Capítulo 2.31 El robo

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Dormí poco, pero la suave respiración de Alana me daba tranquilidad. Ella se encontraba sobre mi pecho y dormía de forma tranquila. Cuando se despertó me sonrió de forma dulce.

—Buenos días — me dijo en tono suave.

—Buenos días, Dulzura — le dije mientras seguía mirando al techo blanco de la habitación.

—¿Cómo sigues? — me dijo preocupada.

—Pensando — le dije sin ganas.

—Estuve pensando y si analizamos el historial clínico de tu mamá podríamos saber la verdad y descubrir que ese horrible señor miente — me aseguro con emoción y entusiasmo.

Era adorable. Su propuesta era buena, pero no quería terminar de leer el historial clínico y darme cuenta de que toda la culpa era mía. Todavía guardaba la esperanza de que no fuera así. Santiago me cuidaba y se preocupaba por mí, si hubiera sido el responsable de la muerte de nuestra madre lo más seguro es que él me hubiera abandonado.

—Dulzura. Yo no quiero. Yo... — le dije indeciso.

Alana me sonrió y después tomo de forma suave mi mano, para dejarme un beso en ella.

—Está bien. Y si mejor, hablas con tu hermano. Es el mayor y algo debe saber — me dijo pensativa.

Eso era lo que pensaba hacer, si alguien sabía las respuestas era Santiago. Era el mayor de nosotros y el único que sabía todos los secretos de la manada.

—Voy a hacerlo — le aseguré poniéndome de pie y tomando mis cosas.

—Espérame — me solicito ella, mientras se acercaba a mí.

—¿Qué? — le dije confundido por su solicitud.

—Quiero ir contigo — me dijo en tono tímido.

Mi dulzura era tan linda, siempre buscaba la manera de hacerme sentir mejor. Tenía nervios de volver a la mansión, pero tenía que hacerlo y afrontar de una vez por todas el problema. Si Alana iba conmigo me sentiría más seguro y apoyado.

—Y yo quiero que vayas conmigo — le dije mientras la miraba con una sonrisa.

—Me voy a bañar y salgo superrápido — me dijo corriendo hacia el baño.

—Te espero — le dije sentándome nuevamente en la cama.

Tenía múltiples mensajes de mis hermanos y de mis cuñadas. Mami Rous me escribió también, para solicitarme que volviera a casa. Los leí todos, pero no respondí ninguno. Cuando Alana salió del baño seguía sumergido en mi celular.

—Vamos — le dije cuando vi que ya se encontraba lista. Le di la mano y ella me la recibió con tranquilidad.

—Sí — me dijo mientras me seguía.

Termine por abrir la puerta y salir. Por suerte Alana no decía nada y solo me acompañaba en mi silencio. Mi cabeza estaba hecha un lino y mis ánimos por el suelo. Cuando bajamos las escaleras, la señora Selma nos miraba confundida.

—Mierda, lo olvidé — le dije al ver que había olvidado que me escabullí por su habitación.

Miera a Alana con disculpa, pero ella solo me sonrió y se acercó más a mí, mostrándome su apoyo. Definitivamente, ella era mi fortaleza.

—No pasa nada — me dijo regalándome una sonrisa tranquilizadora.

Terminamos de bajar las escaleras y la señora Selma nos seguía mirando con sorpresa y desconcierto.

—Nick — me dijo Alarmada.

—Alana — le dijo a ella con enojo.

—Nick se quedó anoche conmigo — le dijo mi Dulzura con determinación.

6.El Alfa ImplacableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora