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Cuatro semanas después, fijaron una fecha para la mudanza y esa fecha llegó rápido.

Ambas mujeres seguían trabajando más que nunca pero no querían retrasarlo más. El sábado llegó y la empresa de mudanzas que habían contratado se presentó en su puerta

En menos de dos horas, todas las pertenencias de las Gonzalez estaban en un camión de camino al apartamento de Martina, donde Silvina los esperaba para dejarlos pasar.

Martina, Lourdes y Mia se habían quedado en el apartamento para darle un último vistazo a todo y para transportar lo más preciado de la pequeña.

-¿Estás segura de esto Marti?- preguntó Mia con ansiedad mientras miraba a la morocha atrapar a cada uno de sus peces y meterlos en una bolsa de plástico llena de agua.

-Mia- dijo la mujer seriamente -estuve leyendo durante dos semanas sobre cómo transportar un acuario de forma segura. Te juro que los peces estarán bien-

Mia miró con desconfianza mientras la mujer seguía moviendo a los peces pero finalmente asintió

Lourdes se acercó y besó la cabeza de su hija -Marti lo va a hacer con mucho cuidado- la niña alzó la cabeza para mirarla y asintió una vez más.

Una vez que Martina terminó de asegurar a los peces y vaciar el resto del acuario, recogió todo y las tres dieron un último paseo por el piso, que estaba vacío excepto por los muebles que venían con el apartamento

-¿Listas?- preguntó la morocha, tomando la bolsa con los peces en una mano y la bolsa con el acuario en la otra.

-¿Nunca vamos a volver, mami?- preguntó Mia.

-No, ahora vamos a vivir con Mar- respondio

Mia asintió y miró el apartamento -Bueno, estoy lista-

La ojiverde sonrió, tomó la mano de Mia y las tres salieron para dirigirse al auto de Martina. La mujer de ojos marrones le pasó las llaves de su auto a Lourdes, y tras dejar el acuario en el maletero, se sentó en el asiento del pasajero con la bolsa de plástico que contenía los peces y se pasó todo el camino vigilando que ninguno tuviera el mismo destino que Patata

Llegaron al piso y vio que los trabajadores de la mudanza seguían trabajando bajo la vigilancia de Silvina. Martina había dejado la bolsa con el acuario en el maletero pero Mia no se había dado cuenta.

-Vamos- dijo Martina ofreciéndole la mano a Mia

La niña asintió, tomó la mano de la mujer y juntas se dirigieron al dormitorio de la pequeña, el cual habían decorado con anticipación. Era la única habitación lista y estaba repleta de todas las pertenencias de Mia, ya que Martina se había asegurado de que fuera la primera en estar lista.

-¡Mira!- exclamó la morocha mostrándole a la niña la sorpresa que le tenía preparada.

En una esquina que antes estaba vacía, ahora se encontraba una mesa baja del tamaño perfecto para Mia, sobre la cual descansaba una pecera el doble de grande que la anterior.

La ojimarron había pasado dos semanas preparando el agua para asegurarse de que fuera segura para los peces, midiendo los niveles de acidez y temperatura. Luego, acercó la bolsa de plástico al agua y se giró para ver la reacción de Mia.

-¿Es para mí?-preguntó la niña, acercándose para mirar el acuario, el cual lucía hermoso con sus plantas y decoraciones en el fondo.

Martina asintió y tomó un pequeño control que estaba a un lado -Mira esto- pulso un botón que encendió luces de colores dentro de la pecera, dejando a Mia con la boca abierta -¿Te gusta?-

La niña no sabía qué decir, solo asintió y fue entonces cuando Martina notó que su labio temblaba.

-Hermosa- dijo arrodillándose a su lado -Si no te gusta, podemos ir por la otra que está en el auto-

-No- respondió Mia abrazándose fuertemente al cuello de la morocha. Esta puso una mano en su espalda.

-¿Por qué lloras?- susurró

-No sé-

Martina separó a Mia para poder mirarla y limpió sus mejillas, dejando un beso en su frente -¿Estás cansada?- acaricio su mejilla -No me gusta verte llorar-

Mia suspiró y se giró para mirar nuevamente la pecera -¿Por qué no los dejas libres?- preguntó señalando la bolsa que flotaba en el agua.

Martina sonrió -Había que dejarlos unos minutos para que el agua esté a la misma temperatura, pero creo que ya podemos soltarlos-

-Creo que les va a encantar esta casa- dijo Mia mientras miraba directamente a la mujer a los ojos -A mí me gusta esta casa-

La morocha besó una vez más a la pequeña, esta vez en su pelo, y ambas se dispusieron a liberar a los peces en su nuevo hogar. Finalmente, Martina vacío la bolsa y los peces se dispersaron, inspeccionando cada rincón. Mia pegó la nariz al cristal para mirarlos

-Gracias, Marti- dijo unos segundos después.

-De nada, mi amor-

Mia se giró para mirarla -Mami me llama mi amor-

-Bueno, yo también- respondio Martina -Porque también sos mi amor-

Ambas se giraron al escuchar tres golpes en el marco de la puerta y vieron a Lourdes apoyada, mirándolas con una sonrisa -¿Puedo pasar?-

-Mami- exclamó Mia -Mira, corre-

Lourdes se acercó y se sentó en la cama, mientras Martina se levantaba para sentarse junto a ella.

-Qué bonito hija- dijo la ojiverde mirando la pecera.

-Marti la compró para mí- dijo Mia sin apartar los ojos del cristal -Porque me quiere como vos mami-

Martina pareció sorprendida por la afirmación de la niña pero Lourdes no lo estaba y tomó la mano de su novia, guiñándole un ojo

Mia no había dicho ninguna mentira.



















Love - MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora