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Al día siguiente ambas tuvieron una jornada estresante en la empresa. Después de solucionar una crisis las dos estaban cansadas. Bajaron juntas en el ascensor hacia el estacionamiento y Martina vio a Lourdes apoyada en una de las paredes de metal.

-Si estás muy cansada podes ir a mi casa otro día-

La ojiverde alzó la vista y negó -No, estoy un poco cansada pero quiero ir con vos. Además... Mia no me lo perdonaría, esta mañana estaba emocionada cuando le dije que cenaríamos en tu apartamento-

Martina sonrió y tomó su mano caminando juntas hasta el auto y la morocha empezó a manejar hacia la casa. Las dos iban en silencio pero Lourdes estiro uno de sus brazos y coloco la mano en la nuca de Martina jugando con su pelo

Cuando llegaron al edificio la colorada se inclino y dejo un beso en la mejilla de la otra mujer –ahora vuelvo-

Martina asintió y miro cómo la mujer salía y entraba en el edificio. Cinco minutos después, Lourdes volvió a aparecer esta vez con Mia sujetando su mano. La morocha sonrió y salió del auto rodeándolo, Lourdes al verla soltó la mano de la pequeña, quien se lanzó a los brazos de Martina, que la alzó riendo -Hola  princesa-

-Marti te extrañé- dijo la niña abrazada a su cuello.

-Me viste ayer cuando cenamos-

-Paso mucho tiempo- dijo Mia separándose de su cuello y dejando un beso en la mejilla de la mujer, lo que hizo que Martina se sonrojara.

La ojimarron ayudó a la pequeña a subir a su asiento elevado y, mientras colocaba el cinturón sobre la niña, pensó que necesitaba una silla más segura. Terminó de asegurar a la pequeña, le hizo cosquillas haciéndola retorcerse antes de salir del auto y cerrar la puerta. Lourdes ya estaba dentro del asiento del copiloto, así que entró en el auto

-¿Listas?- preguntó

-¡Sí!- gritó Mia desde el asiento trasero, haciendo reír a las adultas.

-Vamos- dijo arrancando el auto

Unos minutos despues llegaron y la morocha estaba un poco nerviosa mientras desbloqueaba su puerta con Lourdes y Mia esperando tras ella.

-Estan en su casa- abrio y las dejó pasar primero.

La ojiverde todavía sujetaba la mano de Mia y miró a su alrededor sonriendo. Ese lugar era exactamente como lo había imaginado, era totalmente distinto a su apartamento; ella y su hija llevaban pocos meses en Nueva York, pero este lugar estaba decorado y lleno de detalles que reflejaban perfectamente la personalidad de Martina.

Lourdes se giró para mirar a la mujer -Tenes una casa preciosa-

Martina esbozó una sonrisa -Gracias, Lulita-

-Marti- dijo Mia soltando la mano de su madre -es muy cool- Martina rió, esa palabra de la había enseñado a la pequeña

-Gracias, enana- alzo a la niña en brazos y haciéndola reír.

Martina las llevó por la casa, mostrándoles las habitaciones. Además del salón y la cocina, el apartamento constaba de un dormitorio principal, una habitación de invitados y un despacho.

-Este lugar es maravilloso- dijo Lourdes sacándose la campera y dejándola en el respaldo del sofá.

-Podes venir cuando quieras- le guiño un ojo.

-¿Yo también?- preguntó Mia, que seguía en brazos de la morocha

-Obvio, vos también pero primero tengo que enseñarte lo más importante de esta casa- respondió llevando a la pequeña a una esquina del salón. Ahí tenía un precioso piano pegado a la pared y una guitarra sujeta con un soporte. Pero lo que le mostró a la niña fue un pequeño marco que había colgado justo encima del piano.

Mia soltó un grito al reconocer la imagen -¡MAMI!- exclamó, haciendo reír a Martina -¡Es mi dibujo, mami!- Lourdes se acercó a ellas sonriendo y vio que efectivamente había enmarcado el dibujo que su hija le había regalado la noche que se besaron por primera vez.

-Ya lo veo- dijo caminando hacia ellas.

Martina sonrió y miró a Lourdes. Quería inclinarse y besarla en ese momento, pero sabía que no podía hacerlo porque aún no habían hablado con Mia.

La ojiverde puso una mano en la espalda de Martina, que todavía tenía a su hija en brazos y se inclinó para susurrar en su oído -Gracias-

Las tres cenaron pizza y en lugar de ver una película, Mia insistió en que Martina tocara uno de los instrumentos que tenia y para sorpresa de la mujer de ojos marrones, Lourdes, tomó la guitarra y comenzó a tocar distintos acordes. Después de lo que parecieron horas de risas y canciones, Mia empezó a bostezar cada pocos segundos.

-Creo que es hora de ir a casa- dijo la colorada mirando a su hija y dejando la guitarra a un lado.

-No mami, no tengo sueño-

Lourdes soltó una risa al ver que su hija no había sonado nada convincente y había bostezado al terminar la frase -Mañana hay colegio y todavía tenes que bañarte- nego con la cabeza -Si queres venir más veces a casa de Marti, tenes que portarte bien-

Mia lo dudó unos instantes pero asintió y se lanzó a los brazos de Martina, quien la atrapó y la abrazó fuerte.

-Gracias por invitarnos, Marti-

-De nada, princesa- dijo aún abrazándola fuerte -Podes volver cuando quieras-

Mia asintió sonriendo y dejó un beso en la mejilla de Martina

La morocha se puso de pie sin soltar a la niña, haciéndola reír y las tres fueron hacia la puerta, finalmente dejándola en el suelo.

-Hija- dijo Lourdes llamandole la atencion -Anda al baño antes de que vayamos a casa-

Mia asintió y salió corriendo por el pasillo para ir al baño que la ojimarron le había enseñado.

Antes de que Martina pueda decir algo, Lourdes la estaba besando y cuando comenzó a corresponder el beso, se apartó.

-Perdon, tenía que hacer eso- dijo con una sonrisa tímida

-No me quejo- contestó la otra mujer.

Mia volvió y tras otra ronda de abrazos, finalmente llegó la hora de que las Gonzalez volvieran a casa. Martina trató de convencerlas para llevarlas pero Lourdes insistió en ir en taxi.

-Hasta mañana, Lu- dijo Martina apoyándose en su puerta -Chau enana-

Las Gonzalez comenzaron a caminar hacia el ascensor y Martina las vio irse sin entrar a su apartamento.

-Mami, vos podes ver a Marti todos los días en el trabajo y yo no- decía la pequeña -No es justo- Lourdes negaba con la cabeza mientras seguía avanzando por el pasillo -¿Cuándo sea mayor puedo trabajar con ustedes?-

-Si vos queres, si hija- dijo Lourdes, haciendo sonreír Martina, quien aún podía escucharlas.

-Bien- dijo Mia.

Martina las vio entrar al ascensor y regresó a su apartamento suspirando como una adolescente, simplemente feliz... y enamorada completamente enamorada


















Love - MartuliDonde viven las historias. Descúbrelo ahora