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Pasó un mes tras otro y de repente se dieron cuenta de que habían pasado seis meses desde que Lourdes había besado a Martina por primera vez en el sofá de su casa. A pesar de los malentendidos y discusiones propias de una relación, ambas mujeres se sentían más felices que nunca.

Mientras subían en el ascensor desde el garaje subterráneo de la empresa, la morocha miraba a su novia con preocupación. Afortunadamente, no había nadie más con ellas

-¿Estás segura de que estás bien?-

Lourdes tenía los ojos cerrados y su maquillaje estaba impecable como siempre pero Martina sabía que bajo esa apariencia se escondían dos grandes ojeras. Mia había estado bastante enferma los días anteriores y aunque ahora estaba mejor, era evidente que la ojiverde estaba pasando por lo mismo que su hija.

La colorada se había levantado con dolor de cabeza y náuseas pero insistió en ir a trabajar. Martina trató de convencerla de que no lo hiciera pero su novia podía ser muy terca. Sin embargo, con cada segundo que pasaba, Lourdes parecía más miserable y Martina dudaba que pudiera aguantar una jornada laboral.

La mujer de ojos marrones puso el dorso de su mano en la frente de Lourdes, que seguía con los ojos cerrados mientras el ascensor subía, y se sorprendió por la temperatura de su novia.

-Amor- dijo Martina seriamente -tenes que ir a casa-

Lourdes abrió los ojos -No es necesario, estoy bien-

-No estás bien- negó -tenes fiebre-

-No... es solo- comenzó a decir pero sintió náuseas y dejó de hablar para controlarlas.

La morocha suspiró cuando llegaron a su planta, tomó la mano de Lourdes y la llevó hacia los despachos.

-Chicas- llamó la atención de las secretarias -Lourdes está enferma, tengo que llevarla a casa. Cambien toda la agenda de ella para dentro de dos días, mañana tampoco vendrá- La ojiverde quería protestar pero en ese momento estaba tan débil que solo se concentró en no vomitar -Volveré en dos horas- dijo mirando a Micaela -así que solo debes retrasar lo de esta mañana para después de comer-

Micaela asintio -Recupérate Luli- dijo con cariño.

Lourdes le dedicó una sonrisa.

-Así es jefa, recupérate, porque ahora tengo que reorganizar toda la agenda- dijo Guada, aunque la ojiverde sabía que era su forma de desearle lo mejor.

Martina volvió por el mismo camino con su brazo rodeando el torso de Lourdes, sin importarle las miradas curiosas. Normalmente eran muy profesionales en la empresa y no se abrazaban ni se tocaban pero esta era una emergencia.

-Ya vamos a casa, amor- susurró la morocha cuando volvieron a estar dentro del ascensor.

-Perdón- dijo sin abrir los ojos -Por ser pesada y no... hacerte caso-

Martina sonrió y besó su sien, sorprendida nuevamente por lo caliente que estaba la piel de su novia -¿Eso significa que la próxima vez me vas a hacer caso?-

Lourdes negó sin abrir los ojos -Probablemente no- Martina soltó una pequeña risa y la abrazó un poco más.

Llegaron al auto y Martina la ayudó a entrar. Cuando la ojiverde volvió a abrir los ojos, Martina ya estaba estacionando en un garaje diferente. Se dio cuenta de que había dormido todo el camino y también se dio cuenta de que estaban en el edificio de su novia, no en su casa.

-¿Mar...?- Murmuró, entreabriendo los ojos.

La morocha salió del auto y luego abrió la puerta de Lourdes -Mi edificio está más cerca de la empresa- dijo  mientras la ayudaba a salir del auto -Y si tengo que venir a ver cómo estás e ir a buscar a Mia a tu casa cuando salga de trabajar, creo que será más fácil si puedo simplemente estacionar acá. A veces me paso diez minutos buscando donde estacionar en tu casa-

Love - MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora