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A diferencia de la primera semana, cuando dieron las cinco, Lourdes estaba lista para irse. Había trabajado sin parar para asegurarse de que no tenía nada pendiente que la hiciera salir más tarde de lo normal.

-Guada, terminamos por hoy- anunció al cerrar la puerta de su despacho.

-¿Hoy no te quedas?- preguntó Guadalupe mientras empezaba a ordenar sus cosas -Eso sí que es nuevo-

-Hoy no- respondió mientras tecleaba rápidamente en su celular y una sonrisa se dibujaba en su rostro -Me voy- dijo mirando todavía el celular -Nos vemos mañana chicas-

Micaela y Guadalupe despidieron de ella y Lourdes desapareció por el pasillo que llevaba a los ascensores.

-¿Viste esa sonrisa?- preguntó la pelinegra intrigada -Y no se despidió de Martina-

-Guada, en serio, deja de meterte en la vida de los demás- contestó Micaela

-Pero eso no es divertido- replicó haciendo un puchero antes de terminar de recoger sus cosas y despedirse también de Micaela

Martina salió del despacho diez minutos después y Mica no pudo negar cómo la cara de su jefa se desilusionaba al ver la mesa de Guadalupe vacía, lo que significaba que Lourdes ya se había ido.

-Mica, ya podes regresar a casa, gracias- dijo la morocha con voz suave.

La joven asintió y comenzó a recoger. Se alegró de que cierta pelinegra metiche no estuviera ahí, ya que estaba segura de que la otra mujer habría hecho algún comentario. Sin embargo, tenía que admitir que era evidente que Martina parecía decepcionada de que Lourdes se hubiera ido sin despedirse.

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Lourdes, Lourdes, Lourdes, Lourdes, Lourdes... Martina estaba reunida con uno de los clientes más importantes de la empresa, pero su cabeza no dejaba de pensar en la mujer con la que compartía la pared de su despacho.

-Señorita Benza- la interrumpió el hombre.

La mujer salió de su trance y volvió a mirar al hombre. -Disculpe, estaba pensando en algo, por favor continúe-

El hombre repitió su discurso y Martina tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para prestarle atención.

Después de la comida, decidió no llamar a uno de los conductores de la empresa y empezó a caminar de vuelta a la empresa tratando de despejar su cabeza. Se sentía como una adolescente, incapaz de concentrarse en nada con su mente divagando siempre hacia la misma persona.

-Tenes que parar, concentrate, enfocate- se dijo a sí misma, y se dio cuenta de que la mujer que esperaba a su lado para cruzar la calle la miraba como si estuviera loca.

En cualquier otra ciudad se habría muerto de vergüenza, pero estaban en Nueva York y todo el mundo estaba un poco loco, y ella sabía que nunca volvería a ver a esa mujer.

La empresaria se quitó la chaqueta que llevaba sobre su vestido, ya que ese día de verano en Nueva York era especialmente caluroso, y continuó su camino. Martina avanzaba con seguridad, tratando de convencerse a sí misma de que tenía que dejar de pensar en Lourdes

Cuando escuchó un silbido a su izquierda, giro y vio a dos hombres apoyados en una pared cercana que la miraban como si fuera un trozo de carne, ella puso los ojos en blanco y levantó la mano derecha para mostrarles el dedo del medio sin dejar de caminar, pero eso no pareció gustarle a uno de los hombres, quien se separó del muro con mala cara

La morocha no tuvo tiempo de pensar, ya que sintió una mano tomar su codo y tirar de ella para hacerla avanzar más rápido.

-Señorita Benza- dijo Lourded cuando ya habían cruzado la calle y estaban bastante lejos de esos hombres -Solo usted puede meterse en problemas en pleno distrito financiero-

Martina sonrió y la ojiverde soltó su brazo, siguieron caminando hacia la empresa -Eran unos...-

Lourdes alzó la mano viendo cómo la cara de la mujer se llenaba de odio -No valen la pena, no se merecen ni tu enojo-

Martina suspiró y asintió -Tenes razón-

-¿De dónde venis?- preguntó Lourdes mientras seguían caminando.

La morocha vio cómo algunas cabezas se giraban al verlas pasar y se dio cuenta de que eran una imagen impactante. Ambas llevaban vestidos y tacones, y ella era consciente de que eran un dúo bastante imponente mientras caminaban hacia la empresa

-Tenía una comida con Presti- respondió mirándola de reojo -Es el hombre más aburrido de la historia-

Lourdes soltó una carcajada -La próxima vez voy con vos, claramente si queres-

-Lourdes, espero que no estés bromeando- contestó Martina con media sonrisa -Porque te voy a tomar la palabra y cuando te des cuenta estarás sentada a mi lado escuchando al Señor Presti recitar cifras sin sentido durante casi dos horas-

Lourdes rió una vez más -Pero vos vas a estar ahí, Benza, no puede ser tan malo-

Martina no tuvo tiempo para sorprenderse por las palabras de Lourdes, ya que habían llegado a su destino y ambas se dirigieron a los ascensores, subiendo en silencio ya que estaban rodeadas de gente que también regresaba de su hora de comida.

-¿Tenes mucho trabajo esta tarde?- preguntó Lourdes cuando llegaron a su planta.

-Na, lo más importante era la comida antes, tengo una tarde tranquila- respondió

-Lo tendré en cuenta- dijo Lourdes sonriendo.

-¿Sí?-preguntó y la miro con curiosidad -¿Para qué?-

-Si me aburro, te haré una visita- se encogio de hombros haciendo reír a la morocha

Llegaron a las oficinas y ambas secretarias ya estaban ahí, cada una entró a sus despachos. Martina se sentó en su escritorio y se quedó unos segundos mirando al techo, le costaría concentrarse esperando a que Lourdes entrara por la puerta en algún momento de la tarde.

La morocha negó con la cabeza y se pasó una mano por la cara -¿Qué me está pasando?- suspiró -Muy bien  Martina, estás hablando sola otra vez- pensó y volvió a negar encendiendo su computadora

-Concéntrate- pensó -y deja de hablar sola- añadió en su mente.

Y utilizando toda su fuerza de voluntad, se sumergió en su trabajo intentando dejar de pensar en Lourdes no hace falta decir que fracaso en hacerlo



















Love - MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora