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-Mia nació en Argentina, conseguí mi trabajo en Londres cuando ella tenía solo dos meses y... cuando llegué... el ambiente era muy competitivo, los pocos compañeros que se enteraron lo usaron en mi contra para tratar de apartarme de reuniones importantes así que... dejé de mencionarlo en el trabajo- Explicó la ojiverde y tomó también una de las sillas para sentarse junto a Martina -Me costó mucho ser mamá y seguir avanzando con mi carrera y cuando llegué a Nueva York... todavía tenía miedo de que... la gente me trate diferente en la empresa por tener a Mia-

Martina la escuchaba atentamente y ella continuó -Cuando Daniel vino a Londres... tenía miedo de que se arrepintiera de darme esta oportunidad si se enteraba... después llegué y... supe que no era así, pero quería demostrar que... no se habían equivocado conmigo y no quería que piensen que... no sé-

-Lourdes- la morocha la interrumpió -Nunca te discriminaríamos por ser mamá-

Lourdes sonrió -Puede que vos no o tu papá pero créeme que varios miembros de la junta de inversores si me verían con diferentes ojos, ya ves cómo nos miran... no están de acuerdo de que haya dos mujeres dirigiendo solas la empresa, pero no dicen nada por tu papá... pero... créeme que no verían con buenos ojos el hecho de que yo sea mamá soltera-

-¿Mamá soltera?- preguntó Martina con sorpresa -¿Estás criando a Mia sola?-

Lourdes miró hacia sus manos -El papá de Mia no... el no está en nuestras vidas- Antes de que Martina pueda responder, Lourdes continuó -Y... aunque digas que... sí que habría importado... la gente hubiera hablado a mis espaldas y... no quería tener a toda la empresa hablando de mí cuando acababa de llegar-

-Podrías haberme contado a mí- dijo Martina -Sabes que yo no te habría juzgado- Hizo una pausa y recordó las constantes llamadas de Lourdes cuando tenía un momento libre, así como todos los compromisos que parecía tener después del trabajo.

-Lo sé, debería haberlo dicho, perdón-

-Y no... era necesario alejarte de mí y... cambiar nuestra relación, tenes una hija ¿Y qué? Me encanta trabajar con vos, y estaba empezando a volverme loca porque no entendía por qué de repente habías cambiado conmigo-

-Perdón- dijo Lourdes sinceramente -Ayer... cuando te vi tomando y llorando...- Martina hizo una mueca de disgusto al escuchar esas palabras, sintiendo vergüenza -... te lastimé sin querer, quería protegerte y empeoré todo-

-¿Protegerme de qué?-

-Martina...- dijo la ojiverde -No podes... no debes... sentir nada por mí-

La morocha sintió cómo sus mejillas y su cuello se calentaban por la vergüenza y se aclaró la garganta -¿Quién... quién dijo que siento algo?-

Lourdes sonrió y puso una de sus manos en la mejilla de la otra mujer -Yo lo digo- afirmó -No podía dejar de pensar en vos... y también podía notar que sentías algo parecido. Después, en tu cumpleaños, me sentí tan conectada a vos... y no te había dicho lo de Mia, así que pensé que lo mejor era dar un paso atrás. Pensé que me olvidarías en una semana, pero no fue asi y siento haberte hecho llegar al estado que llegaste ayer-

Martina creía que había ocultado mejor sus emociones y se sintió completamente vulnerable al saber que Lourdes la había leído como un libro abierto. Se sintió como si la hubieran atrapado haciendo algo malo y la urgencia de irse se apoderó de ella.

-Creo que es mejor que me vaya ya- dijo levantándose y haciendo que la mano de Lourdes cayera -Gracias... de nuevo por no dejarme y... cuidarme... no volverá a pasar- añadió evitando la mirada de la otra mujer

-Espera- se levantó y vio cómo la otra mujer se cerraba en sí misma y comenzaba a alejarse.

Pero Martina no tuvo tiempo de escapar porque una voz gritó al final del pasillo -¡ESTOY LISTA!- Mia apareció corriendo -Martina, veni a ver mis peces- dijo la niña que se había detenido frente a la mujer y respiraba con dificultad después de haber corrido desde su habitación hasta la cocina.

Love - MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora