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Lourdes llevaba tres semanas trabajando en Nueva York, y tanto Martina como Daniel estaban de acuerdo en que era la mejor Directora de Operaciones que la empresa había tenido. La morocha estaba impresionada por su trabajo y cómo en tan poco tiempo ya estaba generando beneficios con sus brillantes ideas.

La mujer de ojos marrones estaba enviando un correo cuando escuchó un golpe contra su pared que la hizo saltar en su silla.

-¡MARTINA! ¡¿ME ESCUCHAS?!-

Ella soltó una carcajada y se puso de pie, caminando hacia la pared que separaba su despacho del de Lourdes. A pesar de parecer una locura, decidió contestar -¡SÍ, TE ESCUCHO!-

Pero tras eso se hizo el silencio hasta que Lourdes apareció segundos después por la puerta de su despacho con una sonrisa radiante. Aquel día iba vestida con un traje y pantalón de color salmón, que resaltaban contra su piel y Martina pensó que estaba preciosa.

-Sabía que me escucharías- dijo con emoción.

-Estás loca- nego con la cabeza aún sonriendo

-Tenía que probar mi teoría, paso casi un mes y cada vez que veo esa pared me preguntaba si me escucharías-

Martina volvió a negar, pero no dejaba de sonreír -¿Y si llego a estar con alguien importante?-

-Llamé a Micaela primero- contestó Lourdes encogiendose de hombros y se sentó en la silla que había frente a la mesa de Martina

-¿Querías algo más, Señorita Gonzalez?- preguntó -¿O solo venis a demostrar que los despachos no están insonorizados apropiadamente?-

-Solo lo de los despachos- contestó con una sonrisa -Ya termine por hoy-

Martina parecía sorprendida -¿Terminaste el análisis de inversiones?-

-Sí-

La morocha la miró con una ceja alzada -¿Sos una máquina? ¿Cómo es posible?-

-Me prometí que probaría la teoría de la pared al terminar- contestó sonriendo -Fue un buen incentivo-

Martina volvió a reír -Es impresionante. Cuando puedas, mándame el doc...- pero no terminó la frase cuando se percató de que ya tenía un correo de la empresa con el documento que necesitaba. Al levantar la vista de su computadora, Lourdes todavía mostraba una sonrisa -En ese caso, podes irte a casa-

La ojiverde asintió y su sonrisa se amplió aún más -Te veo mañana- dijo mientras se levantaba.

Mientras se dirigía hacia la puerta, un pensamiento cruzó la mente de Martina y antes de que pudiera contenerse, ya estaba hablando -Lourdes-

-¿Si?- respondió la mujer girándose para prestarle atención.

-Emm....- se arrepintió al instante, pero ahora la otra mujer la miraba con curiosidad y tenía que decir algo -¿Queres tomar algo después de trabajar? ¿Ir a cenar quizás?-

Dejó escapar todo el aire de sus pulmones y estudió el rostro de Lourdes, para su desgracia, la expresión de la otra mujer se volvió seria y Martina deseó que en ese momento la tierra se abriera y se la tragase

-No... no puedo, tengo planes al salir de trabajar- dijo la ojiverde con tristeza.

-Bien- respondio simplemente apartando la vista de Lourdes para mirar de nuevo la pantalla -Otro día quizás- trato de quitarle importancia al asunto.

-Otro día- expresó la otra mujer asintiendo pero Martina no la miraba, así que se dirigió de nuevo a la puerta -Hasta mañana-

-Mhm- respondió la morocha sin separar los ojos de su computadora, fingiendo estar ocupada. Pero cuando la puerta se cerró ella suspiró y sintió vergüenza por aquel encuentro

No le debío haber ofrecido tomar algo después del trabajo, era inapropiado y probablemente había puesto incómoda a la otra mujer. Se maldijo por lo bajo y trató de olvidar la interacción para volver a centrarse en su trabajo, pero le resultó bastante complicado.

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Lourdes salió de la empresa repitiendo en su cabeza la conversación que acababa de tener con Martina. En las últimas semanas habían desarrollado una buena relación laboral. Ella se sentía totalmente compenetrada con la otra mujer en los asuntos de la empresa, y era evidente que ambas conectaban también en otras facetas.

Fuera del ámbito profesional, Martina se reía de las tonterías que Lourdes decía cuando estaban haciendo algún descanso. Y ella tampoco iba a negar que se sentía cautivada por la mujer de ojos marrones.

Eran las pequeñas cosas las que la hacían quedarse encantada de Martina, como cuando echaba la cabeza hacia atrás para reírse o cuando jugaba con las puntas de su pelo mientras leía algún informe o en su sonrisa todas las mañana cuando iba a saludarla. Lourdes no lo negaba, pero eso no quería decir que esos sentimientos cambiaran nada.

No se podía decir que fueran amigas, ya que no hablaban de sus vidas privadas, pero al fin y al cabo eran prácticamente desconocidas. Sin embargo, era evidente que cada día su relación se hacía más fuerte.

Sumida en estos pensamientos, se dio cuenta de que el taxi se había parado y salió de su trance.

-Señorita, llegamos-, dijo el conductor por segunda vez.

-Perdone- respondió y sacó de su bolsillo el billete que tenía preparado para pagar el viaje, luego salió del auto

A pesar de que Martina había ocupado sus pensamientos en el camino a casa, Lourdes sonrió al entrar en su edificio y la mujer morocha pasó a un segundo plano mientras subía en el ascensor hacia su casa



















Love - MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora