mis promesas —respondió mientras se levantaba y se acercaba a mí. Al estar de pie, tuve que alzar la mirada para ver sus ojos.

—Parece que aún no entiendes ese pequeño detalle —dijo, dejándome un beso en la cabeza antes de seguir empacando sus cosas—. ¿Cuándo sale el vuelo?

Revisé mi celular y busqué los boletos en mi correo. Genial, tendríamos solo unas pocas horas.

—Esta noche —respondí. Ella abrió los ojos, sorprendida.

—Vaya, tu madre tiene muchas ganas de verte —dijo con sarcasmo, soltando una risa irónica. Le lancé uno de los almohadones de la cama.

—¿Estás segura de que quieres venir? Seguramente habrá mucho drama y...

—Más drama en mi vida no creo que pueda tener, así que tranquila, yo estaré bien. ¿Tú estás bien con la idea de que te acompañe? —Asentí rápidamente, porque, en el fondo, no estaba segura de poder hacer esto sola.

Terminamos de hacer nuestras maletas y salimos del departamento, asegurándonos de que Mapi tuviera suficiente agua y comida para varios días. Vanessa y Emilia tenían la llave de nuestro apartamento por si pasaba algo.

Ya en el avión, insistí en sentarme junto a la ventana. Sadie, por supuesto, aceptó luego de lanzarme varias miradas suplicantes. Me miraba de reojo mientras yo me secaba el sudor de las manos en el pantalón, claramente nerviosa.

—Me aterran los aviones —confesé. Ella rió, pero tomó mi mano y dejó un suave beso en mis dedos.

—Todo irá bien. Tenemos que llegar vivas para que mi adorada suegra nos haga pedacitos —dijo, haciéndome reír. Siempre sabía cómo aliviar la tensión con sus bromas.

—¿Te van a presentar como mi "mejor amiga"? ¿Lista para eso? —le pregunté, sonriendo.

—Si le contara a tu mamá que...

Cuando estaba a punto de soltar alguna barbaridad, tapé su boca con mi mano, lanzándole una mirada de advertencia, lo que provocó su risa. Sin embargo, su risa se detuvo cuando sintió que el avión comenzaba a moverse.

—Llegó la hora, amor —me aferré a su brazo y escondí mi rostro en su pecho por unos segundos, tratando de mantener la calma.

Una vez que el avión se estabilizó, me solté de su brazo y miré por la ventana. WOW.

—Ni se notó que te dan miedo los aviones —susurró en mi oído. Le di un suave golpe en el brazo, mientras ambas mirábamos cómo se veía la imponente ciudad de Guayaquil.

—¿A dónde vamos, por cierto? No me fijé —dijo.

—San Cristóbal —respondí. Me miró sorprendida.

—¿A las Islas Galápagos? —asentí—. Pues menos mal que acepté, quizás podamos ir a visitar a Valeria.

—Genial —dije.

—Te traje algo —dijo, sacando algo de su mochila. Era el libro que estaba leyendo y que había olvidado.

—Gracias —sonreí, y ella dejó un beso en mi mejilla.

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