Capítulo 2.30 Dejar ir el pasado

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Seguimos con la maratón 

2/3 + Epílogo 

Coordinar mi horario con el de Alana era todo un reto, aunque la diferencia de solo una hora por mucho de Moscú a Estocolmo, me facilitaba todo. Pero mi horario era riguroso y ajetreado. La ingeniería se me facilitaba, pero igual tenía que esforzarme si quería terminarla en poco tiempo para poder ir a la manada.

Mi teléfono sonó y lo conteste sin prestarle atención. Estaba realizando un trabajo que me tenía sumergido en el estudio de las estalactitas. Los llantos se escucharon al otro lado de la línea y miré mi celular para comprobar que era la señora Selma.

—Señora Selma — le dije con duda ante su llamada.

—Nick — me dijo en medio del llanto.

—¿Qué paso? — le dije alarmado mientras me ponía de pie y empezaba a salir de la casa.

—Atacaron a Alana — menciono en medio de su llanto y un miedo inexplicable inundo mi sistema.

—¿Qué? — le dije con susto.

Empecé a correr hasta que llegué al auto y me subí deprisa. Necesitaba llegar con urgencia a la clínica y comprobar que se encontrara bien.

—Estamos en la clínica. Ven pronto — me dijo preocupada.

—Voy en camino — le dije mientras salía deprisa del lugar.

Cuando algo angustia el alma, el corazón late deforma despavorida y la garganta se seca sin control, mientras que el mundo entero se convierte en eventos de hechos que pasan unos tras otros. La seguridad de Alana me había informado que ella se encontraba segura en la casa y por eso estaba tranquilo y concentrado estudiando.

Deje el carro estacionado en los parqueaderos del centro hospitalario y avance deprisa por el lugar, buscando a mi dulzura. Por suerte su olor me guio de forma rápida al sitio.

—Alana — dije con angustia mientras llegaba a una inmensa puerta de vidrio.

—Nick - me dijo la señora Selma acercándose a mí.

Su perfecto vestido marfil estaba manchado de sangre y su implacable aspecto se encontraba desgastado y descuidado.

—Señora Selma. ¿Dónde está? — le dije con angustia al ver su aspecto.

—La están atendiendo — me dijo mientras señalaba la puerta.

—Quiero verla — le dije avanzando hacia la puerta, pero una enfermera me detuvo.

—No puede pasar — me dijo la mujer.

—Aun lado — le dije con los dientes apretados.

Si pensaba que se iba a interponer en mi camino estaba muy equivocada. Si la tenía que empujar para llegar donde Alana lo iba a hacer.

—Déjalo Inés — le dijo la señora Selma con voz pagada.

La mujer se movió y terminé avanzar por el largo pasillo, hasta una habitación completamente blanca y con tecnología médica de primera que podía monitorear los signos vitales de Alana con facilidad.

—Alana — le dije con angustia acercándome a la cama donde ella estaba acostada.

Revise de forma rápida sus signos vitales en la pantalla comprobando que todos estaban bien, pero ella seguía dormida.

—Está sedada — me aclaro el señor Jarol quien se encontraba en el lugar.

—¿Pero está bien? — le dije con desespero.

6.El Alfa ImplacableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora